perdón de los pecados

San Lucas 24,35-48 – perdón de los pecados

perdón de los pecados

«…el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos».

Jueves de la Octava de Pascua| 04 de Abril del 2024 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

perdón de los pecados

Esta es ya una segunda aparición a los discípulos. Ante el temor que les causa su aparición de la nada, como en Emaus, es preciso que les explique las Escrituras desde Moisés hasta la proclamación de la conversión para el perdón de los pecados.

Los discípulos estaban aterrorizados, nos dice el Evangelio. No es para menos. El Señor se apareció de un momento a otro en medio de ellos. Si no era normal verlo aparentemente íntegro, después de cuanto les constaba había padecido antes de expirar, lo era menos que apareciera en medio de ellos.

Era esta una situación muy sorprendente y difícil de asimilar. Se trataba de un suceso insólito y al mismo tiempo muy alegre. Había resucitado, tal como lo había anticipado en muchas ocasiones y acababa de explicárselos. Había triunfado sobre la muerte.

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Conversión para el perdón de los pecados

Soy yo, en persona. Nos soy ningún espíritu. Vean mis heridas. Como siguieran perplejos, les pide algo de comer. Y, delante de ellos come un trozo del pescado que le alcanzaron. Nuevamente como con los de Emaus, les explicó que era necesario que se cumpliera todo lo escrito.

Todo esto sucedía para que en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos. La conversión, en primer lugar. Para el perdón de los pecados. Nuevamente, es preciso convertirse para el perdón de los pecados.

La condición para el perdón de los pecados es la conversión. Dicho de otro modo, sin conversión no hay perdón de los pecados. Y sin el perdón, aunque no se diga en ese momento, no hay salvación posible. Esta es la razón que motivó su sacrificio.

Cristo padeció por nosotros

Era necesario que Jesucristo, el Hijo de Dios, padeciera esta muerte ignominiosa en la cruz para alcanzar nuestra salvación. ¿Qué impedía nuestra salvación? Nuestros pecados. Era preciso que estos fueran perdonados y no había otro modo que entregando Su vida por nosotros.

Su sacrificio pone al alcance de todos la Vida Eterna, el Bien más preciado y hasta entonces inalcanzable para todo hombre. Pero la salvación no se da automáticamente a todos, sino que está sujeta a la aceptación inequívoca de cada quien.

Dios Padre nos ha creado libres, por lo que Jesucristo habría de salvarnos a condición que aceptemos este, el mayor milagro puesto a nuestro alcance con una sola condición: que cada uno lo acepte libremente. Por eso es necesaria la conversión.

La conversión

La conversión es el resultado de un acto racional que nos lleva a actuar libremente optando por la Verdad. Es el resultado del discernimiento iluminado por la razón y la fe. Por ello es necesario la proclamación del Evangelio.

De allí que el mandato del Señor antes de ascender al cielo sea:

5.Y les dijo: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
16.El que crea y sea bautizado se salvará, pero el que no crea se condenará.
Marcos 16, 15-16

Los cristianos tenemos la obligación de predicar el Evangelio, con miras a la salvación de todo el mundo. En ese sentido nos hacemos partícipes de la misma Misión de Jesucristo. Pero es preciso creer y ser bautizado para salvarse.

Convertirse y creer

A todos nos asiste la libertad de convertirnos y creer para el perdón de los pecados. Este es el Camino de la Salvación. Los cristianos, como luz y sal del mundo, tenemos el deber de iluminar este Camino. Así nos hacemos partícipes de la misión de Cristo, por amor.

Por ello no podemos ser confusos ni ambiguos en la presentación del Evangelio: Es la Palabra de Dios que todos están llamados a escuchar, discernir y dejarse transformar por ella. Porque solo la Palabra de Dios tienen este poder.

No es a nosotros que predicamos. Ni presentamos las cosas según nuestro modo y mejor entender. La salvación de las almas está en juego, así que debemos apegarnos a nuestra misión de proclamar el Evangelio e inducir al bautismo para la salvación. Jesucristo y la Gracia de Dios harán su parte.

 

Oración

Padre Santo, no permitas que evadamos nuestra responsabilidad, dejándonos llevar por interpretaciones ambiguas o modernistas que pretenden que renunciemos a cumplir con Tu Voluntad en nombre de un mal entendido respeto a las creencias y juicios evidentemente errados de quienes no te conocen. Que entendamos que nuestros hermanos tienen derecho a que se les proclame la Verdad contenida en la Escrituras sin enmiendas ni tapujos y nosotros tenemos el deber de cumplir con esta Misión. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

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