el camino que lleva a la perdición
«Entren por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella”
Martes de la 12da Semana del T. Ordinario | 26 de Junio del 2018 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- 2 Reyes 19,9b-11.14-21.32-35a.36
- Salmo 47
- Mateo 7,6.12-14
Reflexión sobre las lecturas
el camino que lleva a la perdición
Existe un Plan de Dios y todo cuanto existe y cuanto acontece corresponde a este Plan, aunque no siempre podamos comprenderlo. No está en nosotros el poder comprenderlo todo, de otro modo seríamos como Dios y no lo somos.
Así que, en primer lugar, descartemos la pretensión de querer que todo se ajuste a nuestra razón, a nuestros criterios y juicio. Hay muchísimas cosas que no llegaremos a comprender en esta vida. Lo haremos cuando finalmente hayamos alcanzado la Vida Eterna, si lo logramos.
Si esto es así, y como dice nuestro Señor Jesucristo, Él ha venido por Voluntad del Padre a Salvarnos, confiemos en que habremos de alcanzar este propósito si hacemos lo que Él nos manda. ¡Debemos entrar por la puerta estrecha! ¡Pocos lo logran!
«Entren por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella”
Nosotros tenemos que esforzarnos por ser contados entre aquellos pocos. ¿Por qué? Porque tenemos el privilegio de haber nacido en una familia cristiana y de haber sido bautizados. Esto nos pone en enorme ventaja frente a muchos de nuestros hermanos para los que debemos ser luz.
El Camino que nos propone el Señor, es exigente. No podremos entrar si llevamos carga, si llevamos propiedades, ni nada que sea demasiado voluminoso, porque la puerta es estrecha. Ni correa, ni demasiada ropa, ni kilos demás. Mejor desnudos.
Sin nada que ocultar, sin nada para el camino, sin provisiones. Todo cuanto tenemos que hacer es entrar por la puerta estrecha. ¡Esa es la correcta! ¡No necesitamos nada! Aunque seamos pocos los que entramos, no nos dejemos alarmar. Quien tiene a Dios,nada le falta.
No siempre es bueno hacer lo que hacen los demás, por la única razón que “la mayoría” lo hace. No se trata de someterlo al consenso. No es lo que nos parece o lo que parece a muchos lo que importa. Se trata de hacer lo que el Señor nos manda.
«Entren por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella”
¿Qué hay de semejante entre amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, hacer al prójimo lo que nos gustaría que hagan por nosotros? Son las únicas dos veces que el Señor dice que esta es la Ley y los Profetas.
Hacer por nuestros hermanos, lo que nos gustaría que hagan por nosotros. Eso exige estar pensado en ellos antes que en nosotros. Estar enterados de sus gustos y necesidades, esforzándonos por complacerlos, aun sacrificándonos, si fuera necesario.
Si en esto consiste la Ley y los Profetas, quiere decir que es fundamental. Por lo tanto, en cada paso que doy, en cada cosa que hago, en cada pensamiento debe estar la atención de mi hermano, la satisfacción de mi prójimo antes que la mía.
Y si tanto quiero que me complazcan, si tanto quiero pasarla bien, si tanto quiero distraerme, llenarme y gozar, antes debo procurar eso mismo a mi esposa, a mi esposo, a mis hijos, a mis padres, a mis hermanos, a mis amigos e incluso a mis enemigos.
«Entren por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella”
El centro de gravitación de nuestras vidas no hemos de ser nosotros, como lo es para todo el mundo, sino los demás. ¡Eso es amor! Y si amo a los demás, a mis hermanos, a mi prójimo, amo a Dios. El Señor nos está reiterando Su mandato supremo.
¿Qué no es fácil seguirle? ¿Qué somos muy pocos los que lo hacemos? ¿Dónde está la novedad? ¿No es eso mismo lo que nos está enseñando el Señor? ¡Prestémosle atención y hagamos lo que nos manda! ¡Solo así alcanzaremos la vida eterna!
Nuestra actitud debe ser generosa y desprendida, pero no perdamos el tiempo con quien no aprecia los tesoros de nuestro corazón. ¿Quiere decir que debemos esperar que nos correspondan? No necesariamente; que lo aprecien, más bien.
No, no es que busquemos recompensa alguna, porque eso no es amor, no es cristiano. Pero tenemos que aplicar discernimiento para entender que no vale la pena esforzarnos con quien no aprecia lo que le damos, lo que compartimos con amor.
«Entren por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella”
O, tal vez debemos decir con mayor precisión, que nuestros esfuerzos deben estar encaminados a servir a Dios, para no terminar arrojando perlas a los cerdos, es decir a quienes simplemente no comprenden, ni razonan, porque están poseídos y entregados al mal espíritu.
Oración:
Padre Santo, te pedimos por intercesión de Tu Divino Hijo, nuestro Señor Jesucristo y Su Santa Madre, la Virgen María, que hoy nos ayudes a llevar en nuestros corazones, como una consigna inamovible el empeñar todo lo que somos y poseemos, para dar lo mejor de ello a nuestro prójimo y tratar a todo el mundo como nos gustaría que nos traten. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén.
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