Lucas 9,51-56 – él se dio vuelta y los reprendió

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?». Pero él se dio vuelta y los reprendió.

Texto del evangelio Lc 9,51-56 – él se dio vuelta y los reprendió

51. Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén
52. y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento.
53. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
54. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?».
55. Pero él se dio vuelta y los reprendió.
56. Y se fueron a otro pueblo.

Reflexión: Lc 9,51-56

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Lucas 9,51-56 él se dio vuelta y los reprendió

El Señor en general es muy tolerante y comprensivo. Pocas veces, como ahora, lo vemos reprender a sus discípulos. Y es que también a cualquiera se le agota la paciencia. A veces actuamos como niños, irresponsables. Como si no hubiéramos entendido nada de los que nos viene diciendo.

El Señor habría de pensar: “en manos de qué irresponsables he puesto mi confianza”. Era preciso llamarles la atención para que volvieran a la cordura y se controlaran. Pensemos cuantas veces nos comportamos así. A veces somos más papistas que el Papa y queremos hacer justicia por nuestras propias manos.

¡Alto ahí! Que no somos nadie para juzgar y mucho menos para castigar. No podemos hacerlo y mucho menos a nombre del Señor. Esta es una gran lección que ojala nuestra Iglesia hubiera comprendido siempre.

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?». Pero él se dio vuelta y los reprendió.

Pero no vayamos a buscar la paja en el ojo ajeno y fijémonos en la viga que tenemos en el nuestro. Cuantas veces se nos ha reprochado falta de tino o por lo menos de cariño para decir las cosas. ¿Es que no hay otra forma que hacer sentir, doler y resentir?

Esforcémonos por ser distintos. Bien, es posible que tengamos razón en indignarnos y molestarnos. Pero seguramente habrá una forma distinta y mucho más provechosa de dar a conocer la ofensa de la que hemos sido objeto. Si reaccionamos violentamente ¿cuál será la diferencia entre nosotros y los hijos de la oscuridad?

Contemos hasta diez antes de reaccionar y no olvidemos a quién estamos representarnos o a quién queremos parecernos. ¿Queremos dar ejemplo? Pues empecemos cambiando nosotros. ¿No es fácil? ¿Hay que esforzarse? ¿No nos brota de forma natural? ¡Pues tendremos que cambiar nuestros hábitos!

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?». Pero él se dio vuelta y los reprendió.

¡Qué fácil nos resulta darnos por vencidos! Claro, como la situación nos parece intolerable, ponemos nuestra cara de palo, nuestra cara de pocos amigos o nuestra cara de funeral, con lo que ya no es preciso abrir la boca. Permanecemos entre quienes nos caen antipáticos, como si fuéramos un mueble más.

¿Es que necesitamos ser violentos? ¿Qué más violencia que el castigo de nuestra indiferencia? ¿No los soportamos? ¿Y quién te ha dicho que es cristiano comportarse amable y amigablemente tan solo con quienes te caen bien? ¿Es que no has leído las escrituras?

Si solo saludas y tratas bien a los que te saludan y a aquellos que te caen bien, ¿qué de extraordinario haces? Eso es lo que hacen todos. Nosotros, los seguidores de Cristo, tenemos que ir más allá. ¡Tenemos que esforzarnos! ¿No te sale? ¡Pues esfuérzate más, hasta que te salga!

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?». Pero él se dio vuelta y los reprendió.

¡Qué engreídos somos! A veces nos comportamos como verdaderos nenes. Tan solo ayer participaba de una reunión familiar a la que mejor no hubiera ido, pues puse mi cara de policía antimotines, y no hubo nadie que pudiera sacarme una sonrisa…Tenía mil excusas. Recién hoy me doy cuenta de lo tonto, de lo poco cristiano que fui.

Estos son los pecados que cometemos con mayor frecuencia, quienes nos creemos “harina de otro costal”. Mucha soberbia, mucha vida de piedad, muchos sacrificios, muchos planes pastorales, pero a la hora de tratar a nuestros hermanos, parecemos de piedra.

Tenemos que esforzarnos por cambiar. Hemos de empezar por hacernos este propósito cada día. Escribámoslo en un sitio que podamos verlo cada mañana, a fin de cambiar nuestro mal carácter y el poco esfuerzo que hacemos por agradar a los demás. No para que nos halaguen por la simpatía que derrochamos, sino por imitar a Jesucristo, a quien no le faltaban palabras de ánimo, de paz y bondad.

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?». Pero él se dio vuelta y los reprendió.

Oremos:

Padre Santo, danos humildad para sabernos reconocer no solamente falibles, sino muchas veces antipáticos y pesados. Danos tino para aprender a discrepar sin herir, por el contrario despertando curiosidad e incluso afinidad por nuestras ideas, que no son sino las tuyas…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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Lucas 9,51-56 él se dio vuelta y los reprendió

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