Reino de Dios
«La venida del Reino de Dios no se producirá aparatosamente, ni se dirá: ‘Vedlo aquí o allá’, porque, sabedlo bien, el Reino de Dios ya está entre vosotros.»
Jueves de la 32 Semana de T. Ordinario | 16 de noviembre del 2023 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Deuteronomio 7,6-11
- Salmo 118
- Lucas 17,20-25
Reflexión sobre las lecturas
Reino de Dios
Seguramente has escuchado alguna vez que los modernistas, a los que el Papa guarda mucho aprecio…entre ellos fundamentalmente los Jesuitas, no creen en el mismo Dios que creemos nosotros, los “tradicionalistas”. Ellos creen en otro Dios cósmico. Incluso el Papa cree en una versión más autóctona: la Pachamama. Muchas veces manifiesta que le afligen los gemidos de la tierra. Así, ha escrito Laudate Deum que es toda una exhortación política en defensa de la Tierra que coincide en rasgos generales con la prédica de la ONU en occidente contenida de la Agenda 2030.
Bueno, para estos señores, toda la Biblia está en tela de juicio y van a ir cambiando palabras que pasarán inadvertidas a los que no somos expertos. Para muchos de ellos la ciencia ha terminado o terminará por poner en su sitio lo que para ellos es esa recopilación literaria conocida como las Escrituras y su mítico protagonista: Jesucristo.
El Reino de los cielos en dos textos
Así, por ejemplo, en el texto del evangelio que reflexionamos hoy, de la mano del muy conocido Padre Jesuita Aste, a quien conocemos en Perú y nos parece de los pocos muy respetables, hay una palabra que es fundamental y que cambia todo el sentido al texto.
Dice: porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.
Algunos dicen que esta es una traducción que hizo Lutero…y así parece.
Según la Biblia de Jerusalén es: el Reino de Dios ya está entre vosotros
Seguramente habrá muchos exégetas que expliquen de una u otra manera estas palabras, pero coincidirán con nosotros que son completamente distintas.
Si buscas con calma en Internet, vas a encontrar seguramente esta discusión.
El Reino de los cielos entre o dentro
Parece una sutileza, pero en realidad son cosas distintas. Si tú dices que el Reino está entre nosotros, puedes querer decir que no importa que seas o no creyente el Reino está entre nosotros, creciendo casi imperceptiblemente y manifestándose a través de aquellas personas que han puesto a Dios en el centro de sus vidas y se nota en lo que hacen. El Reinado de Dios se manifiesta a través de ellos, porque Él ya está entre nosotros. Podemos concluir, entonces, que el Reino de Dios es un hecho que se revela en la historia.
En cambio, el Reino de Dios está dentro de nosotros, alude a un hecho o una realidad intimista. Es algo que ocurre en uno, en nuestro interior. Claro, quizás como una luciérnaga ello hará que iluminemos, pero eso no es necesariamente un requisito.
El Reino de los Cielos, sal y fermento
Que esté entre nosotros parece guardar más coherencia con la figura de la sal o del fermento. La sal que se pone en los alimentos actúa sobre ellos y cambia su sabor o acentúa su sabor o da sabor. Está entre los alimentos y si pierde su sabor, no sirve para nada y mejor sería botarla. Lo mismo ocurre con la levadura: esta entre la maza y es allí que produce su efecto. Así, el Reino de Dios se manifiesta entre nosotros.
El Padre Asté habla de ayudar a Dios y esto es algo que encontramos también muy frecuentemente entre muchos católicos. No sabemos si también es una herencia jesuita. Yo la tenía. Pero la he encontrado en muchos lados. Hablamos muchas veces de “ayudar” y algunas veces incluso, como es el caso, la aplicamos a Dios. O sea, decimos que hay que ayudar o que vamos a ayudar a Dios. Y ese es un disparate. Lo decimos sin mala intención, es verdad, pero igual es un sin sentido. Dios no nos necesita para nada y mucho menos necesita que lo ayudemos.
Ayuda asistencialista o caridad
Podemos tratar de contribuir o colaborar con su obra, pero no ayudar. Ese no puede ser el móvil, porque Él no necesita ayuda. Esa es una muleta asistencialista de origen marxista que hemos interiorizado, tal vez como un sentimiento de culpa, como la motivación o justificación de un acto caritativo. Pero ocurre que cuando hacemos un acto de caridad, no estamos ayudando a nadie: estamos cumpliendo nuestro deber.
Hacemos lo que debemos hacer, por amor a Dios y por amor al prójimo. Incluso por amor a Dios hacemos obras de caridad, porque es amando al prójimo que amamos a Dios. No hay ninguna ayuda. Es una aberración introducida por el demonio aquello de ayudar…Hacemos lo que tenemos que hacer. Y debemos hacerlo sin esperar nada a cambio…eso dice el Señor.
El Reino de Dios y Su Gracia
Para eso, tenemos que educarnos. ¿Y cómo nos educamos? Orando…Adorando a Dios. Participando en la Eucaristía, es decir, comulgando…porque de esta forma nos vamos transformando poco a poco en otros Cristos. De este modo, cada vez con más frecuencia, con más profundidad, con más convicción, con más fe, procederemos en todo y con todos como Él. Entonces se podrá notar y se podrá decir: el Reino de Dios está entre vosotros.
Porque no debemos olvidar que el trigo y la cizaña crecen juntos. Y, solo al final vendrán los ángeles a separar el trigo de la cizaña. Entonces, podemos decir que ese campo, donde crece el trigo y la cizaña, es el Reino de Dios, mientras haya trigo. Porque en otro pasaje el Señor se pregunta: Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra? Lucas 8,18.
Teología de la historia
Una parte del Apocalipsis se refiere a un tiempo en el que Dios habrá de manifestarse muy severamente, porque hasta la Iglesia se habrá prostituido. O sea, no hay tal cosa como un Paraíso en la Tierra, que es lo que buscan los comunistas y hasta el Padre Asté parece sugerirlo en algún momento.
Según algunos teólogos, el apogeo de la cristiandad fue entre los siglos XII a XIV o XV. Fue, diríamos, el apogeo del Reino de Dios…Pero el demonio lo viene atacando con tal furia desde entonces, que estamos llegando a la gran apostasía. Empezó con Lutero, luego la Revolución Francesa, después la Bolchevique, las dos guerras mundiales, mayo del 68, la revolución sexual, la caída del Muro de Berlín y finalmente la posverdad, en la que se ha terminado por entronizar al hombre, poniéndolo en el lugar que antes ocupaba Dios, desencadenando así una serie de procesos que lo llevarán a su propia destrucción.
Esto último no será permitido por Dios, ni Su Madre, la Virgen María. Por ello muchos opinan que estamos viviendo tiempos escatológicos que habrán de desencadenar el fin de los tiempos tal como está profetizado en el Apocalipsis y ratificado de algún modo por las distintas apariciones Marianas.
Oración:
Padre Santo, te pedimos que tomes íntegramente nuestras vidas y hagas de ellas instrumentos útiles, que ayuden a nuestros hermanos a conocerte y mediante eso salvar sus almas y las nuestras. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
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