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Novena a Nuestra Señora de Lourdes

Novena a Nuestra Señora de Lourdes

Señora de Lourdes

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor Dios nuestro.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Oración preparatoria para todos los días

¡Oh María Inmaculada, Santísima Señora de Lourdes! deseando hacer esta novena con la mayor devoción de mi alma, y responder al llamamiento que, en persona de la humilde Bernardita, haz hecho a todos tus hijos, me postro a tus pies para escuchar con atención tu voz, exponerte mis necesidades y solicitar tus amorosos cuidados.

No me deseches, Madre mía, a pesar de mi indignidad; atiende únicamente al arrepentimiento que tengo por haber afligido tu maternal corazón y renovado la pasión de tu amantísimo Hijo, acude en mi ayuda durante esta santa novena, en la cual me propongo purificar mi alma y conseguir por tu intercesión el favor especial que solicito de la Divina Majestad y dar gracias a la misma, por todos los beneficios recibidos (y especialmente por el que es motivo de estos obsequios) Amén.

   
Día Primero      –        Día Segundo  –         Día Tercero
Día Cuarto         –         Día Quinto     –         Día Sexto
Día Séptimo      –           Día Octavo    –        Día Noveno

 

Primer día:

Meditación

Los designios de Dios son incomprensibles. Precisamente en un siglo de soberbia y orgullo, en un siglo de racionalismo, que pretendía haber concluido con todo lo sobrenatural y divino; en una nación donde más se trabajaba por extender y propagar todos los errores, que tiene por fundamento no admitir más que el orden puramente natural, razón por la cual se negaba no sólo el pecado original, sino hasta la elevación de la naturaleza humana; donde no se quería admitir la intervención divina en las cosas de los hombres; precisamente en esa época y en esa nación, es donde Dios Nuestro Señor quiso destruir el fundamento de todos los errores; y para ello, se sirvió del instrumento al parecer más despreciable. De una niña pobre, débil e ignorante, que no sabía otra cosa que rezar el Santísimo Rosario, es de quien se valió Dios para vencer al mundo, confundir a los soberbios, humillar a los sabios y conseguir tan señalada victoria.

En Lourdes el hecho sobrenatural es permanente, puesto que la fuente misteriosa que allí brota y los efectos asombrosos que sus aguas producen lo evidencian; allí ha recibido el naturalismo su más rudo golpe y la fe una confirmación maravillosa. Guardémonos de todos los errores, que puedan mancillar en lo más mínimo nuestra fe, avivémosla más y más cada día y repitamos con el Profeta respecto de la Iglesia, lo que él decía de Jerusalén: ¡Séquese, Señor mi mano derecha y quede pegada mi lengua al paladar antes que dejar de amarte y alabarte, oh Iglesia Santa!

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 

Parte histórica

Hace pocos años apenas era conocida en el mundo una población situada en la falda de los Pirineos; nadie la nombraba, permaneciendo en la oscuridad del olvido y entre las nieves que coronan sus montañas.

Pero ¡qué cambio más asombroso no se ha verificado! Hoy su nombre corre de boca en boca, ha traspasado los montes, ha salvado las distancias, y es pronunciado con entusiasmo y amor en América como en Europa, en África como en Asia, y en la dilatada Oceanía. ¿Qué prodigo se ha obrado?

Era el once de febrero de mil ochocientos cincuenta y ocho, cuando una sencilla y humilde niña, por nombre Bernardita, al intentar pasar el Gave que corre al oeste de Lourdes para recoger, como su hermana María y otra amiga de ésta, un poco de leña, entre las sinuosidades de las rocas de Massabielle, oyó un ruido como de suave brisa, que lentamente agitaba las ramas de los árboles. Levanta su vista, y sus ojos no distinguen objeto alguno; se reproduce la agitación en las ramas y vuelve a mirar; a sus ojos aparece entonces una visión celestial.

Una Señora rodeada de una claridad que brilla más que el sol, pero que ni daña ni ofusca como éste, sino que por el contrario atrae y admira; una Señora de incomparable hermosura, cubierta con un velo blanquísimo, más que la nieve que se halla en la cima de las próximas colinas, y ceñida con un cinturón azul. Los pies de tan admirable hermosura descansan en la roca, rozando ligeramente el ramaje de un rosal silvestre, dejando ver sobre cada uno de ellos una rosa de oro. Sus manos cruzadas tenían un rosario, cuyas cuentas de alabastro, engarzadas con cadena de oro, se deslizaban entre sus dedos, guardando, sin embargo, un silencio misterioso. Los ojos de la excelsa Señora se habían fijado llenos de benignidad en la niña, que se hallaba asombrada, extasiada y como fuera de sí.

Aquella hizo la señal de la cruz, y la niña entonces tomando su rosario, empezó a rezarlo, durando la visión celestial hasta que lo terminó; y concluido, la celestial Aparición volvió a la eterna morada, de donde había venido, dejando en pos de sí un rayo luminoso, que al poco tiempo también se desvaneció.

 Oración Final
  

 

Segundo día:

Meditación

Uno de los documentos más importantes de la vida cristiana es la práctica de la oración. Ella es el medio ordinario que Dios ha puesto en manos del hombre para conseguir el remedio de todas sus necesidades. Sube al cielo nuestra oración y baja sobre nosotros la divina compasión y misericordia en forma de mil favores y gracias soberanas. «Pedid y recibiréis,» nos tiene dicho nuestro Divino Salvador, «Buscad y encontraréis, llamad, y se os abrirá.»

No hay cosa que así purifique de ignorancias el entendimiento y de afectos desordenados el corazón como la oración, la cual inflama a este con el fuego del divino amor y llena a aquel de divina claridad y luz celestial: es agua de bendición, cuyo riego hace reverdecer y florecer las plantas de los buenos deseos, y lava nuestras almas de las pasiones que tiene el corazón.

«Oremos» dijo Bernardita «y pasemos el rosario». Oremos también nosotros con ella y seamos constantes en la oración, pues sólo así podremos vernos libres de los lazos y asechanzas que continuamente nos está armando nuestro infernal enemigo. Oremos sin intermisión, como nos lo aconseja el Apóstol, y oremos con fervor, porque los tiempos en que vivimos son malos, y la tempestad arrecia por momentos y sólo con la oración podremos salir ilesos de entre tantos peligros a que estamos expuestos.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 

Parte histórica

El domingo siguiente al primer día de la aparición, habiendo obtenido el permiso la niña Bernardita de su piadosa madre, para volver a la gruta, se dirigió a ella a la hora de medio día, acompañada de su hermana y otras niñas. El grupo juvenil comenzó por entrar en la Iglesia para orar un instante y llenar de agua bendita un frasquito que llevaban preparado.

Pónense pues en camino y llegan al sitio tan deseado; el sol estaba radiante: «Oremos», dijo Bernardita, «y pasemos el rosario…» De repente, su rostro aparece transfigurado, su mirada se ilumina, se conmueven sus facciones: era que la maravillosa aparición acababa de manifestarse a sus ojos. Veía a la misma Señora resplandeciente de una gracia celestial, de una belleza sin igual. Sus pies descansaban en la roca dentro del nicho.

«Miren, exclama Bernardita, ahí está». Pero ¡ay! a sus amigas no les era dado contemplar tanta hermosura, y no pudieron ver lo que extasiaba a Bernardita. Recibiendo ésta de una de sus amigas el agua bendita, roció a la Aparición, diciendo: «Si venís de parte de Dios, acercaos». A estas palabras, la Virgen graciosamente se inclina varias veces y se adelanta casi hasta el borde de la roca, pareciendo que se sonreía.

«¡Si venís de parte de Dios, acercaos!» repetía Bernardita; y luego pros ternándose, como subyugada por aquella inefable hermosura, continuó rezando el rosario, que la Virgen parecía escuchar, deslizando ella también el suyo entre sus dedos. Concluido el rosario, la visión desapareció.

Segundo día

¡Oh Virgen Inmaculada, Santísima Madre mía, Señora de Lourdes! Ya veo las lecciones de vida eterna que me dais en la gruta de Lourdes. Me enseñáis la práctica de la oración tan recomendada por vuestro Santísimo Hijo; y en la especial complacencia con que pasáis las cuentas del rosario que pende de vuestras manos, mientras Bernardita pasa devotamente las del suyo, me dais a entender el agrado con que miráis esta hermosa devoción y cuánto os place que vuestros siervos os honren e invoquen con ella. Así lo haré Señora, y desde hoy me propongo no pasar día alguno sin rezar una parte al menos del santo rosario. Os ruego me mantengáis constante en este mi propósito y que lo rece siempre con fervor y devoción, os saludo ahora con las siguientes Avemarías y deprecaciones.

 Oración Final
  

 

Tercer día:

Meditación

Grande y sublime es el interés y solicitud de María para con los hombres. «No sólo no me opongo», le dice a Bernardita, «a que vengan contigo tus compañeras, sino que deseo venga mucha gente». La criatura más excelsa, la Reina de los Cielos, la Madre de Dios, llama a los hombres, les invita y desea que se le acerquen y le expongan sus necesidades con la más viva confianza, porque poderosa es ante su Santísimo Hijo para obtener el remedio de todas ellas.

Hijos de los hombres ¿os negaréis a acudir al llamamiento de tan amorosa madre? Si vuestra inteligencia está ofuscada por las tinieblas del error, si vuestra voluntad está aficionada a objetos pecaminosos, si vuestro corazón es juguete de viles y abominables pasiones, si os halláis en grandes necesidades y aflicciones o gemís bajo el peso de molestas e importunas tentaciones, ¿por qué no acudís a María que os llama con aquellas dulcísimas palabras de su Divino Hijo: «Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cansados, que yo os aliviaré?

Mas aunque la Virgen Santísima llama a todos los hombres, y a todos los ama, Ella ha manifestado especial predilección por los congregantes que la honran conformando su vida con las reglas de las Asociaciones o Cofradías a que pertenecen; y ciertamente pueden prometerse de Ella especiales favores y más particular protección.

Afiliados a sus banderas, mostrémonos en todo tiempo verdaderos siervos suyos, no nos avergoncemos jamás de parecer devotos de esta Señora ni de ostentar visiblemente en las ocasiones oportunas el distintivo de tales, pues en verdad no nos rebaja ni envilece, antes sí nos ensalza y dignifica. Ella lo ha dicho: «Yo amo a los que me aman. Los que me esclarecen, obtendrán la vida eterna.»

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 

Parte histórica

Después de oír la Santa Misa el día 18 de Febrero a las seis de la mañana, Bernardita se dirigía a la Gruta con una señora de Lourdes y una joven de la Congregación de María. Llegada primera la niña, se arrodilla, empieza a rezar el Rosario, y al poco tiempo ve una luz clarísima que iluminaba el hueco de la peña, y al momento la celestial Visión. Oye la voz que llama, y ve que la aparición con su mano le hace señas para que se aproxime. «Ahí está, dice a sus compañeras, (que ya lo habían imaginado, al ver su rostro transfigurado por el éxtasis) y me hace señas para que me acerque». «Pregúntale si le molesta que estemos aquí contigo».

Bernardita mira a la Virgen y después de breve rato contestó: «Podéis quedaros». Las dos mujeres se arrodillaron y encendieron un cirio bendito, que habían llevado consigo. Adelantándose la niña, a instancia de sus compañeras, recibiendo de éstas el papel, la tinta y la pluma que le daban presentó estos objetos a la Aparición, diciéndole: Señora mía, si tenéis algo que comunicarme, quisiera que tuvieseis la bondad de escribir en este papel quién sois y qué deseáis. La Virgen se sonrió al oír tan sencilla petición y entreabriendo sus labios dijo: «Lo que tengo que deciros no es necesario escribirlo. Hacedme únicamente el favor de venir aquí durante quince días.» Os lo prometo, respondió Bernardita.

«Y yo a mi vez te prometo hacerte dichosa, repitió la Virgen, no en este mundo, sino en el otro». Bernardita, sin perder de vista la Aparición, se volvió hacia sus compañeras, pero notó que la Virgen fijó su mirada y detuvo largo rato su vista con complacencia en la joven que pertenecía a la Congregación de María. «La Señora te mira en este momento.» Antonia, así se llamaba la joven, oyó con sumo gozo y como enajenada estas palabras y vivió siempre con este recuerdo.

«Pregúntala si la molestará que vengamos a acompañarte.»

«Pueden venir contigo, respondió la Santísima Virgen, no sólo ellas sino otras personas; deseo ver aquí mucha gente.»

Tercer día

¡Virgen Santísima, nuestra Señora de Lourdes! agradecido a los innumerables beneficios que por vuestra mediación he recibido, y especialmente al de haber descendido del cielo a la tierra para llamarme, me ofrezco de nuevo a vuestro servicio, y os consagro mis potencias y sentidos, prefiriendo mil veces morir antes que ofender a vuestro divino Hijo, mi Redentor y todo mi bien. Confirmad Señora este mi buen deseo, y haced que sea fiel devoto vuestro en la tierra, para reinar eternamente con vos en el cielo. Y a fin de alcanzar este favor, os saludo con las siguientes Avemarías y deprecaciones.

 Oración Final

 

 

Cuarto día:

Meditación

Deseo grande es el de la Santísima Virgen, que se ruegue por los pecadores. Y ciertamente no puede menos de ser así: creado el mundo por Dios para su gloria; hecho el hombre a su imagen y semejanza, y redimido después a costa de la sangre preciosísima de su Santísimo Hijo, está en el deber de honrarle, servirle y reverenciarle; pero, ¡oh dolor!, los hombres se han vuelto contra su Dios y Señor y continuamente le ofenden.

No se puede oír sin angustiarse tantas blasfemias horribles; no se puede mirar, sin exhalar un grito de dolor, la profanación de los santos días del Señor, convertidos hoy por la perversión de los hombres, en días de labor, de bacanales inmundas y orgías sangrientas.

Las naciones se han levantado contra Cristo y su Iglesia: el error y la impiedad dominan por todas partes, y la sensualidad sube como una ola, sobre la generación presente, amenazando sumergirla. ¿Qué hacer? Rogar a Dios… Se pierden tantas almas todos los días… y ¿habremos de estar ociosos? Este es uno de los fines de esta Cofradía; pedir a Dios por los pecadores. ¿Lo cumplimos fielmente? ¿Dedicamos todos los días un rato de oración por la disminución de las culpas? Meditemos en la tristeza que demostró en esta Aparición la Santísima Virgen, y propongámonos disminuir los pecados en nosotros y en nuestros prójimos y especialmente la blasfemia y la profanación de los días festivos.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 

Parte histórica

La noticia de las apariciones, así como la promesa que había hecho Bernardita de ir al lugar de las manifestaciones durante quince días, se había extendido por toda la comarca. De todas partes acudían a la Gruta, y millares de personas al salir el sol, el día 21 de Febrero se hallaban reunidas, esperando ver lo que en las rocas de Massabielle se verificaba.

La niña por su parte, cumpliendo la promesa hecha a la Señora, y atravesando por medio de la multitud, sin afectación, pero también sin perturbarse, llega a las proximidades del nicho. A los pocos momentos desfigúrase su rostro, volviéndose radiante; todas sus facciones se elevan, y como si penetrase en una región superior, expresaban sentimientos que no son de este mundo. La boca entreabierta, estaba como petrificada de admiración; sus ojos fijos y bienaventurados contemplaban una hermosura divina que ningún otro veía pero que todos presentían, viéndola, por decirlo así, en la reverberación de la cara de la niña.

A su lado se hallaba el Dr. Dozous y al verla en esta situación, la observa detenidamente, la toma el pulso, y después de un rato exclama: «No, esta no es la rigidez de la catalepsia; aquí no hay excitación febril, ni el éxtasis inconsciente de los alucinados; aquí hay un hecho extraordinario completamente para la medicina.»

En aquel momento, la niña arrodillada da algunos pasos, y avanza en esta actitud, hacia el interior de la Gruta. La Madre de la misericordia pareció recorrer con mirada triste la tierra. Bernardita, al verla llena de dolor, exclama: ¿Qué tenéis? ¿Qué es preciso hacer?

Responde la excelsa Madre de Dios: «Rezar por los pecadores». Entretanto el corazón de la inocente pastorcilla se llena de amargura, por ver el dolor que manifiesta la santísima Virgen; y la fisonomía que antes aparecía radiante, se cubre de una indecible tristeza, al tiempo que de sus ojos se desprenden dos gruesas lágrimas que ruedan por sus mejillas, donde se detienen sin caer hasta la tierra.

Cuarto día

¡Oh Madre del amor hermoso, del temor y de la santa esperanza! A vuestros pies vengo lloroso, avergonzado y confuso. Yo soy el que con mis pecados llené de amargura vuestro corazón y de tristeza vuestro rostro. Mas no quiero desesperar sabiendo que sois toda benigna y que recibís con entrañas de misericordia a todo el que acude a Vos arrepentido. A Vos acudo, Señora, con el corazón desgarrado por el dolor de mis culpas y resuelto a morir mil veces antes que volver a cometerlas. Volved hacia mí esos vuestros ojos misericordiosos y salvadme. Mirad también compasiva a todos los pecadores y atraedlos a la gracia de vuestro Santísimo Hijo. Por la conversión y salvación de ellos os rezo las siguientes Avemarías y deprecaciones:

 Oración Final

 

Quinto día:

Meditación

Ya nos lo tiene dicho Jesucristo. «Si el mundo os aborrece, sabed que antes me aborreció a Mí.» Todo el que quiera vivir y ser de Cristo, ha de pasar por la tribulación y por las amarguras de la persecución. El mundo no puede conformarse con las máximas del Señor porque son opuestas a las suyas. De aquí las ironías y escarnios de que son objeto de parte de los mundanos los que se entregan a la devoción, y procuran santificar su alma llevando una vida conforme a los principios del Evangelio.

No obstante, en esta lucha del mal contra el bien, no habremos de desmayar; si el mundo nos critica, nos ridiculiza y zahiere, tenemos en cambio en nosotros mismos el testimonio de la buena conciencia y la aprobación y complacencia de Dios y de toda la corte celestial.

Nunca miró la Virgen a Bernardita con ojos más benignos y complacientes, que cuando la vio perseguida y calumniada.

El Señor envía a sus siervos las tribulaciones para probar su fidelidad, para purificarlos más y más de sus imperfecciones y para darles ocasión de ganar mayores méritos para la vida eterna. Las penas y trabajos de esta vida son como el sello de las complacencias de Dios sobre un alma. Nadie amó a Dios en el mundo ni de Dios fue tan amado como Jesús y María, pero nadie tampoco sufrió en esta vida tanto como ellos sufrieron.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 

Parte histórica

Los sucesos acaecidos en la Gruta eran tan públicos y extraordinarios que nadie pudo permanecer indiferente. La impiedad, viendo progresar el entusiasmo religioso, y deseosa de concluir con aquella manifestación de lo sobrenatural, que eran su palmaria condenación, quiso valerse de la fuerza y de la amenaza, como en efecto lo hizo llevando a Bernardita por los tribunales y conminándola con penas y castigos incluso con encerrarla en la cárcel.  A la edad que tenía la niña, bien podía creer la impiedad segura de su triunfo; pero ignoraba lo que es el poder y la gracia de Dios, que se complace en escoger la más débil para confundir lo más fuerte según el mundo.

Así es, que a pesar de las prohibiciones que se habían hecho a la niña, sintiendo ésta una fuerte inspiración que la llamaba hacia la gruta, en la mañana del veintitrés de febrero, se dirigió a ella. Arrodillada, con un cirio en una mano y el rosario en la otra, empezó a rezarlo, cuando al poco tiempo, la multitud advierte la súbita transformación de su rostro.

La augusta Soberana del Paraíso detuvo sobre la pobre niña una mirada llena de inexplicable ternura, pareciendo amarla más desde que había sufrido. Luego la llamó amorosamente por su propio nombre:- «¡Bernardita! -Aquí estoy», respondió la niña Y la Virgen Santísima. entabló con ella una conversación íntima, y aun pudiera decirse familiar.

En aquella misteriosa intimidad le reveló un secreto para ella sola. «Y ahora,» le dijo, «id a decir a los sacerdotes que quiero se me edifique aquí una capilla.» Y al pronunciar estas palabras, la fisonomía de la Virgen Santísima, su mirada y su ademán parecían prometer que allí repartiría gracias sin cuento. Bernardita cumplió fielmente el encargo que se la había hecho.

Quinto día

¡Santísima Virgen María, Madre mía! A vos me llego fatigado y sin fuerzas de tanto luchar con las adversidades de la vida. Mi corazón, cual frágil navecilla, es llevado por los vientos de las tribulaciones a merced de las olas desenfrenadas de los vaivenes del mundo y corre a cada momento peligro de dar en los escollos del pecado o en el abismo de la desesperación. A vos levanto mis ojos que sois la Estrella de los mares; mostradme el rumbo seguro, guiad vos misma la nave para que no naufrague en el mar proceloso de las tentaciones y trabajos, sino que llegue al feliz puerto de la salvación eterna. Para conseguir esta gracia os saludo con las siguientes Avemarías y deprecaciones:

 Oración Final

 

Sexto día:

Meditación

Después de recomendarnos la Santísima Virgen que roguemos por los pecadores nos recomienda también que nos arrepintamos y hagamos penitencia de nuestros pecados.

Es muy digna de consideración aquella insistente repetición de la palabra: «Penitencia, penitencia, penitencia.» Es como el grito amoroso de alarma salido del corazón de una madre, que ve en grave peligro a su amado hijo.

Viendo en efecto desde la eterna morada los pecados e iniquidades que continuamente se cometen en el mundo; oprimido su corazón, de un lado por las ofensas que se hacen a Dios, y de otro por los castigos a que se hacen acreedores los hombres; viendo ya la divina diestra levantada para descargar el golpe sobre los miserables pecadores, se adelanta, baja a la tierra y nos advierte con solicitud maternal que hagamos penitencia de nuestros pecados, pues sólo haciéndola muy humilde y dolorosa, podremos vernos libres de los castigos que nos amenazan.

Tal vez a ninguna otra época se puedan aplicar con más propiedad que a la presente las palabras del Bautista: «Haced penitencia, porque ya está el hacha puesta a la raíz del árbol, y todo árbol que no lleve buen fruto será cortado y arrojado al fuego.» Grabemos en nuestro corazón estas palabras del Bautista, y hagamos una verdadera y digna penitencia de nuestros pecados.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 

Parte histórica

Los sucesos milagrosos se imponían a todos en Lourdes y sus cercanías. La multitud que acudía continuamente a la Gruta y las admirables transformaciones que se referían de Bernardita, habían excitado la curiosidad aún de aquellos que hasta entonces por un soberano desdén hacia lo que ellos llamaban superstición, no habían querido mezclarse con la multitud para examinar de cerca los hechos; resolvieron, pues, acudir en adelante a la Gruta, siquiera fuese para presenciar la decepción popular. Uno de esos espíritus fuertes o librepensadores, que no creía en nada de lo sobrenatural acudió a la Gruta el día siguiente a aquel en que la Santísima Virgen había encargado se le edificase una capilla. El mismo nos va a referir sus impresiones nada sospechosas.

«Llegué,» dice el Sr. Estrada, «muy dispuesto a examinarlo todo, y para ser franco a burlarme y reírme, esperando encontrarme con una comedia o con una farsa grotesca.

Una inmensa multitud se iba reuniendo poco a poco alrededor de aquellos lugares, admirándome interiormente la sencillez de tantos necios y riéndome de la credulidad de una porción de mujeres que se habían arrodillado devotamente delante de las rocas. A la hora acostumbrada, hacia la salida del sol llegó Bernardita. Gracias a los esfuerzos que hice, pude, no sin harto trabajo, ponerme en primera fila, cerca de ella.

Arrodillóse con naturalidad sin turbarse ni aturdirse por la muchedumbre que la rodeaba, sacó un rosario y principió a rezarlo. Bien pronto sus ojos parecieron recibir y reflejar una luz desconocida, quedándose fija, y deteniéndose maravillada, extasiada, radiante de felicidad, en la abertura de la roca. Miré en aquella dirección y nada vi, a no ser las desnudas ramas del rosal silvestre. Y no obstante ¿qué os diré? Ante la transfiguración de la niña, todas mis preocupaciones anteriores, todas mis objeciones filosóficas, todas mis negaciones preconcebidas cayeron de un golpe, haciendo lugar a un sentimiento extraordinario que me sobrecogió a mi pesar. Sentí la certidumbre de que allí se encontraba, un ser misterioso.

Súbita y completamente transfigurada Bernardita, no era ya Bernardita; era un ángel del cielo. Su actitud, sus movimientos, sus menores ademanes, su manera, por ejemplo, de hacer la señal de la cruz, tenían una nobleza, una dignidad, una grandeza tan admirable, que, si en el cielo se persignasen, solo pueden hacerlo como Bernardita en éxtasis.

Yo estaba profundamente conmovido; procuraba retener el aliento para oír el coloquio entablado entre la Virgen y la niña, expresando ésta de ordinario a la par que un profundo respeto una inmensa alegría, aunque a veces una nube de tristeza venía a velar momentáneamente su rostro. Durante todo aquel tiempo conservaba su rosario en la mano, ora inmóvil abismada en la contemplación de aquel ser divino, ora pasándolo irregularmente entre sus dedos, o ya tomando el movimiento ordinario.» Hasta aquí el Sr. Estrada.

En un momento dado Bernardita se adelantó andando sobre sus rodillas desde el punto donde rezaba, es decir, desde las orillas del Gave hasta el fondo de la Gruta, que se hallaba a unos quince metros. Mientras subía aquella pendiente algo escarpada; oyó de los labios benditísimos de la Virgen Santísima estas palabras: «Penitencia, penitencia, penitencia,» las cuales, repetidas por Bernardita, fueron oídas muy distintamente por las personas que se hallaban a su lado.

Sexto día

Postrado ante el trono de vuestra majestad, Dios mío, yo imploro vuestra piedad y misericordia. Vengo a Vos arrepentido, como el hijo pródigo, por haberme alejado de Vos por el pecado, y quisiera borrar con mis lágrimas y aún con mi sangre las ofensas que os he hecho. ¡Perdón! Señor; no lo merezco, porque muchas veces he despreciado vuestra gracia y reincidido en las mis culpas; pero en este día siento movido mi corazón con especial arrepentimiento de mis pecados, y deseos de no volverlos a cometer jamás. Vos, Madre de misericordia, que no queréis la muerte del pecador, sino que se convierta y viva; Vos que me amonestáis por medio de Bernardita que haga penitencia de mis pecados, Vos ayudadme a hacerla digna y cumplida de todos ellos. Y para que me alcancéis la gracia de no volverlos a cometer, os rezo las siguientes Avemarías y deprecaciones.

 Oración Final

 

Séptimo día:

Meditación

Muy grande y soberano es el premio que está prometido a la obediencia. Bernardita ve el agua cenagosa, que en pequeña cantidad manaba en el hoyo que había hecho en la tierra; oye el mandato de la Visión de beber aquella agua y lavarse con ella y cumpliéndolo fielmente merece que la Virgen fije en ella una mirada benignísima pagándole así con creces el esfuerzo que hizo al cumplir su mandato.

Nada costará quizás tanto a nuestro orgullo, como habernos de humillar a confesar nuestros pecados al ministro de Dios. Mas, ¡Oh! Si los pecadores supiesen las delicias que están escondidas en la piscina saludable de la penitencia, ciertamente se apresurarían a lavarse en ella y purificarse de todas sus culpas; si conociesen el riquísimo don que Jesús les ofrece; si acudiesen a la invitación que les hace Jesús diciéndoles: «bebed de esta agua», se convencerían de que la alegría y paz interior que se halla en sacramento de la penitencia, excede a toda paz y alegría humana, y que los consuelos que proporciona, son sobre todo encarecimiento. Haced la prueba, pecadores, y lo experimentaréis.

Que sea el principal fruto, que saquemos de esta Novena, el hacer en obsequio a la Virgen Santísima una buena confesión antes de terminarla.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 

Parte histórica

Cada día crecía el inmenso oleaje de personas, que acudían a la Gruta. Arrastrados por la universal admiración habían ido muchos escépticos, librepensadores y curiosos, con el objeto de burlarse o de hallar alguna superchería indigna. En esta disposición de ánimo se hallaban, cuando el 25 de febrero se presentó Bernardita, en cumplimiento de la promesa que había hecho a la celestial Visión, de ir a la Gruta durante quince días; y sobrecogidos por una emoción inexplicable, al ver a la niña, se descubrieron y se arrodillaron como todos los demás.

La favorecida pastorcilla, sin cuidarse de nada de cuanto la rodeaba, y pensando sólo en la celestial Aparición, se arrodilló y se puso en oración. Al poco tiempo su faz se transforma y todos creen ver a la Santísima Virgen, en los rayos de luz que se reflejaban en las facciones de Bernardita, a la manera que por los rayos de luz que iluminan las cumbres de las montañas, conocemos que el sol está presente en nuestro horizonte.

Una misteriosa conversación se advierte entre la Reina de los cielos y la humilde pastorcita de la tierra, no desdeñando aquella comunicar a ésta un tercer secreto. Y ahora, añadió la Virgen después de una pausa, ve a beber y lavarte en la fuente y come la yerba que brota junto a ella. Bernardita se quedó suspensa al oír la palabra fuente, y sin apartar los ojos de la Virgen, se dirigió hacia el río, pues por aquellos parajes no había más agua que la que arrastraba el Gave a algunos pasos de las rocas.

Una palabra y un ademán de la Aparición la detuvieron en su camino. «No es ahí» le dijo; «yo no te he dicho que bebas en el Gave sino en la fuente que está aquí».

Bernardita empezó a escarbar en la tierra, en el lugar que le indicaba la Aparición. De improviso el fondo de aquella cavidad abierta por la niña tornóse húmedo. Un agua misteriosa comenzó a filtrarse gota a gota bajo las manos de Bernardita, y a llenar aquel hueco del tamaño de un vaso que acababa de formarse.

Aquella agua, al mezclarse con la tierra removida por las manos de la niña, no formaba en un principio más que barro. Bernardita trató por tres veces de llevar a sus labios aquel cenagoso líquido; pero por tres veces fue tan fuerte su aversión, que lo arrojó sin tener fuerzas para tragarlo. No obstante quería ante todo obedecer a la radiante Aparición, y a la cuarta vez, venció su repugnancia, bebió, se lavó, y comió un poco de la planta campestre que brotaba al pie de la roca.

Cuando Bernardita cumplió todas las órdenes que había recibido, la Virgen fijó en ella una mirada llena de satisfacción y a los pocos instantes desapareció.

Séptimo día

¡Santísima Virgen María, Madre mía! Nuestra Señora de Lourdes, acercándome ya al final de esta novena que estoy celebrando en obsequio y honor vuestro, no quiero resistir más a los llamamientos interiores que me incitan a sellarla con una buena confesión de todas mis culpas. Sí, quiero confesarme bien para recibir dignamente a Vuestro Santísimo Hijo el último día de la Novena. Vos, Señora que me inspiráis este deseo, alcanzadme gracia para practicarlo, a fin de que mi confesión sea grata a los divinos ojos, y mi alma quede enteramente purificada, y lleve en adelante una vida perfectamente cristiana y conforme con los preceptos de la ley divina. Con este objeto os rezo las siguientes Avemarías y deprecaciones:

 Oración Final
 

 

Octavo día:

Meditación

Digna de consideración es la manera de brotar el agua de la fuente milagrosa. Primeramente, empieza el agua a abrirse paso gota a gota, poco después es ya un hilito apenas perceptible; y creciendo sin cesar llega a formarse una fuente que arroja diariamente más de cien mil litros de agua.

La oración tiene que ser perseverante. Por eso dejan de recibirse muchas veces las gracias y favores que se piden al Señor y a la Santísima Virgen, porque no se piden con constancia, pues por razones misteriosas no se conceden de ordinario sino después de instar y de perseverar en la oración.

Las gracias que uno recibe a la manera de la fuente milagrosa, generalmente no producen cambios repentinos, por cuya razón se ha dicho que nadie de repente se hace santo, así como ninguno llega de un solo golpe a ser sumamente malo. Puede Dios nuestro Señor en un solo momento concedernos gracias eficacísimas, que produzcan en nosotros una transformación súbita, pero de ordinario nos las concede según es nuestra cooperación y correspondencia a ellas.

En todos los días ¡cuántas veces habrá Dios tocado, nuestros corazones!… ¿Y será posible que permanezcamos sordos y no acudamos a sus llamamientos…? Una fuente abundante de todas las gracias tenemos en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Es el Autor de todo bien, Jesús, quien desde la sacratísima Hostia nos dice: «Venid a Mí todos.» Acerquémonos a esta fuente del amor divino para apagar la sed que sentimos por las cosas de la tierra, y no desear sino las celestiales y eternas.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 

Parte histórica

El agua que al principio tan tenuemente brotaba de las entrañas de la tierra iba paulatinamente aumentándose hasta llegar a ser una fuente caudalosa. Las gentes, impulsadas por una secreta inspiración, acudían a beber de aquella agua, y hasta los enfermos, reputados por la ciencia muchos de ellos, incurables, al ser bañados, sanaban de sus dolencias. Con estos prodigios, el entusiasmo religioso y la devoción se acrecentaban por momentos; y el pueblo, a pesar de que la Aparición no había dicho quién era, creía que no podía ser otra que la Madre de Dios. Bernardita, que ansiaba también saber quién era la hermosa Señora, al verla el 25 de Marzo, como siempre, rodeada de luz indescriptible y con una bondad sin igual, se atrevió a decirla:

«Señora, ¿tendréis la bondad de decirme quién sois y cuál es vuestro nombre?».

La bendita Aparición sonrió sin contestar, Animada por su benevolencia, Bernardita insistió: «oh Señora! ¿queréis tener la bondad de decirme vuestro nombre?» Los resplandores de la Aparición aumentaron, como si fuese creciendo en alegría; pero tampoco respondió. Bernardita, extasiada ante esta hermosura, redobló sus instancias, pronunciando por tercera vez estas palabras: «Señora, ¿queréis tener la bondad de decirme cuál es vuestro nombre?» A pesar de tantas instancias, la Aparición permanecía silenciosa. La niña, como si una inspiración superior la guiara, por cuarta vez dijo: «¡Oh Señora! os lo suplico, ¿queréis tener la bondad de decirme quién sois y cómo os llamáis? A esta última súplica, la Aparición desplegó las manos, suspendió del brazo derecho el rosario, abrió los brazos y los inclinó al suelo, corno para indicar las bendiciones que derramaría sobre la tierra. Después elevándolos hacia el cielo, pronunció con una gratitud indecible: «Yo soy la Inmaculada Concepción.»

Octavo día

¡Oh Inmaculada María; toda hermosa, ¡pura y sin mancha desde el primer instante de vuestra Concepción! Alcanzadme la pureza de alma y cuerpo, y la limpieza de toda culpa, para que pueda acercarme dignamente al Santísimo Sacramento del altar. Si el ciervo sediento corre presuroso a las aguas cristalinas para apagar su sed, sedienta se halla mi alma, por acercarse a ese Sacramento de bondad y de amor. Obtenedme, Virgen Santa, tal gracia al recibir mañana a vuestro Santísimo Hijo en la comunión, que jamás llegue a echarlo de mi alma por el pecado, porque sin Jesús, que es mm vida, mi dicha y todo mi consuelo, no puedo vivir, ni tener paz en mi corazón. Para conseguir esto os saludo con las siguientes Avemarías y deprecaciones.

 Oración Final
 

 

Noveno día:

Meditación

Gran consuelo es para nosotros el considerar la solicitud maternal de María para con los hombres. Nadie puede llegar a comprender en esta vida, todo lo que María ha hecho y hace para salvarnos. Siendo Ella la Madre de la misericordia, como la llama la Iglesia, es el medio por donde nos vienen todas las gracias que Dios quiere dispensarnos.

Con gran ternura las comunica al justo, para que persevere en el servicio del Señor; con gran solicitud las procura y se las envía al pecador, para que, aún en medio de sus extravíos, no se endurezca su corazón, y vuelva en sí, y se convierta y se salve.

Si alguno se pierde, no eche a nadie más que a sí mismo la culpa de su perdición, porque Dios nos ha descubierto en su Madre en estos últimos tiempos por medio de Bernardita, todos los tesoros de su gracia y de su amor. Nosotros que tenemos la dicha de ser el objeto de la solicitud maternal de María y que nos hemos consagrado a Ella ingresando en su Cofradía, conduzcámonos como verdaderos hijos y devotos suyos, cumpliendo con las obligaciones que contrajimos al ser regenerados en las aguas del bautismo; pues en esto consiste la verdadera y principal devoción a María.

Huyamos con sumo cuidado y diligencia de todo aquello que puede apartarnos del recto camino que nos conduce al cielo; de las malas lecturas, de los falsos amigos, de las reuniones peligrosas, pues guardándonos a nosotros mismos, Dios también nos guardará y nos sostendrá para que no caigamos de su divina gracia.

Medítese sobre lo dicho y pida cada uno la gracia que desea alcanzar por medio de esta Novena.

 

Parte histórica

Dieciocho veces se había aparecido la Santísima Virgen a Bernardita, siendo la última en el día que la Iglesia dedica en honor de Nuestra Señora del Carmen.

Multitud de gentes en muchas ocasiones habían presenciado la admirable transformación, que causara en la niña la Aparición.

Una fuente misteriosa había brotado bajo las manos de la pastorcita, guiada por las indicaciones de la Señora; muchos enfermos de alma y cuerpo habían recobrado la salud; y a pesar de todo los librepensadores se obstinaban en negarlo todo sin someterse a las pruebas, a que los católicos les provocaban.

Siempre han sido los mismos los impíos; ellos que tanto claman por los fueros de la razón, son los que menos los respetan en cuanto dejan de serles favorables. Mas, en lo que a la Aparición de la Santísima Virgen de Lourdes se refiere, aun cuando hubiesen querido perseverar en seguir su sistema sobredicho, de nada les hubiera servido, pues los sucesos se habían verificado de una manera tan prodigiosa, que sin remedio tuvieron que verse humillados y confundidos sin recurso de apelación.

Desde el fondo de una roca desierta, y anunciada por la voz de una niña, lo sobrenatural se había abierto camino, derribando todos los obstáculos, arrastrando a las muchedumbres y conquistando a su paso todos los corazones que de buena fe buscaban la verdad.

El Sr. Obispo de Tarbes, después de la más escrupulosa depuración de los hechos confirmó la verdad de las apariciones por un decreto de 18 de Enero de 1862. Desde entonces el mundo entero católico, ansioso de corresponder a los deseos de la Santísima Virgen, ha acudido a su llamamiento y todos los años llegan a Lourdes muchos millares de peregrinos de las cinco partes del mundo. Nosotros en esta Novena hemos procurado también honrar a la que descendió de los cielos para nuestro bien.

Noveno día 

¡Inmaculada y Santísima Madre de Dios! Altísimas lecciones me habéis dado en esta Novena; saludables y amorosas invitaciones he recibido; no quiero ser ingrato ni obstinado. Decididamente me propongo servir a Dios con fidelidad, amarle con todo el afecto de mi alma, y honraros a Vos como a Madre mía queridísima. Imprimid estos efectos en mi corazón para que jamás los olvide; obtenedme la gracia de perseverar constantemente en estos Santos pensamientos hasta exhalar el último suspiro de mi vida, mereciendo, ahora y siempre vuestra protección, hasta que tenga la dicha de gozar en el cielo de las infinitas delicias, que Dios tiene preparadas para los que le aman. Y a fin de que estos mis propósitos os sean más aceptables, os saludo con las siguientes Avemarías y deprecaciones:

 Oración Final
 

 

 Oración final para todos los días

Tres AVEMARÍAS, añadiendo después de cada una «VIRGEN, DE LOURDES, RUEGA POR NOSOTROS».

Oración de San Bernardo

Acuérdate, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorado tu asistencia y reclamado tu socorro, haya sido abandonado de Ti; animado con esta confianza a Ti también acudo, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana; no deseches, Madre de Dios, mis humildes súplicas, antes bien escúchalas y dígnate acogerlas benignamente. Amén.

Oración Final

Inmaculada Señora de Lourdes, Santísima Virgen María, Madre de Jesucristo y Madre mía, por el grande amor que mostraste a los hombres, dignándote aparecer en una tosca gruta e instruir a la joven y dichosa Bernardita, te ruego me hagas merced de alegrar mi corazón con tus influencias soberanas. Y así, Señora, como hiciste brotar en la gruta de Lourdes aquel manantial riquísimo de cristalinas y saludables aguas, para remedio del cuerpo, derrama sobre mi pobre alma las dulcísimas y fértiles aguas de la gracia, que apaguen mi sed por las cosas de la tierra, y limpien mi espíritu para que sea digno de los goces purísimos del cielo. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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Bendita seas madre

María madre de gracia

Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra.» (Génesis 1,27-28)

Dios creó a la humanidad a imagen suya; macho y hembra. Con el mandato de ser fecundos, multiplicarnos, henchir la tierra y someterla.

Esta es una ley que emana de la Sabiduría de Dios y nadie puede quebrantarla sin sufrir las consecuencias. No es que Dios castigue al infractor, sino que todo tiene un propósito y el que pretende desconocerlo termina finalmente por destruirse.

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Novena a la Virgen del Rosario

Novena a la Virgen del Rosario.

virgen del rosario

 

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Amén.

Oración inicial para todos los días

¡Oh Madre y clementísima Virgen del Rosario! Tú que plantaste en la Iglesia, por medio de tu privilegiado hijo Domingo, el místico árbol del Santo Rosario, haz que abracemos todos, tu santa devoción y gocemos su verdadero espíritu; de suerte que aquellas místicas rosas sean en nuestros labios y corazón, por los pecadores medicina y por los justos aumento de gracia..

Amén.

 

 Día Primero       –         Día Segundo  –      Día Tercero
Día Cuarto         –          Día Quinto  –         Día Sexto
Día Séptimo      –          Día Octavo   –        Día Noveno

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Novena por la Natividad de la Santísima Virgen María

Novena por la Natividad de la Santísima Virgen María

Natividad de la Virgen María

 

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Amén.

Oración para todos los días

Virgen María, Madre de Dios, Reina y Madre mía, acudo a Ti, llena de confianza y amor, porque creo que es por medio de Ti, que Jesús, verdadero Hijo de Dios y verdadero hijo tuyo, ha querido, quiere y querrá hasta el final de los tiempos derramar sobre mí pecador, todas las gracias, los bienes y la infinita misericordia que guarda en su Divino Corazón. Por esto te suplico a Ti, Madre de Bondad y de Misericordia, que me alcances de Jesús, la conversión de corazón, el perdón de mis pecados, el remedio de mis necesidades, la fortaleza en mis pruebas y sufrimientos, el consuelo en mis tristezas, sobre todo la salvación de mi alma, y lo que Te pido en esta Novena, si es según la Voluntad de Dios Padre, para mayor Gloria Suya, alabanza Tuya y bien de las almas y de mi alma.

Así sea.

Pídase las gracias que se desee

 

 Día Primero       –         Día Segundo    –       Día Tercero
Día Cuarto         –          Día Quinto       –         Día Sexto
Día Séptimo      –           Día Octavo      –        Día Noveno

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La asunción de la Virgen María

La asunción de la Virgen María

Asunción de la Virgen María

Alégrate y gózate Hija de Jerusalén
mira a tu Rey que viene a ti, humilde,
a darte tu parte en su victoria.

Eres la primera de los redimidos
porque fuiste la adelantada de la fe.

Hoy, tu Hijo, te viene a buscar, Virgen y Madre:
“Ven amada mía”,
te pondré sobre mi trono, prendado está el Rey de tu belleza.
Te quiero junto a mí para consumar mi obra salvadora,
ya tienes preparada tu “casa” donde voy a celebrar
las Bodas del Cordero:

• Templo del Espíritu Santo
• Arca de la nueva alianza
• Horno de barro, con pan a punto de mil sabores.

Mujer vestida de sol, tu das a luz al Salvador
que empuja hacia el nuevo nacimiento
Dichosa tú que has creído, porque lo que se te ha dicho
de parte del Señor, en ti ya se ha cumplido.

María Asunta, signo de esperanza y de consuelo,
de humanidad nueva y redimida, danos de tu Hijo
ser como tú llenas del Espíritu Santo,
para ser fieles a la Palabra que nos llama a ser,
también como tú, sacramentos del Reino.

Hoy, tu sí, María, tu fiat, se encuentra con el sí de Dios
a su criatura en la realización de su alianza,
en el abrazo de un solo sí.

Amén.

Aciprensa

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ORACION A MARIA REINA DE LOS ANGELES

ORACION A MARIA REINA DE LOS ANGELES

(festividad 2 de agosto)

María Reina de los ángeles

Antífona

Bajo tu título tan querido por San Francisco, Nuestra Bendita Señora de los Ángeles, ¡te alabamos! Danos tu auxilio para que nuestras vidas sean más seráficas, y nunca te fallen.

 

Oh Dios, quien nos permites cada año celebrar nuevamente el día de dedicación la Pequeña Porción de Nuestra Señora de los Ángeles; escucha piadosamente las oraciones de tu gente y otórgales la gracia que todos los que entran en la capilla u otra que la representa, para pedir misericordia y gracias, pueda alegrarse en la respuesta plenaria a esas oraciones. A través de Jesucristo Nuestro Señor.

Amén

 

Oh Dios, Quien a través de tu Santísima Madre, exaltada por encima de los coros angelicales, ha llamado a todos los hombres de buena voluntad a recibir Tu misericordia; otórganos lo mismo que te pedimos, quienes otorgamos el recuerdo de la consagración de Su capilla, puedan ser liberados ahora de sus pecados, y obtener la plenitud de gracia, hasta al menos cuando obtengamos la compañía de sus benditos ángeles y la felicidad de su mansión celestial. Quien vive y reina por los siglos de los siglos.

Amé

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Consagracion a la Santísima Virgen María

Consagración a la Santísima Virgen María

consagración

Consagración a la Santísima Virgen María hecha por el Papa Juan Pablo II y los Obispos del Mundo 25 de marzo de 1984

1. «Recurrimos a tu protección, Oh! Santa Madre de Dios.»
Al repetir las palabras de esta antífona, con la cual la Iglesia de Cristo ha orado por siglos, nos vemos hoy ante ti, Madre, en el año Jubilar de la Redención.
Nos encontramos unidos a todos los Pastores de la Iglesia de una manera particular ya que constituimos un solo cuerpo y un solo colegio junto a Pedro.
En el vínculo de esta unión, pronunciamos las palabras de la presente consagración, en las que deseamos incluir, una vez más, las esperanzas y ansiedades del mundo moderno.
Hace cuarenta años y de nuevo, diez años después, su servidor el Papa Pío XII, teniendo ante sus ojos las experiencias dolorosas de la familia humana, consagró y confió al mundo entero a tu Inmaculado Corazón, especialmente a aquellas personas, por las que tienes un amor y preocupación particular, dadas sus circunstancias.
Nosotros también tenemos hoy, a este mundo de individuos y naciones ante nuestros ojos; el mundo del segundo milenio que se acerca ya a su fin, el mundo moderno, nuestro mundo!

La Iglesia, teniendo en cuenta las palabras del Señor: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes ….Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.» (Mt 28:19-20), ha dado, en el Concilio Vaticano II, vida fresca al conocimiento de su misión en este mundo.

Por lo tanto, Oh Madre de los individuos y de los pueblos, tu que conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas, tu que tienes el conocimiento materno de todas las batallas entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad, que afligen al mundo moderno, acepta nuestra súplica que dirigimos a tu Corazón movidos por el Espíritu Santo.
Abraza, con el amor de Madre y de Sierva del Señor, este nuestro mundo, que confiamos y consagramos a ti, ya que estamos llenos de preocupación por el destino terrenal y eterno de los individuos y de los pueblos.

De un modo especial te confiamos y consagramos a ti a aquellos individuos y naciones que particularmente necesitan ser confiados y consagrados.
«Recurrimos a tu protección, santa Madre de Dios «: no desprecies nuestras peticiones en momentos de necesidad.

2. Contémplanos, mientras nos encontrarnos frente a ti, Madre de Cristo, ante tu Inmaculado Corazón. Deseamos, junto a toda la Iglesia, unirnos a la consagración, que por amor a nosotros, tu Hijo hizo al Padre: » Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad «. (Jn 17 : 19). Deseamos unirnos a nuestro Redentor, en esta Su consagración para el mundo y para la raza humana, la cual, en su Corazón divino, tiene el poder para obtener el perdón y asegurar la reparación.
El poder de esta consagración, dura por toda la eternidad y abarca a todos los individuos, personas y naciones. Esta supera toda maldad que el espíritu de maldad pueda provocar, y que de hecho ha provocado en nuestro tiempo, en el corazón del hombre y de su historia.
¡Cuan profundamente sentimos la necesidad de consagrar la humanidad y al mundo – nuestro mundo moderno- en unión con el mismo Cristo! Ya que la obra redentora de Cristo, debe ser compartida en el mundo por medio de la Iglesia.
El presente año de la Redención nos muestra esto: el Jubileo especial de toda la Iglesia.
¡Seas tu bendita, sobre todas las criaturas, tu la Sierva del Señor, quien obedeciste, en su totalidad, el llamado divino!
¡Gracias a ti, estamos totalmente unidos a la consagración redentora de tu Hijo!
¡Madre de la Iglesia! ¡Ilumina al Pueblo de Dios en el camino de la fe, esperanza y amor! Ayúdanos a vivir en la verdad de la consagración de Cristo por toda la familia humana el mundo moderno.

3. Al encomendarte a ti, o Madre, al mundo, a todos los individuos y personas, también te encomendamos esta consagración del mundo, colocándola en tu Corazón maternal.

¡Corazón Inmaculado! Ayúdanos a vencer las amenazas del maligno, que tan fácilmente se siembran en los corazones de la gente de hoy, y cuyos efectos inconmensurables ya hacen peso sobre nuestro mundo moderno y parecen bloquear nuestros caminos hacia el futuro!
De la escasez y de la guerra, libéranos.
De la guerra nuclear, de la incalculable auto destrucción, de todo tipo de guerra, libéranos.
De los pecados en contra de la vida del hombre desde su inicio, libéranos.
Del odio y de la reducción de la dignidad de los hijos de Dios, libéranos.
De toda clase de injusticia, en la vida de la sociedad, nacional e internacional, libéranos.
De la disposición a incumplir los mandamientos de Dios, libéranos.
De los intentos de sofocar en los corazones humanos, la verdad de Dios, libéranos.
De la perdida del sentido del bien y el mal, libéranos.
De los pecados contra el Espíritu Santo, libéranos, libéranos.
Acepta o Madre de Cristo, este grito cargado con los sufrimientos de todos los seres humanos, cargado con los sufrimientos de la sociedad.
Ayúdanos con el poder del Espíritu Santo, a vencer todo pecado: el pecado individual y el » pecado del mundo «, todas las manifestaciones del pecado.

Permite que sea revelado, una vez más en la historia del mundo, el infinito poder salvador de la Redención: ¡El poder del Amor misericordioso! ¡Que ponga un alto a la maldad! ¡Que transforme las conciencias! ¡Que tu Inmaculado Corazón revele para todos la luz de la Esperanza!

Juan Pablo II

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Novena a la Virgen de Fátima

Virgen de FátimaNOVENA A LA VIRGEN DE FATIMA DE 4 AL 12 DE MAYO

Este 13 de mayo la Iglesia recuerda un año más de la primera de las apariciones de la Virgen de Fátima a los tres pastorcitos, Lucía, Francisco y Jacinta, ocurridas en Cova da Iria (Portugal) en 1917.

 

 Día Primero       –         Día Segundo    –       Día Tercero
Día Cuarto         –          Día Quinto       –         Día Sexto
Día Séptimo      –           Día Octavo      –        Día Noveno

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