Texto del evangelio Mc 9,30-37 – el servidor de todos
30. Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera,
31. porque enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará».
32. Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
33. Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: «¿De qué hablaban en el camino?».
34. Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.
35. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos ».
36. Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:
37. «El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado».
Reflexión: Mc 9,30-37
Las cosas que nos interesan y por las que discutimos, no son en las que Jesucristo está enfocado. Él tiene otra visión de lo que debe ser importante para nosotros, según aquello que le ha manifestado el Padre. Él nos ha creado por amor y nos ha destinado a ser felices y vivir eternamente. Si bien es cierto nos ama sin condición alguna, tan solo porque así lo ha querido, no será posible que todos alcancemos la Vida Eterna como Él quisiera, porque ello depende de nosotros. ¿Por qué haría esto si es verdad que nos ama tanto? Manteniendo nuestro modo de pensar y percibir el mundo, resulta incomprensible lo que estamos diciendo, pero como dijimos antes, hay un punto de vista distinto, el de Dios, al que podemos aproximarnos gracias a Jesucristo. Dios nos ha creado para que seamos felices, pero al mismo tiempo nos ha dotado de las cualidades necesarias para alcanzar este fin por nuestra propia voluntad, dejando que decidamos libremente si queremos o no lo que Él quiere y nos propone. Dios nos ama tanto, que quiere que todos seamos felices, por eso ha enviado a Su Hijo Jesucristo a Salvarnos, es decir, a evitar que nos perdamos, enseñándonos el Camino. Pero nuevamente, le ha dado instrucciones muy precisas para que respete nuestra dignidad. Es decir que Jesús debe Salvarnos, sin imponernos nada, sino persuadiéndonos de escoger lo que más nos conviene. Y para ello no ha escatimado esfuerzo alguno, hasta llegar a dar Su propia vida por nosotros. El reto: convencernos, sin forzarnos y apelando a nuestro libre albedrío para que escojamos lo que nos conviene. Jesús ha hecho todo y como corresponde a Dios, lo ha hecho perfecto. Él ya hizo Su jugada. La pelota está en nuestra cancha. Depende de nosotros. Solo debemos tomar una decisión y elegir entre Dios o el Dinero. Eso es todo. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos ».
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