Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Amén.
“¡Ay de ustedes, fariseos, que les encantan los asientos de honor en las sinagogas y las reverencias por la calle! ¡Ay de ustedes, que son como tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo!”
Miércoles de la 28va Semana de T. Ordinario | 14 de Octubre del 2020 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
Gálatas 5,18-25
Salmo 1,1-2.3.4.6
Lucas 11,42-46
Reflexión sobre las lecturas
tumbas sin señal
En la primera lectura San Pablo nos exhorta a vivir según el Espíritu. . Si recordamos lecturas de evangelio anteriores, el Señor nos presenta al Espíritu Santo como la mayor Bendición. No hay nada más apetecible, ni mayor Don que el recibir el Espíritu Santo de Dios.
Por ello, quien tiene al Espíritu y se rige por Él, no está sujeto a las leyes. ¿Por qué? Porque el Espíritu es superior a toda ley. El Espíritu va más allá de toda ley. Dicho de otro modo, El Espíritu no necesita de ley que le obligue. Se anticipa a esta; la hace inútil.
En otras palabras, el verdadero cristiano, el verdadero discípulo de Cristo, no está sujeto a las leyes humanas. No es que las desprecie o las incumpla, sino que se sujeta a una ley superior, la de Dios, comunicada por el Espíritu. Ninguna ley puede contradecir al Espíritu.
“Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos.»
Domingo de Pentecostés | 20 de Mayo de 2018 | Por Miguel Damiani
Hoy celebramos Pentecostés, una de las fiestas más solemnes de la Iglesia católica, porque en ella recordamos el cumplimiento de aquella ansiada promesa de Dios a Su pueblo: el envío de su Espíritu Santo, sin el cual nos resulta imposible alcanzar la anhelada salvación.
Jesucristo ha venido a salvarnos, pero esta salvación no sería posible o más bien, estaría incompleta, si no contamos con la intervención del Espíritu Santo. Él es el quién nos guía y conduce hasta la Verdad. Esto es algo que nos resulta IMPOSIBLE sin Él.
El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí», como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva.
Muy breve texto, muy breve selección para tan magna fiesta. Hoy es Pentecostés, junto con la Pascua, una de las más importantes fiestas de la Iglesia Católica, porque en ella recordamos el compromiso que el Señor sella con sus seguidores, de permanecer hasta el fin del mundo entre nosotros, a través del Espíritu Santo.
El Padre, nuestro Creador, nos dio la vida y nos destinó a ser felices eternamente a Su lado. El Hijo, Jesucristo, nos salvó de las garras del Demonio, el Príncipe de este mundo, que quería conducirnos a la perdición y a la muerte. Jesucristo, luego de resucitar, venciendo a la muerte y al Maligno, invocó al Padre y nos dejó al Espíritu Santo para que nos acompañe, enseñe y guíe hasta el fin de los tiempos.
La Trinidad ha sido puesta en evidencia a lo largo de la Historia de la Salvación, como una unidad, en el mismo y único propósito de hacer la Voluntad del Padre. Y dentro delos Planes de Dios está el redimirnos para que alcancemos la plenitud, como hijos Suyos, concebidos por Su amor infinito.
Ahora sabemos la razón de nuestra existencia. Está al alcance de quien tenga oídos para oír y ojos para ver. El Señor la ha puesto a nuestro alcance a través de Su Palabra, la que encontramos en el Nuevo Testamento y más específicamente en los Evangelios. Solo tenemos que darle un espacio y dejar que modele nuestro espíritu.
¿Quieres ser reconocido como cristianos? ¿Quieres ser contado entre los santos? ¡Guarda los mandamientos de la Ley del Señor! Al igual que la fe, el amor no se manifiesta de otro modo que con obras. Por eso Jesucristo nos pide tener, guardar, obedecer Sus mandamientos para ser amados por el Padre y por Él. No hay otra forma de manifestar amor por Dios que amando a los hermanos, amando al prójimo. Por lo tanto el mandato es a amarnos los unos a los otros. Y el amor no se reduce a manifestaciones líricas, por más hermosas que estas puedan ser, es preciso mostrarlo con la vida misma.
La mejor definición del amor la encontramos en la Primera Carta a los Corintios, Capítulo 13, que se lee –a modo de oración- en todos los matrimonios religiosos católicos. Estos versículos tan hermosos, tan profundos, con imágenes y palabras como solo podían haber sido seleccionadas por el Espíritu Santo, teniendo capacidad para transformar al mundo, no lo harán si nosotros mismos no las ponemos en práctica en nuestra vida cotidiana. Pasa con frecuencia que a los más evidentes, a los que tenemos más cerca, los damos por descontados y es posiblemente donde primero y sobre todo debemos manifestar nuestro amor.
Tengamos en cuenta que el cristianismo -y por lo tanto la fe-, no es nada más que el ejercicio del amor; el amor puesto en práctica. Este es el único mandamiento de Dios: amarlo por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. No hay más que estudiar ni aprender. Estaremos de acuerdo en que, teóricamente al menos, ser cristiano es lo más sencillo del mundo. Solo basta un twitt para comunicar la esencia de la doctrina de Cristo y no se necesitan estudios superiores, ni títulos, ni doctorados y mucho menos riqueza o poder para comprenderla.
Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!
Texto del evangelio Lc 2,22-35
22. Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, 23. como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor 24. y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. 25. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. 26. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. 27. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, 28. le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: 29. «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; 30. porque han visto mis ojos tu salvación, 31. la que has preparado a la vista de todos los pueblos, 32. luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.» 33. Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. 34. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción – 35. ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»
Reflexión: Lc 2,22-35
El Señor Jesucristo es la luz que ha venido del cielo, para iluminar a toda la humanidad, especialmente a aquellos que no le conocen. Dios quiere llegar a todos. Tocar y despertar a todos los corazones. Porque solo de Él viene la Salvación.
Es preciso que todos le conozcamos. Sin embargo ¿qué estrategia tan distinta a la que hubiéramos aplicado, emplea Dios? Siempre nos resultará difícil de comprender, si no nos sacudimos de los parámetros mundanos que rigen nuestra conducta.
El Señor pone en tela de juicio toda la estructura social, cultural y económica que hemos armado. Ellas no corresponden al Plan de Dios, de allí que su manifestación no guarde correspondencia con lo que nosotros hubiéramos esperado.
Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!
La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.
Texto del evangelio Mt 1,18-24
18. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. 19. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. 20. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. 21. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» 22. Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: 23. Vean que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros.» 24. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.
Reflexión: Mt 1,18-24
Para quienes reflexionamos la lectura de los versículos precedentes, se nos podría ocurrir que existe cierta incoherencia, porque, a qué vendría la mención de la genealogía si luego será finalmente el Espíritu Santo quien engendrará a Jesús.
Ocurre que hay una combinación de información y datos destinados a promover y confirmar nuestra fe. Es preciso que creamos, pues es la única forma de salvarnos. Estamos frente acontecimientos de origen Divino, que tienen su manifestación en nuestro mundo. Por eso se nos hacen difíciles de comprender, aplicando nuestra lógica mundana.
Dios Padre, nuestro creador, no quiere que ninguno de nosotros se pierda. Es decir, quiere que todos nos salvemos. ¿Qué es salvarnos? Que alcancemos la Felicidad y la Vida Eterna, el propósito para el cual fuimos creados.
La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.
…porque ninguna cosa es imposible para Dios. Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.
Texto del evangelio Lc 1,26-38
26. Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27. a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 28. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» 29. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. 30. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; 31. vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. 32. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33. reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» 34. María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» 35. El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. 36. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, 37. porque ninguna cosa es imposible para Dios.» 38. Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.
Reflexión: Lc 1,26-38
Hoy es un día de fiesta para la Iglesia y en realidad para la humanidad toda, aunque no todos estén dispuestos a reconocerlo. Por la fe de nuestra Madre, la Madre de Dios, llegó la Salvación al mundo. ¡Qué puede ser más grade! ¡Solo Dios, que lo concede y permite!
Esta disposición a acatar con obediencia y humildad lo que Dios disponga, es ejemplar. Esto es lo que nos enseña María, lo que debemos aprender de ella y trasladarlo a nuestras propias vidas. ¿Dejamos que Dios gobierne nuestras vidas a ejemplo de María?
Sabemos por la historia todo lo que María tuvo que pasar a partir de esta decisión. Claro, dirán algunos, a cambo de ser madre del Salvador. Pero ella no sabía exactamente los alcances de aquella decisión en ese momento, sin embargo la acepto por provenir de Dios.
…porque ninguna cosa es imposible para Dios. Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.