Padre mío y Padre vuestro
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
Martes de la Octava de Pascua | 02 de Abril del 2024 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Hechos 2,36-41
- Salmo 32,4-5.18-19.20.22
- San Juan 20,11-18
Reflexión sobre las lecturas
Padre mío y Padre vuestro
¡Qué glorioso encargo le da Jesucristo a María! Nadie más podrá en el universo dar encargo más excelso. Lo que dice el Señor debía ser suficiente para llenarnos de alegría, esperanza y confianza. No ha habido ni habrá distinción más grande.
¿Qué más necesitamos escuchar? ¿Quién más podría darnos noticia más grande con tan pocas palabras? ¡Nadie! Estas debían ser suficiente, una vez escuchadas, para ordenar en forma definitiva nuestra vida en la única dirección correcta.
Jesucristo, el Hijo de Dios, una vez resucitado le pide a María que vaya a sus hermanos y les diga: Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro. Esta sola declaración tendría que ser suficiente para quienes han atestiguado el suceso más extraordinario de la historia.
Padre mío y Padre vuestro es el núcleo
Discernir, recapacitar y tratar de entender estas solas palabras puede constituir de por sí la salvación de nuestras almas. Quien realmente alcanza a comprenderlo, no puede vivir de otro modo que no sea conforme a la Voluntad de Dios.
Porque resulta que ese Padre mío y Padre vuestro es la misma persona Divina a la que se refiere con Dios mío y Dios vuestro. No es solo que somos hijos de un mismo Padre y que por lo tanto somos hermanos, sino que este Padre nuestro es nuestro Dios.
Sabemos pues que hay pues un solo Dios creador de universo, por el que fueron hechas todas las cosas, que es Padre de Jesucristo. Pero aquí nos confirma de forma inequívoca que Él es también Padre nuestro. Somos hijos de un mismo Padre, y este es Dios.
Dios es nuestro Padre
¡Qué mayor herencia! ¡No hay distinción más grande! ¡Cuán infinita es nuestra riqueza! No importa quién seas tú o quién sea yo, nuestro Padre es Dios. ¿Podrá alguien velar mejor que Él por cada uno de nosotros? Esto es lo que nos decía claramente Jesucristo en el siguiente pasaje:
26. Miren las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y su Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas?
27. Por lo demás, ¿quién de ustedes puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?
28. Y del vestido, ¿por qué preocuparse? Observen los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan.
29. Pero yo les digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
30. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con ustedes, hombres de poca fe?
31. No anden, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?
32. Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe su Padre celestial que tienen necesidad de todo eso.
33. Busquen primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura.
Mateo 6,26-33
Somos hijos de un mismo Padre
Saber que Dios es Padre de Cristo y Padre nuestro tiene que obligarnos necesariamente a reformular nuestras vidas. Este es un hecho real, de tal magnitud y contundencia, que debe determinar un ajuste en nuestras brújulas. La única dirección posible es el Norte.
No da lo mismo desviarnos unos cuantos grados y mucho menos ir en sentido opuesto. Es que el solo hecho de conocer que Dios es nuestro Padre, si somos sensatos, debe llevarnos a preguntarle qué debemos hacer. ¿Cuál es Su Voluntad?
¿Por qué? ¡Porque es Dios! Él sabe lo que nos conviene. Él nos ha engendrado. Ahora podemos entender por qué Jesucristo nos enseñó el “Padre nuestro”. Entre las siete meditaciones / ruegos que contiene esta esta oración, la cuarta es “Hágase Tu Voluntad”
La Voluntad de Dios Padre
No puede haber nada más razonable que hacer la Voluntad de Dios, que por Jesucristo sabemos que es nuestro Padre. Si no permitimos que el Demonio nuble nuestra razón, por pura lógica concluiremos que esto no puede ser sino lo mejor para nosotros.
¿Y cómo podemos conocer la Voluntad de Dios para nuestras vidas? Oyendo a Jesucristo que nos dice: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Él es la marquesina que señala la Dirección correcta. Dicho de otro modo: la respuesta la encontrarás si la buscas sinceramente leyendo, meditando y reflexionando los Evangelios.
Para empezar a leer la Palabra de Dios, que poco a poco te cautivará, No existen reglas, porque como el mismo Señor dice: el que busca encuentra; al que llama se le abre. Él saldrá a tu encuentro. Sin embargo, aquí te dejo el enlace a unas recomendaciones que escribimos hace algún tiempo.
Oración
Padre amado, gracias por darnos esta nueva oportunidad de encontrarnos contigo. Gracias por todo lo que nos das cada día. Gracias por la vida, por nuestra familia, por nuestra esposa, por nuestros hijos. Por tanto hermoso e inmerecido que nos has dado desde el mismo momento en que fuimos concebidos en el seno de nuestras madres. Danos la Gracia de conocer y seguir a Jesucristo, nuestro Señor. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
(62) vistas