San Juan 3,1-8 – hemos de nacer de nuevo

hemos de nacer de nuevo

«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu». Hemos de nacer de nuevo.

Lunes de la 2ª semana de Pascua| 08 de Abril del 2024 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

nacer de nuevo

Si venimos siguiendo y meditando las lecturas de los Evangelios de las últimas dos semanas, una de las conclusiones a las que seguramente habremos arribado es que el Señor, siendo hombre, como nosotros, tiene un modo de pensar totalmente distinto, que muchas veces nos desconcierta.

Así, queda bastante claro que Sus discípulos lo seguían deslumbrados por todo lo que veían y oían. Sin embargo, el desenlace, aunque Jesús y las mismas Escrituras lo anticipaban, ninguno lo esperaba. No les cabía en la cabeza. Esperaban otra cosa.

Incluso, una vez resucitado, fue muy discreto. Más de uno se hubiera sentido muy contento si Jesús se presentaba a los sumos sacerdotes y autoridades a restregarles Su victoria. Pero no fue así. Incluso entonces su proceder fue distinto. Hay que nacer de nuevo para entenderlo.

nacer de nuevo - 1

Hay que nacer de nuevo para entrar al Reino

Solo así se explican Sus Palabras vivir en el mundo, sin ser del mundo. Eso es lo que se espera de todo cristiano. Para entenderlo y vivirlo hay que recibir el Espíritu Divino. Hay que ser Bautizado. El mismo Señor nos los dice en este pasaje: Hay que nacer de agua y Espíritu.

El Señor en realidad habla muy clara y directamente. Lo que ocurre es que muchos no le entendemos porque estamos en distintos planos. No estamos en sintonía con Él. Y aunque muchos podemos estar bautizados, no nos dejamos gobernar por el Espíritu.

Probablemente no tomamos conciencia del enorme poder que hemos recibido. Tal vez porque no es un poder mundano, administrado para adecuarnos al mundo, sino para ordenarlo a Dios, consagrándolo a Él. Este propósito exige la mirada de quien ha nacido de nuevo.

Lo que nace de la carne es carne, hemos de nacer de nuevo

Es otro modo de señalar los límites de este plano natural. Cabe recordar que los enemigos del alma son mundo, demonio y carne. Quien vive apegado a ellos, no es capaz de alzar vuelo. Esto es necesario y posible para entrar en el Reino. Hay que nacer de nuevo.

Hay que tener vida en el Espíritu. Hemos de dejarnos conducir por Él. Para eso es preciso dejarle entrar en nosotros y esta es la Gracia que nos concede el Sacramento del Bautismo. Es entonces que nos erguimos y podemos ver al mundo desde otra perspectiva, la del Señor.

Solo entonces podemos comprender la inmensidad del Sacrificio de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, que se entrega voluntariamente al horrendo y despiadado sacrificio de la cruz, para salvarnos.

El Señor nos ha comprado al precio de Su sangre

Nuestras vidas tienen sentido porque Él nos ha liberado del yugo del pecado y con él, del abismo y de la muerte. Él ha vencido a la muerte para que nosotros podamos vencer las ataduras que nos tenían aferrados y esclavizados a este mundo.

Todo aquello que nos parecía imposible de vencer, constituye ahora un desafío que aferrados a la Gracia podemos dominar. No existe enemigo por fiero que este sea que su amor y su Gracia no puedan superar. Es preciso educar nuestra vista y nuestro corazón para ponerlo en sintonía con el Señor.

Redefiniendo las razones de nuestra existencia, priorizando aquellas para las que fuimos creados, que el Señor las revela a quien las busca con sinceridad y humildad, no habrá obstáculo en este mundo que finalmente no podamos superar.

No podemos ni ver ni entrar al Reino

Tenemos que nacer de lo alto para poder ver y entrar en el Reino. No está al alcance de todos. Hay que cumplir un requisito: nacer de nuevo. Esta Gracia solo la concede Dios a los Bautizados. De otro modo esta tarea es imposible. De allí la importancia que siempre ha concedido la Iglesia al Bautismo. No da lo mismo.

De allí que el primer Bien que la Iglesia dispone para sus hijos sea el Bautismo. Esta es la llave a la Vida de Gracia. Lo que se han propuesto lograr todos los misioneros en primer lugar. Y, hemos de reconocer, lo primero que se propuso lograr España en Hispanoamérica.

Fuimos tierra de misión y no fue necesaria la fuerza para imponer el cristianismo entre los pueblos prehispánicos. Estos se rindieron al bautismo y al Espíritu, como antes lo hicieron griegos, romanos y todos los pueblos bárbaros que invadieron Europa.

 

Oración:

Padre Santo, te damos gracias por enviarnos a Jesucristo, Tú Hijo, para abrirnos las puertas del cielo, lo que hizo muriendo en la cruz por nosotros y resucitando al tercer día. Te damos gracias por enviarnos al Espíritu Santo, sin cuya Gracia distribuida en los Sacramentos resultaría imposible alcanzar nuestra salvación. Todo esto te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

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