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Juan 13,21-33.36-38 – Donde yo voy

Donde yo voy

“Hijitos, me queda poco de estar con ustedes. Me buscarán, pero lo que dije a los judíos se lo digo ahora a ustedes:
«Donde yo voy, ustedes no pueden ir»

Martes Santo | 12 de Marzo del 2022 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

Donde yo voy

Parece evidente que aquella debió ser una noche tensa. Se extendía un manto de incertidumbre, de temor, de turbación. Hasta el mismo Señor lo sentía y debió transmitirlo a los apóstoles. Había silencios prolongados y se cruzaban miradas seguramente.

El Señor corta aquel ambiente con una noticia que debió dar un vuelco en los corazones de todos ellos incluso de Judas, al saberse descubierto. Se diría: Claro. ¿Cómo no iba a saberlo? Pero entonces, ¡es realmente el Hijo de Dios!

Estas ideas debieron ir carcomiendo el corazón y la mente de Judas. Llevándolo a flaquear y hasta a pensar en desistir de su propósito seguramente. Pero, ¿cómo lo haría? Había adquirido un compromiso y si no cumplía seguramente lo matarían.

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Mateo 16,13-19 – el Hijo de Dios vivo

el Hijo de Dios vivo

«Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.”

Viernes de la 12da Semana de Tiempo Ordinario | 29 de Junio del 2018 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

el Hijo de Dios vivo

Ghandi se asombraba de la forma en que los cristianos tratamos a Cristo. Tiene una frase que es realmente lapidaria. Dice algo así: Me gusta su Cristo, lo que no me gusta son los cristianos. No se parecen en nada a su Cristo.

No todos, seguramente, pero muchos de nosotros somos irreverentes con Cristo, los santos, los sacramentos y la Iglesia en general. Quizás por haber crecido a su amparo, porque nos fue dada tan fácilmente, no apreciamos lo que tenemos. Y no solemos defenderlo.

el Hijo de Dios vivo

La criticamos deslealmente y somos sus principales enemigos, pretendiendo que somos lo que evidentemente no somos, es decir: cristianos. Obviamente de eso se dio cuenta Ghandi, dejándonos esta crítica que debía llevarnos a la reflexión.

Como siempre ocurre en estos casos, señalaremos a otros. Vendrán a nuestra cabeza el comportamiento de otros, fijándonos en la brizna que tienen ellos en sus ojos, para no reparar en el tronco que tenemos en el nuestro.

Sumergidos en el relativismo imperante, hemos hecho de nuestros juicios y nuestro parecer la norma con la cual contrastamos todo, formulando nuestros juicios respecto a cualquier cosa, como si fueran dogmas de fe y menospreciando las enseñanzas de la Iglesia, sin la menor reflexión, tan solo porque está de moda.

No nos damos cuenta hasta qué punto el modo de razonar que hemos adoptado es el resultado de una Ingeniería Social que viene aplicándose en occidente desde el siglo XVIII, que se ha ido perfeccionando y que persigue varios objetivos “liberales”, entre ellos, el más preciado y constante: acabar con la Iglesia Católica.

Para algunos esto delata paranoia en algunos creyentes, a los que descalifican como fundamentalistas…Incluso generar este argumento está dentro de los cálculos de estos enemigos que van penetrando muy sutilmente con un lenguaje políticamente correcto, pero que poco a poco va mellando la moral cristiana.

Claros ejemplos de esto que venimos sosteniendo lo constituyen, el divorcio, que poco a poco se ha id extendiendo por el mundo entero. De allí la convivencia, que paralelamente se fue generalizando. La reducción de las familias y finalmente la lucha de sexos encubierta de feminismo.

Son muchas y variadas las estrategias que este plan concertado ha ido tomando en el mundo. Una secta hereje, conocida como masones es la que lidera, habiendo copado los gobiernos de las más poderosas supranacionales y con ellos, las burocracias de la mayor parte de países del mundo.

Comunistas (soviéticos o ex soviéticos) y liberales (brutal e inhumanamente capitalista) se han dado la mano, convergiendo finalmente en algunas ideas centrales como son: ateísmo, totalitarismo, genocidio y por supuesto anti catolicismo.

Por eso no han escatimado esfuerzos en promover sectas de toda clase alrededor del mundo, atacando especialmente a la Iglesia Católica ¿Por qué? Porque es el bastión sobre el cual se edificó occidente. Ellos tienen la pretensión de crear un “Nuevo Orden Mundial”.

Pretenden instaurar un nuevo código de ética universal, que no responda a la ley natural, como el cristianismo, occidental y universal, sino al “consenso democrático”, formulado por hombres, de espaldas a Dios.

Sin ningún escrúpulo viene implementando una estrategia maquiavélica, que consiste en promover el multiculturalismo, a fin de rescatar desaparecidas creencias religiosas para darles cabida en una religión panteísta consensuada universalmente.

Obviamente su interés no está en las religiones en sí, sino en la atomización de espíritu religioso de la humanidad, desapareciendo cualquier tipo de manifestación religiosa pública, circunscribiendo la misma al ámbito privado en “igualdad de derechos”.

Lo que se busca por esta vía nuevamente es debilitar la presencia de la Iglesia Católica en la sociedad planetaria, para dar paso a la “Carta de la Tierra”, elevando a estas supranacionales a la categoría de rectoras del comportamiento social, económico, cultural y religioso del planeta.

Por eso hoy, especialmente HOY, las palabras de Pedro deben llamarnos a la reflexión. Pensemos por un momento que es lo que está diciendo. ¿Cuál es el significado y la trascendencia que tiene la contundente afirmación de Pedro?

«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» ¿Creemos nosotros como Pedro que Cristo es el Hijo de Dios vivo? ¿Quién es ese Dios del que habla Pedro? ¿Hablamos nosotros de ese mismo Dios? Mejor aún, ¿creemos nosotros en ese mismo Dios?

¿Es que nosotros somos capaces de admitir que hay Un solo Dios verdadero? ¿Creemos en Dios? ¿Es nuestro Dios el mismo Dios de Pedro? ¿Compartimos con algunas personas la creencia en este Dios? ¿Con quiénes?

¿Qué significado tiene Dios en nuestras vidas? ¿Somos leales y fieles a Él como lo fue Pedro? ¿Qué seríamos capaces de hacer por él? ¿De qué modo evidenciamos el lugar que ocupa en nuestras vidas? ¿Vas a Misa los domingos y fiestas de guardar?

¿Cuántas veces al año participas del Sacramento de la Reconciliación? ¿Cuántas veces al año participas del Sacramento de la Comunión? ¿Cada cuánto tiempo lees las Escrituras? ¿Cada cuánto tiempo oras, practicas el ayuno y haces alguna obre de caridad?

¿Sabes cuál es tu Parroquia? ¿Acudes a las celebraciones Eucarísticas de tu Parroquia? ¿Colaboras con tu Parroquia? ¿Conoces al Párroco? ¿Te conoce Él? ¿Haces algo por tu Parroquia? ¿Haces algo por la Iglesia?

Detengámonos nuevamente a meditar en el alcance de las palabras de Pedro. Tengamos en cuenta que las dijo aun antes de la muerte y resurrección de Cristo. Tal como dice Jesús, es evidente que no hubiera sido capaz de reconocerlo si Dios mismo no se lo revela.

¿Qué quiere decir esto? Pues que la Verdad plena no está al alcance de nosotros. Que no podemos llegar a conocerla, si Dios mismo no lo permite, como en el caso de Pedro. Dios tiene que quererlo. Dios tiene que permitirlo, de otro modo no llegaremos a conocer la Verdad.

Soberbios, como somos, nos cuesta tener que reconocer que nada, ABSOLUTAMENTE NADA podemos hacer si Dios no lo permite. Nos dueles, porque nos creemos autosuficientes, al extremo que renegamos de Dios y queremos formar una “religión” sin Él, donde daremos cabida a todas las religiones, sin que ninguna prevalezca sobre las demás. Donde se habrá de imponer el consenso.

Es decir, nos damos el lujo de formular nuestra propia religión y nuestro propio dios, conformado por el colectivo de los dioses de todas las religiones conocidas y por conocer, todo normado y regulado por una autoridad supranacional.

La pregunta, es pues más vigente que nunca: ¿Quién es para nosotros Cristo? ¿Es el Hijo de Dios vivo? ¿Puede este Hijo de Dios vivo ser parte de una colectividad de dioses? ¿Es que su Divinidad la determinamos nosotros? ¿Es que su Divinidad depende de nuestra percepción?

¿Somos nosotros los que hacemos de Cristo Dios? ¿Es que Dios es una entelequia creada por los hombres, cuyas características dependen de los hombres que lo definan? ¿Es ese el Dios en el que creemos? Tenemos que responder de modo categórico estas pregunta. ¿Quién es Cristo para nosotros?

Oración:

Padre Santo, danos tu luz y el discernimiento necesario para llegar a conocerte y responder con firmeza y convicción quién es Cristo para nosotros. Si llegamos a reconocerlo como Hijo Tuyo y por lo tanto como Dios, danos el valor, la coherencia y la fortaleza para así evidenciarlo en cada segundo de nuestras vidas. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

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Juan 21,15-19 – tú lo sabes todo

tú lo sabes todo

“Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.”

Viernes de la 7ma Semana de Pascua | 18 de Mayo del 2018 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

tú lo sabes todo

No hay forma de ocultar, evadir o engañar al Señor. Eso es lo que reconoce Pedro, con pesar, pues en realidad Él siempre lo supo y sin embargo lo negó. Es a este mismo que, conociendo sus flaquezas, Jesús encarga a Sus ovejas, es decir, a Su Iglesia.

La decisión del Señor de encomendar esta delicada Misión a Pedro, quien le había negado previamente hasta en tres ocasiones, es una muestra evidente del inmerecido amor que Jesucristo tiene por nosotros, más allá de cualquier encargo que pudiera encomendarnos.

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Mateo 16,13-19  El Hijo de Dios vivo

El Hijo de Dios vivo

«Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.»

Jueves de la 1ra Semana de Cuaresma | 22 Febrero 2018 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

  • Primera carta de Pedro 5,1-4
  • Sal 22,1-3.4.5.6
  • Mateo 16,13-19

Reflexión sobre las lecturas

El Hijo de Dios vivo

Reconocer a Jesucristo como el Hijo de Dios vivo, como el Mesías, el Enviado, el Salvador, es Gracia que Dios concede, tal como el mismo Cristo nos lo revela a través de Pedro en este pasaje. No hay forma de conocer a Dios si Él no lo permite. En consecuencia es algo que debemos pedirle incesantemente.

Es claro, entonces, que en lugar de hacer esfuerzos intelectuales o de cualquier otra índole, por conocerle, debemos orar humildemente para que nos conceda esta Gracia, de la que nunca seremos merecedores. Esta revelación no es el resultado de nuestros merecimientos, por lo tanto dejemos de procurarlos y pongamos nuestra mirada y todos nuestros sentidos en Él.

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Juan 21,1-14 – Vengan y coman.

Vengan y coman.

Jesús les dice: Vengan y coman. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor.

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Juan 21,1-14 «Vengan y coman.»

Juan – Capítulo 21

Reflexión: Juan 21,1-14

Después de resucitado, Jesús nos sale al encuentro a través de los discípulos de una forma nueva. Él se ocupa de nosotros, sabe lo que queremos, lo que necesitamos y nos lo da. No hay reproches, ni exigencias, tan solo cariño, comprensión. Él nos conoce. No tenemos que convencerle de nada. No necesitamos ni hablar. Nos recibe. Prepara para nosotros lo que estamos buscando, lo que necesitamos y nos ayuda a conseguir lo que nos hace falta y aún más.

No nos dejemos tentar por la decepción, ni por la tristeza. El Señor jamás nos ha fallado. De cuanto tenía que ocurrir fuimos testigos. Él mismo nos lo anticipó, aun cuando ya estaba en las Escrituras. Fue muerto, tal como había sido profetizado y resucitó al tercer día según estaba escrito. El Señor nos llama, nos espera, nos convoca e invita a compartir lo que tenemos, juntos, en comunidad.

Él está presente entre nosotros, tal como nos lo prometió. No nos deja solos. Nos acoge como comunidad de fieles, creyentes, perseverantes, todos unidos con un mismo propósito. Debemos permanecer unidos, con Él a la cabeza o con Él al centro, en comunidad, haciendo lo que nos manda, porque solo así daremos fruto. Solo entonces Él se ocupará de darnos lo que necesitamos en abundancia. ¡Compartámoslo! Seguir leyendo Juan 21,1-14 – Vengan y coman.

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Juan 20,1-9 – vio y creyó

Vio y creyó

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.

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Juan 20,1-9 vio y creyó

Juan – Capítulo 20 – ¿A quién buscas?

Reflexión: Juan 20,1-9

Si estuviéramos frente a una novela, este sería el núcleo: Creer. Ver y creer solo fue para unos cuantos escogidos, los suficientes e indicados, según el criterio Divino. Si hemos de creer, tendremos que hacerlo íntegramente. No podemos escoger tan solo aquello que nos gusta, nos acomoda o nos parece. Sin embargo creemos que esta es nuestra principal dificultad.

Nos resistimos a creer y cuando lo hacemos, pretendemos servirnos aquello que se nos antoja, como si se tratara de un bufet. Así, encontramos muchos que nos decimos cristianos, porque decimos creer en Cristo, sin embargo, no es necesario escarbar mucho para constatar que el Cristo en el que decimos creer no corresponde a las Escrituras, no del todo. Se trata más bien de una adaptación que se acomoda y calza perfectamente con aquello que nos gusta, con aquello que estamos dispuestos a creer, con aquello que nos parece razonable.

Incluso hermanos y hermanas muy inteligentes cultos y respetables, creen sin más que este proceder es correcto y cuando se ven cuestionados te espetan un: “eso es lo que pienso; eso es lo que creo”. Pero, si nos atrevemos a insistir un poco más, entonces harán uso de su escudo o coraza “impenetrable” tan denostada en los demás, pero tan apreciada cuando de nosotros se trata. Y es que somos muchos los cristianos que nos erigimos en la norma. Decimos creer en Cristo, pero en realidad creemos en nosotros o en un Cristo y un Dios creado a nuestra imagen y semejanza.

Poco a poco, sin mala intención, tan imperceptiblemente como equívocamente hemos ido creando un Dios a nuestro agrado, a nuestra imagen. Hemos tergiversado el Génesis. Le hemos dado la vuelta sin darnos ni cuenta. Hablamos y defendemos categóricamente todo aquello en lo que creemos. Interpretamos a Cristo y le oímos decir siempre lo que nos gusta, lo que aprobamos, que resulta siendo siempre lo más cómodo, lo menos reñido con el estilo de vida que hemos adoptado, que es tan bueno como el de las mayorías.

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Juan 13,21-33.36-38 – Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre

Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre

«Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.»

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Juan 13,21-33.36-38 Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre

Juan – Capítulo 13

Reflexión: Juan 13,21-33.36-38

Por el texto se hace evidente que los discípulos no comprendían nada de lo que estaba sucediendo, aun cuando estaban algo inquietos por todo lo que Jesús venía hablando ya desde hace varios días. Presentían algo y aunque Jesús había sido muy explícito con ellos, tenían una especie de venda en los ojos que les impedían ver y entender que estaba ocurriendo lo que el Señor les había estado anunciando.

Que Judas saliera a entregarlo, anticipaba la pasión, muerte y resurrección y con ellas, el cumplimiento de la Misión que le había sido encomendada por el Padre. Los tiempos de Dios son distintos, así que con la sola salida de Judas para Jesucristo estaba claro que estaba llegando el fin y que este, como no podía ser de otro modo, serviría para mayor Gloria de Dios y con ella, para Su propia Gloria, porque se estaba cumpliendo Su Voluntad: Salvarnos.

Creemos que es un momento muy apropiado para ponernos a reflexionar respecto a la Voluntad de Dios. Tal como podemos apreciar, todo ocurre conforme a Su Plan. Nada es casual y si es Voluntad de Dios, ocurrirá con o sin nuestra anuencia. Eso nos lleva a considerar que no somos indispensables, por lo tanto, lo que tenga que ser, será, estemos o no presentes, lo queramos o no.

Así expresado, nos da la impresión que estamos frente a una moneda de dos caras. No somos imprescindibles. Nuestra presencia o ausencia no será determinante, ello puede servir para librarnos de ciertas responsabilidades y culpas, sabiendo que era imposible que evitáramos lo que tenía que ocurrir, lo que nos puede servir de consuelo en ciertas ocasiones.

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Juan 21,15-19 – Apacienta mis ovejas

Texto del evangelio Jn 21,15-19 – Apacienta mis ovejas

15. Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».
16. Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le respondió: «Sí, Señor, sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». 17. Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: « Apacienta mis ovejas.
18. Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras».
19. De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme».

Reflexión: Jn 21,15-19

El amor a Dios ha de expresarse en obras. Estas obras han de ser de amor. El que ama al Señor y le oye, ha de hacer la Voluntad de Dios y esta es llevar paz y unión, como decíamos ayer. Hoy el Señor nos habla de paz, que ha de ser el ingrediente fundamental de la vida cristiana, ingrediente que nosotros somos responsables de promover y crear. No se trata de confrontar, ni acusar, ni inquietar, ni mortificar, sino de llevar paz. Una paz nacida de la esperanza, del saberse protegidos y acogidos. La paz de quienes confían y esperan en el Buen Pastor, aquel que da Su vida por sus ovejas, aquel que las llama por su nombre y que no permite que una sola se pierda. Esa es la paz que Jesús le pide a Pedro que infunda y con él, a todos nosotros. Esta ha de ser nuestra tarea si como decimos, le amamos. No hay otra. No hay atajos, ni sinónimos, ni nada que interpretar, ni relativizar. Hay que ser capaces de llevar paz. Esa debe ser nuestra principal ocupación, nuestra principal inquietud, incluso por encima de nuestros errores, temores y debilidades. Qué importa lo que hiciste; ya está perdonado. Importa lo que hagas de aquí en adelante, asegúrate de haberlo comprendido. Por eso el Señor se lo repite hasta tres veces a Pedro, porque es muy fácil decir que sí, pero otra muy distinta llevarlo a la práctica. Para ello hemos de reconocer primero nuestras debilidades, nuestros fracasos, nuestros temores, para superarlos. No sea que como antes digamos una cosa y luego terminemos haciendo lo contrario y echándolo todo a perder. Sabemos que no basta responder a la ligera, es preciso hacer un acto de contrición y un verdadero propósito de enmienda, sino, otra vez volveremos a las andadas y en un día o dos, estaremos nuevamente lamentando no haber hecho lo que debíamos. Es preciso tomar conciencia, para no volver a caer. Es cierto, podemos caer y el Señor lo sabe, pero debemos esforzarnos por evitarlo, proponiéndonos siempre llevar paz. Ese es el mandato de Jesús, el Buen Pastor. Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: « Apacienta mis ovejas.

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