Constantemente compartimos con nuestra audiencia artículos en los que exponemos nuestro punto de vista respecto a situaciones o hechos que nos conciernen a todos. En estos tiempos de pos verdad resulta difícil, pero no imposible encontrar la verdad que subyace detrás de cada acontecimiento.
La Agenda 2030 es el Plan maestro jamás urdido por la ONU. Así que empezaremos por descubrir que es la ONU, para quienes todavía no lo saben ¿Qué es la ONU? Podemos decir que es uno de los principales anhelos y sueños de la élite millonaria del mundo. Élite que desde fines del siglo XVIII y comienzos del XIX se ha ido consolidando.
Mucho antes de las dos terribles Guerras que asolaron el mundo en el siglo XX, la Primera y Segunda Guerra Mundial, ya se venía gestando esta especie de alianza para la gobernanza mundial. Un foro que pudiera atender y manejar las diferencias globales para encausarla según los criterios de sus mentores principales.
Mientras el Padre Sosa, jesuita, presenta un alegato por la paz, el Papa Francisco, jesuita, viene dinamitando desde hace rato las bases de la unidad de nuestra Iglesia.
¿Sino, cómo explicar el cataclismo desatado con las Bendiciones a parejas del mismo sexo y a las irregulares?
¿Cuál es la Agenda que sigue el Papa?
¿Con qué clase de asesores cuenta? ¿Quién puede estar interesado a cualquier precio en poner un partidor de aguas en nuestra Iglesia?
Es sumamente importante analizar cuál es la situación actual de la Iglesia Católica con respecto al globalismo y qué papel juega en ello el así llamado Sínodo de la sinodalidad. Mucho más aún cuando aparentemente se ha concluido con la etapa prevista en Roma, en la que algunos fieles nos temíamos lo peor. Luego, conocido el documento final, sometido a más de 1200 correcciones, la percepción de muchos es que después de todo se logró ponerle freno.
Sin embargo, esta conclusión es demasiado apresurada y optimista, porque no tiene en cuenta que a lo que se ha dado inicio es a un “Proceso Sinodal”, que no tiene fecha final a la vista. Por otro lado, no podemos dejar de tener en cuenta que quienes llevan las riendas de este “Sínodo de la sinodalidad” son claramente modernistas, imbuidos de una ideología que sigue una estrategia revolucionaria que requiere varios pasos para finalmente alcanzar su objetivo.
Para el que no cree en Dios la vida se le presenta como un gran enigma. ¿Cómo encontrar el sentido de la vida entre la infinidad de opciones que parecieran abrirse frente a nuestros ojos? Hemos dado la respuesta en el primer párrafo de este artículo. Todo se hace cuesta arriba y sumamente difícil e incluso imposible si empiezo por negar la existencia de Dios.
Si vives en Roma y quieres ir a Florencia, lo indicado actualmente será tomar tu celular, seleccionar el aplicativo de tu preferencia y hacer las preguntas adecuadas para obtener como respuesta el mejor medio y la mejor ruta para llegar donde quieres. Luego, debes ponerte en camino y seguir las instrucciones. Si niegas toda la evidencia obtenida y haces lo opuesto o lo que te viene en gana, te divertirás seguramente, pero no llegarás a tu destino, sino tal vez por casualidad, con el riesgo de extraviarte y exponerte a peligros innecesarios, si desde el comienzo hubieras hecho lo que el sentido común, la lógica, la aplicación de la inteligencia y los recursos tecnológicos señalaban.
Hay un proyecto para acabar con la pureza, para corromper a los niños desde la más tierna infancia. Para perder sus almas. La academia se ha plagado de ideas anticristianas, progresistas. Los enemigos de la verdad han avanzado mucho. Están mal formando a los niños. Los psicólogos encuentran niñas adictas a la masturbación o niños violando a otros niños.
La Agenda se impone inexorablemente en todo el planeta. Aparentemente dan pasos atrás en algún momento, pero la implementación de la ideología de género sigue imparable. Siguen adelante. Los niños juegan a “yenquempó” para ver quien le hace sexo oral al otro. Mientras tanto, la mirada de los directores y de los padres de familia está en otra cosa.
El social comunismo es una de las peores perversiones impuestas al planeta. Aprovechando del pobrismo, que no es otra cosa que el sentimiento generalizado de compasión, solidaridad y hasta de culpa que mueve a todo ser humano al contemplar la pobreza, algunos han sabido imponer como exigencia el ser atendidos.
Ocurre que muchas veces en la historia podemos constatar que tras la aparente indigencia que motiva ciertas protestas, no hay nada más que instigadores ajenos a tal situación. Por comodidad, falta de exigencia, resentimiento, envidia e incluso ambición, estos promueven el hurto y la revancha entre los desposeídos, para usurpar violentamente y en su favor, las codiciadas riquezas de otros.
En primer lugar, debemos reconocer con mucha pena que lamentablemente muchos, así llamados, católicos mueren sin conocer la Biblia. Pocas veces, si alguna, han tomado la Biblia para leer y reflexionar en la Palabra de Dios. ¿De quién es la culpa, cuando vemos que los evangélicos y otras sectas llamadas cristianas conocen la Biblia? No lo sabemos. Lo dejamos para la reflexión.
Hoy queremos dar nuestra pequeña cuota de esfuerzo para salvar esta deficiencia. Te daremos dos estrategias para abordar este conocimiento. Así, esperamos que tú, hermano o hermana, que estás leyendo estas líneas, no te vayas de este mundo sin haberte dado la oportunidad de profundizar en el conocimiento de la Palabra de Dios, escogiendo cualquiera de los dos métodos.
Debemos confesar con tristeza que descubrimos que la historia está plagada de mentiras. Que son muchos los episodios respecto a los cuales nos han engañado. Se han creado verdaderos mitos donde solo hubo miseria y podredumbre. O, por el contrario, se han promovido falsos testimonios y mentiras dónde solo hubo virtud. Las leyes de la memoria histórica, con este nombre despótico o sin él, han regido siempre para los cultores del pensamiento único.
Uno de estos hitos históricos, qué duda cabe, es el de la Revolución Francesa. Algunos, francamente, hasta llegamos a sentir admiración por Francia y lo francés, tan solo porque nos creímos que nos habían traído la libertad, la igualdad y la fraternidad. Eso fue precisamente lo que destruyeron elevándolo a la categoría de eufemismo. Tan mala y progresista fue nuestra educación cristiana, que hasta nos llegamos a creer que aquello fue realmente un logro de la Revolución.