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Mateo 20,20-28 – el Hijo del hombre no ha venido a ser servido

El Hijo del hombre no ha venido a ser servido

…el que quiera ser el primero entre ustedes, será su esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.

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Mateo 20,20-28 – el Hijo del hombre no ha venido a ser servido

Mateo – Capítulo 20 – el Hijo del hombre ha venido a servir

Reflexión: Mateo 20,20-28

El Señor inmediatamente nos vuelve a tierra. Su forma de ver el mundo, sus expectativas y sus instrucciones son diametralmente opuestas a las nuestras, a las entronizadas por este mundo utilitarista e inhumano.

El Señor no ha venido a consagrar nuestra forma de vida, lo que muchos consideran como lo más natural y la razón por la cual se adhieren al cristianismo. ¡El Señor ha venido a salvarnos! Obviamente se trata de un acto que de por sí advierte un peligro.

No puede ser motivo de un procedimiento y una acción de salvataje, sino aquello que está perdido. La opinión de cada uno de nosotros a este respecto puede ser diversa, sin embargo, lo que importa es que a juicio de Dios nos estamos perdiendo.

No se trata de una simple percepción que pudiera ser acertada o equívoca. Se trata del juicio de Dios. Es nuestro Creador, revelado por Jesucristo como nuestro Padre, quien ve y se inquieta por lo que nos está sucediendo.

Si consentimos en que para ser reconocido como Dios un ser Divino ha de ser Omnipotente, Omnipresente, Omnisciente, es decir, poseer todas las cualidades elevadas a un grado superlativo, en lo que diga no puede haber error.

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El más pequeño en el Reino de Dios

Oremos:

Padre Santo, danos la capacidad para entender que el Reino de Dios no es un espacio físico, ni una comarca, sino un modo de vida en el que Dios ocupa el centro y con Él, en consecuencia, nuestros hermanos…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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El más pequeño

Lucas 7,24-30 el más pequeño en el Reino de Dios

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Lucas 7,24-30 – el más pequeño en el Reino de Dios

El más pequeño en el Reino de Dios

Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él.

Texto del evangelio Lc 7,24-30

24. Cuando los mensajeros de Juan se alejaron, se puso a hablar de Juan a la gente: «¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
25. ¿Qué salieron a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten magníficamente y viven con molicie están en los palacios.
26. Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Sí, les digo, y más que un profeta.
27. Este es de quien está escrito: He aquí que envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino.
28. «Les digo: Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él.
29. Todo el pueblo que le escuchó, incluso los publicanos, reconocieron la justicia de Dios, haciéndose bautizar con el bautismo de Juan.
30. Pero los fariseos y los legistas, al no aceptar el bautismo de él, frustraron el plan de Dios sobre ellos.

Reflexión: Lc 7,24-30

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Lucas 7,24-30 el más pequeño en el Reino de Dios

En este período de Adviento, ya tan próximo a Navidad es importante que reflexionemos en esta realidad crucial y fundamental de Jesús: su nacimiento entre los pobres. Así lo dispuso Dios. Hay en ello toda una pedagogía que tenemos que entender.

No basta con repetir que Jesús nació en un pesebre. Debemos esforzarnos en vivenciar esta realidad y hacerla reconocer y vivir a los niños y jóvenes. No hay vergüenza en ello, sino todo lo contrario. Dios eligió para Su Hijo esta situación.

Seamos francos, según nuestros criterios, ¿no parece disparatada esta decisión de Dios? Claro, la aceptamos, porque si Dios en su Infinita Sabiduría escogió eso, Él tendrá sus razones. ¿Basta con eso? ¿No tendríamos que preguntarnos qué consecuencias podría tener esto para nuestras vidas?

Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él.

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Mateo 21,28-32 – los publicanos y las rameras

Los publicanos y las rameras

Porque vino Juan a ustedes por camino de justicia, y no creyeron en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y ustedes, ni viéndolo, se arrepintieron después, para creer en él.

Texto del evangelio Mt 21,28-32

28. «Pero ¿qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: «Hijo, vete hoy a trabajar en la viña.»
29. Y él respondió: «No quiero», pero después se arrepintió y fue.
30. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: «Voy, Señor», y no fue.
31. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?» – «El primero» – le dicen. Díceles Jesús: «En verdad les digo que los publicanos y las rameras llegan antes que ustedes al Reino de Dios.
32. Porque vino Juan a ustedes por camino de justicia, y no creyeron en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y ustedes, ni viéndolo, se arrepintieron después, para creer en él.

Reflexión: Mt 21,28-32

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Mateo 21,28-32 los publicanos y las rameras

Nada nos gusta más que los elogios. Las reprimendas son para los demás. Por eso hoy, ante las duras palabras del Señor, más de uno de nosotros volveremos nuestros ojosa ver a otros. O trataremos de pensar a quién se las dirige en términos históricos.

Pocos habremos que reconoceremos hidalgamente que el Señor se está dirigiendo a cada uno de nosotros, con nombre y apellido. ¡Sí! Pues cuantos hemos oído hablar de Jesús, sabemos perfectamente quién es y aun decimos que creemos, pero nuestra vida sigue igual.

Los que se oponen a Dios, los que lo niegan, por lo menos hacen efectivamente eso con su estilo de vida. En cambio, nosotros decimos creer, pero seguimos haciendo exactamente lo mismo. La fe no se confiesa con palabras, sino con obras

Porque vino Juan a ustedes por camino de justicia, y no creyeron en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y ustedes, ni viéndolo, se arrepintieron después, para creer en él.

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Lucas 6,20-26 – Felices ustedes, los pobres

Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!

Texto del evangelio Lc 12,32-48 – Felices ustedes, los pobres

20. Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
21. ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
22. ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y proscriban su nombre, considerándolo infame, a causa del Hijo del hombre!
23. ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas
24. Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
25. ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
26. ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!

Reflexión: Lc 6,20-26

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Lucas 6,20-26 Felices ustedes, los pobres

El que está con el Señor, va contra corriente. Esto es necesariamente así, porque, tal como nos lo dice Jesucristo, no somos de este mundo. Dicho de otro modo, mala señal si estamos completamente instalados y adaptados a las prácticas de este mundo.

Tengamos en cuenta a quienes se dirige el Señor, que el destaca muy claramente las características de sus seguidores, aquellos a los cuales bendice. Es por los que son como ellos que vino el Señor. Habrá que detenernos a preguntarnos sinceramente cuánto nos asemejamos a ellos.

¿Somos de los pobres o tal vez de los que padecen hambre? ¿Somos de los tristes, de los desconsolados por alguna aflicción? ¿O tal vez somos de los marginados, de los perseguidos, de aquellos de los que nadie quiere saber nada? ¿Finalmente, tal vez seamos de aquellos que incomodamos por nuestras ideas, por nuestras exigencias éticas, morales y religiosas?

Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!

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Lucas 13,22-30 – Traten de entrar por la puerta estrecha

Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan? El respondió: Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.

Texto del evangelio Lc 13,22-30 – Traten de entrar por la puerta estrecha

22. Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
23. Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?». El respondió:
24. «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.
25. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: «Señor, ábrenos». Y él les responderá: «No sé de dónde son ustedes».
26. Entonces comenzarán a decir: «Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas».
27. Pero él les dirá: «No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!».
28. Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera.
29. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.
30. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos».

Reflexión: Lc 13,22-30

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Lucas 13,22-30 Traten de entrar por la puerta estrecha

El mensaje del Señor es siempre uno, siempre el mismo. Si en alguien podemos confiar precisamente es en Él, porque Él es siempre fiel, Él nunca falla. Y nos pide a nosotros que le sigamos. Que nos mantengamos fieles y constantes.

¿Cómo hacer para perseverar en el Camino del Señor? Hay que aprender a reconocer algunos principios básicos, que debemos usar para medir o evaluar cada situación. Estos han de ser como nuestros prismáticos o nuestras gafas para ver el mundo.

Debemos observar y evaluar cada situación, optando por el Camino adecuado, el único que nos lleva a alcanzar la promesas de Cristo. Ese debe ser siempre nuestro afán. Nada dará el verdadero sentido a nuestras vidas, como seguir al Señor.

Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan? El respondió: Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.

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Lucas 9,11b-17 – pronunció sobre ellos la bendición

Texto del evangelio Lc 9,11b-17 – pronunció sobre ellos la bendición

11. El los recibió, les habló del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados.
12. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: «Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto».
13. Él les respondió: «Denles de comer ustedes mismos». Pero ellos dijeron: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente».
14. Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: «Háganlos sentar en grupos de cincuenta».
15. Y ellos hicieron sentar a todos.
16. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud.
17. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

Reflexión: Lc 9,11b-17

Jesús es Dios. Solo Dios puede hacer lo que Él hace. No solo multiplica los 5 panes y 2 peces y los reparte entre más de 5mil, sino que la gente lo sigue con tal devoción, que se dejan llevar sin reparar en nada, ni en el hambre, ni en la hora, ni en el cansancio. Se entregan confiadamente a sus manos. Seguramente ha habido muy buenos predicadores que han atraído a mucha gente, pero ¿cuántos de este modo, por tanto tiempo y a tal cantidad de gente? El Señor curaba y enseñaba, pero sin duda algo había en sus palabras, en su presencia, en su mirada que cautivaba a todo ese gentío. Todo el mundo quería verlo, oírlo, tocarlo. Y una vez que lo hacían, no podían alejarse. Querían permanecer con Él. ¿De qué otro modo podemos explicar que se hubieran alejado tanto de los poblados, olvidándose de todo? Tenían que sentirse reconfortados, admirados, atraídos y apaciguados. Sus palabras habrían de ser como un manantial de agua fresca, como un manantial de vida. Tocaban las más profundas fibras de su corazón y su mente, los consolaba e iluminaba. Estar a Su lado era una experiencia maravillosa. El Señor atrae y cautiva, por su sencillez, por su sabiduría, por su sinceridad, por su claridad. Cada quien se sentía tocado de forma íntima y personal. No había desperdicio en cuanto decía. Y su voz, también debía ser potente y cadenciosa, puesto que no había altoparlantes, ni modo electrónico alguno para hacerse oír por todos, y sin embargo, así debía ser, de otro modo no lo seguirían. Pero hay algo más: el Señor irradiaba autoridad. Hablaba como el que sabe, sin necesidad de imponerse por la fuerza, ni mucho menos despreciar a nadie. Hablaba con mucho respeto y sus palabras les hacían sentir dignos y amados a todos los que le escuchaban. No había grosería, ni sarcasmo, ni ironía, ni insultos, ni mentiras, ni odio. Jesucristo era percibido como alguien extraordinario, que correspondía con creces a las características de aquél al que habían estado esperando. Era el Mesías, el enviado, de un Reino de otro mundo, que sin alcanzar a comprender en su magnitud los llenaba de paz, amor, esperanza y alegría. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud.

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El Espíritu Santo habita en nuestros corazones

El Espíritu Santo habita en nuestros corazones

Una hermana nos hace la siguiente pregunta:

Tengo una duda sobre El Espíritu Santo y quisiera que me ayudaras a disiparla. ¿Si el Espíritu Santo habita en nuestros corazones porque lo invocamos? ¿Porque cuando oramos le decimos Ven si ya está dentro de nosotros? ¿Es por falta de Fe?

Muy interesante tu pregunta querida hermana. Un reto para el que no parecen brotar las palabras inmediatamente, por lo que en un primer momento nos dejó paralizados como quien efectivamente había encontrado una incongruencia. Así parece a primera vista, pero no lo es para quien se pone en manos del Señor e invoca el auxilio del Espíritu Santo, como lo acabamos de hacer.

Nosotros creemos en Dios y por eso sabemos que Dios tiene una serie de atributos que -confieso no me los sé de memoria-, que los podemos encontrar por la observación y el mismo razonamiento lógico, pero que también los describe el Catecismo de la Iglesia y más sucintamente el artículo que enlazo.

Pero Dios es ante todo y antes que nada Infinito, es decir el Innombrable, alguien cuya inmensidad y poder podemos tratar de intuir e imaginar, pero que nunca llegaremos a abarcar por completo por una simple razón: si pudiéramos hacerlo, inmediatamente seríamos más que Dios o en otras palabras, habríamos encontrado sus límites, lo cual hemos de aceptar, es IMPOSIBLE, para quienes creemos en Dios y conforme a los atributos señalados e intuidos lo consideramos por encima de todo y sabiéndonos limitados.

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