“José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de los pecados. Cuando José despertó, hizo como el ángel del Señor le había mandado.”
Lunes de la 5ta Semana de Cuaresma | 19 Marzo 2018 | Por Miguel Damiani
Si en algo tenemos que reflexionar hoy, es en la obediencia ejemplar de José, fundada en la fe. Sin duda es la fe la que nos abre las puertas del Reino a la humanidad entera y en forma individual, a cada uno de nosotros.
Sin la fe de María, la salvación no hubiera entrado al mundo. Fue el sí de María a los Planes de Dios, el que permitió que Jesús naciera entre nosotros, como verdadero Dios y verdadero Hombre. ¿Cómo se preparó María para aceptar lo que Dios dispuso?
El Papa Francisco dedicó la catequesis pronunciada durante la Audiencia General del miércoles a reflexionar sobre la esperanza cristiana, en concreto sobre María como ejemplo de esa esperanza.
“María no es una mujer que se deprime ante las incertidumbres de la vida, especialmente cuando nada parece ir por el camino correcto. No es mucho menos una mujer que protesta con violencia, que injuria contra el destino de la vida que nos revela muchas veces un rostro hostil. Es en cambio una mujer que escucha”.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En nuestro itinerario de catequesis sobre la esperanza cristiana, hoy miramos a María, Madre de la esperanza. María ha atravesado más de una noche en su camino de madre. Desde la primera aparición en la historia de los Evangelios, su figura emerge como si fuera el personaje de un drama.
No era simplemente responder con un “si” a la invitación del ángel: sin embargo, ella, mujer todavía en la flor de la juventud, responde con valentía, no obstante, no sabía nada del destino que le esperaba. María en aquel instante se presenta como una de las tantas madres de nuestro mundo, valerosa hasta el extremo cuando se trata de acoger en su propio vientre la historia de un nuevo hombre que nace.
Somos demasiado duros de corazón. Nos cuesta creer. Decimos creer, lo que en realidad es muy fácil de repetir e incluso balbucear, pero lo que necesitamos es que cada célula de nuestro organismo lo grite, verdaderamente convencidos. Y, esta convicción no se transmite única y exclusivamente por la voz. No son palabras lo que necesitamos, sino hechos. Son nuestras actitudes y nuestros actos los que lo deben gritar de modo inconfundible. Quiere decir que siempre, a cada instante, debemos dar testimonio de nuestra fe con nuestra vida.
Nuevamente, se dice fácil, pero ¿lo hacemos? Dediquemos hoy unos minutos a reflexionar en este crucial asunto. Tal vez debemos empezar por ahí; preguntándonos si para nosotros es efectivamente crucial, como lo sería el pago de una obligación que se encuentra en último día, o el recojo de una buena suma de dinero que por algún motivo alguien ha dispuesto entregarnos. O, por ejemplo, como la visita de unos amigos que llegan a alojarse por unos días en nuestra casa. Mejor aún, como la visita de alguno de nuestros hijos o nietos que vienen a quedarse con nosotros por una temporada.
Todas estas son situaciones determinantes en nuestras vidas. Lo son, porque no solo afectarán nuestro estado de ánimo, lo que todo el mundo notará cuando vayamos por todo lado anunciando la alegría y la ansiedad que nos produce tan grata e inesperada visita. Lo notarán en nuestras caras, en nuestros gestos, en nuestro ánimo y muchos nos lo dirán. Veremos de modificar nuestra rutina para adecuar nuestro tiempo a lo que sea que estos visitantes tan entrañables quieran. Modificaremos nuestro horario e incluso nuestras costumbres, incomodándonos todo lo que sea necesario y sin la menor mueca de desagrado.
Este mismo ánimo y convicción debía acompañar nuestros actos y actitudes cotidianas, sabiendo que el Señor ha Resucitado, cumpliendo Sus promesas y salvándonos del abismo de la muerte. ¡Hemos sido liberados! ¡Estábamos presos y condenados irremediablemente, esperando la ejecución de una sentencia cruel! Pero resulta que Jesucristo vino y se entregó incondicionalmente por nosotros, obteniendo nuestra liberación. ¡Somos libres! ¡Gritémoslo a voz en cuello! ¡Nuestro enemigo, nuestro verdugo cruel y despiadado ha sido derrotado! ¡Jesucristo ha venido a salvarnos y ya hemos sido salvados!
Que el Señor nos libre de los dobles discurso y de la hipocresía. Señalando y culpando a otros con el único fin de conseguir nuestros propios y mezquinos propósitos. Nos ocupamos de presentar todo razonablemente para que todos nos aprueben, pero no es lo que a todos parece lo que buscamos, sino otros oscuros y egoístas intereses
Somos artistas de las apariencias, pero tras nuestros discursos solo hay frívola vanidad. No escatimamos en presentar falsos argumentos con tal de impresionar a nuestros interlocutores, para lograr su anuencia y consentimiento, pero nosotros sabemos que aun cuando nuestras razones suenan muy convincentes, pues por eso las urdimos, en realidad hay otros móviles inconfesables para nuestros actos.
Este proceder que así tan descarnadamente presentado nos produce tanta repulsa, es sin embargo más frecuente de lo que somos capaces de confesar. La expresión popular lo grafica como “no dar puntada sin nudo”, es decir que si algo aparentemente cedemos, no es por otra razón que por alcanzar nuestros propios objetivos que preferimos mantenerlos ocultos, para no dar a conocer la verdadera dimensión de nuestros actos, por estrategia, porque sabemos que en el fondo hay algo no muy santo en ellos.
Ejemplos muy burdos y terribles son el bombardeo de una ciudad ordenado aparentemente para proteger a inocentes, cuando sabemos que en el fondo todo lo que se persigue es activar o incrementar el inescrupuloso y mortífero mercado de armas, que deja significativas ganancias a quienes sostienen los gobiernos de los poderosos.
Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!
Texto del evangelio Lc 2,22-35
22. Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, 23. como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor 24. y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. 25. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. 26. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. 27. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, 28. le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: 29. «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; 30. porque han visto mis ojos tu salvación, 31. la que has preparado a la vista de todos los pueblos, 32. luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.» 33. Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. 34. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción – 35. ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»
Reflexión: Lc 2,22-35
El Señor Jesucristo es la luz que ha venido del cielo, para iluminar a toda la humanidad, especialmente a aquellos que no le conocen. Dios quiere llegar a todos. Tocar y despertar a todos los corazones. Porque solo de Él viene la Salvación.
Es preciso que todos le conozcamos. Sin embargo ¿qué estrategia tan distinta a la que hubiéramos aplicado, emplea Dios? Siempre nos resultará difícil de comprender, si no nos sacudimos de los parámetros mundanos que rigen nuestra conducta.
El Señor pone en tela de juicio toda la estructura social, cultural y económica que hemos armado. Ellas no corresponden al Plan de Dios, de allí que su manifestación no guarde correspondencia con lo que nosotros hubiéramos esperado.
Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!
La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.
Texto del evangelio Mt 1,18-24
18. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. 19. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. 20. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. 21. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» 22. Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: 23. Vean que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros.» 24. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.
Reflexión: Mt 1,18-24
Para quienes reflexionamos la lectura de los versículos precedentes, se nos podría ocurrir que existe cierta incoherencia, porque, a qué vendría la mención de la genealogía si luego será finalmente el Espíritu Santo quien engendrará a Jesús.
Ocurre que hay una combinación de información y datos destinados a promover y confirmar nuestra fe. Es preciso que creamos, pues es la única forma de salvarnos. Estamos frente acontecimientos de origen Divino, que tienen su manifestación en nuestro mundo. Por eso se nos hacen difíciles de comprender, aplicando nuestra lógica mundana.
Dios Padre, nuestro creador, no quiere que ninguno de nosotros se pierda. Es decir, quiere que todos nos salvemos. ¿Qué es salvarnos? Que alcancemos la Felicidad y la Vida Eterna, el propósito para el cual fuimos creados.
La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.
Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo
Texto del evangelio Lc 1,39-47
39. En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; 40. entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; 42. y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; 43. y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? 44. Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. 45. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» 46. Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor 47. y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
Reflexión: Lc 1,39-47
Estamos frente a hechos extraordinarios vividos por gente muy humilde y sencilla, por tanto, vividos con mucha modestia y al mismo tiempo con ilusión, como viven estas cosas las personas pobres y modestas del pueblo.
Es en realidad un encuentro de lo más grande y notable, con lo más pequeño y sencillo. Dios así lo quiso. Dos mujeres de dos pueblos y períodos históricos que jamás hubieran sido reconocidos por nadie, son protagonistas de sendas historias que serán conocidas y recordadas por los siglos de los siglos.
María e Isabel, madres de Jesús y de Juan el Bautista, respectivamente. Tiempo sagrado, como lo atestigua el mismo Espíritu Santo, que inspira las vivencias de estas dos mujeres y el intercambio de saludos que realizan. Bellas palabras que pasarán a ser parte del Ave María que millones de cristianos rezamos a diario.
Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo
…porque ninguna cosa es imposible para Dios. Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.
Texto del evangelio Lc 1,26-38
26. Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27. a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 28. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» 29. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. 30. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; 31. vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. 32. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33. reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» 34. María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» 35. El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. 36. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, 37. porque ninguna cosa es imposible para Dios.» 38. Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.
Reflexión: Lc 1,26-38
Hoy es un día de fiesta para la Iglesia y en realidad para la humanidad toda, aunque no todos estén dispuestos a reconocerlo. Por la fe de nuestra Madre, la Madre de Dios, llegó la Salvación al mundo. ¡Qué puede ser más grade! ¡Solo Dios, que lo concede y permite!
Esta disposición a acatar con obediencia y humildad lo que Dios disponga, es ejemplar. Esto es lo que nos enseña María, lo que debemos aprender de ella y trasladarlo a nuestras propias vidas. ¿Dejamos que Dios gobierne nuestras vidas a ejemplo de María?
Sabemos por la historia todo lo que María tuvo que pasar a partir de esta decisión. Claro, dirán algunos, a cambo de ser madre del Salvador. Pero ella no sabía exactamente los alcances de aquella decisión en ese momento, sin embargo la acepto por provenir de Dios.
…porque ninguna cosa es imposible para Dios. Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.