amar el mundo
«¡Adúlteros! ¿No saben que amar el mundo es odiar a Dios? El que quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios».
Martes de la 7ª semana del T. Ordinario | 21 de Mayo de 2023 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Santiago 4,1-10
- Salmo 54,7-8.9-10a.10b-11.23
- Marcos 9,30-37
Reflexión sobre las lecturas
amar el mundo es odiar a Dios
La reflexión que compartimos está inspirada en las palabras de Santiago, quien dice, en el fondo, lo mismo en lo que el Señor nos invita a reflexionar. La interpretación de Santiago es más cruda y directa. Precisamente por eso hemos escogido esta frase.
Constantemente y más en este tiempo en que prima la corrección política, tenemos miedo de repetir las Palabras de Cristo, para evitar la censura. Así, poco a poco hemos cambiado el lenguaje. Hemos edulcorado el mensaje de Cristo. Amar al mundo es odiar a Dios.
Cómo amar al mundo si no somos del mundo
Nos cuesta entender que no somos del mundo. Ahora que vivimos inmersos en una cultura progresista, mucho más. Este es precisamente la gran desviación de nuestra Iglesia los últimos 4 siglos, desde la Ilustración y Lutero.
Cuando cesó la resistencia de los Papas a esta tentación de morigerar el lenguaje, la Iglesia poco a poco terminó por favorecer corrientes progresistas que se dejaron convencer que teníamos que adaptarnos al mundo, si queríamos competir por una mayor aceptación.
No pueden servir a dos Señores
La tremenda sentencia de Santiago con que nos interroga en esta lectura “¿No saben que amar al mundo es odiar a Dios?” nos debe recordar que el Señor nos dice: “No pueden servir a Dios y al Dinero” (Mateo 6,24).
Nuevamente estas palabras encierran un significado muy preciso que al evitar tocarlo en las homilías y sermones lo único que hacemos es ocultar la verdad. Como vivimos en una sociedad ultra sensibilizada por el subjetivismo y los sentimientos, muchos evaden esta confrontación.
No son del mundo
En Juan 7,14 el Señor ora al Padre de este modo: “Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo.” Por lo tanto, nos toca vivir en el mundo sin claudicar ante él, sin dejarnos obnubilar por él.
Valorar todo cuanto nos rodea en este mundo en su justa medida. Tal como dice San Ignacio en su regla del “tanto cuanto”. Me acercaré y usaré de ellas en tanto me acerquen al fin para el que he sido creado y me alejaré en cuanto me lo impidan. Esta es la regla de oro.
No podemos amar al mundo
El primer mandamiento nos lo recuerda: Amar a Dios por sobre todas las cosas. Esto intelectualmente se entiende inmediatamente. Otra cosa es llevarlo a la práctica cotidiana, a la vida diaria. No debemos entender este mandato como una condena al mundo.
Esto quiere decir que cuanto nos rodea no es necesariamente malo, sino que ha sido puesto allí para que nos ayude a alcanzar nuestro propósito en la vida. Y esto solo lo lograremos haciendo uso adecuado de todo, es decir, el que corresponde para mayor gloria de Dios.
El mundo es maravilloso
Como todo lo creado por Dios, el mundo y todo lo que contiene, en cuanto creatura de Dios es perfecto y maravilloso. Por eso dice el Génesis después de cada una de las cosas creadas que “vio Dios que era bueno”.
No hay trampa ni engaño en nada de ello. La condición y exigencia es que lo usemos como corresponde. Aquí está la clave. ¿Quién sabe cómo debemos valernos de todo lo creado? La respuesta es muy sencilla y obvia: Dios, Padre, Creador del Universo.
Oír y hacer la Voluntad de Dios
De allí que lo más importante sea “hacer la Voluntad de Dios”. Esta es una de las siete peticiones del “Padre Nuestro”, la única y por eso la más importante oración que Jesucristo mismo nos enseñó, atendiendo al pedido de los apóstoles: enséñanos a orar.
No se trata de memorizar y repetir como loros, sin sentido. Hay que escoger un tiempo y lugar adecuado. Apartándonos de todo, sino física, por lo menos mentalmente. Entonces, con mucha devoción, entendiendo y reflexionando en cada palabra orar al Padre, poniéndonos en sus manos.
Progresismo y ecologismo
De allí que no haya nada más perverso que oyendo al ecologismo, que es una ideología atea y anti cristiana, pretendamos hacer del mundo, del planeta o del cosmos nuestro Dios. Lamentablemente muchos filósofos y teólogos progresistas se han dejado llevar por esta tentación.
Estas corrientes llamadas genéricamente progresistas, contagiadas por la dialéctica marxista y el cientificismo han abrazado la creencia de que todo va evolucionando y perfeccionándose en un movimiento inexorable hacia Dios. De este modo todo, incluyendo el mundo sería Dios, caminando a la perfección.
Amar al mundo y culpar al hombre
Terminar amando al mundo y condenando al hombre constituye una de las más grandes herejías de nuestro tiempo. En primer lugar, porque desconoce la Voluntad de Dios, Creador del mundo, que en el Génesis pone al hombre por encima de toda creatura ordenándole “henchid la Tierra”.
En Segundo lugar y no por eso menos importante, porque el Hombre es la única creatura creada a “Imagen y Semejanza de Dios”, creados varón y hembra. No hay duda, por eso, que todas estas historias racionalistas creadas por los modernistas, no son otra cosa que obra del Demonio, el homicida, que, desde el comienzo, por vanidad, orgullo, envidia y soberbia no ha hecho nada más que buscar nuestra perdición.
Jesucristo es nuestro Salvador
Jesucristo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Fue Crucificado, muerto y sepultado y resucitó al tercer día venciendo a la muerte, confirmando de este modo todo lo que nos enseñó y prometió, registrado en los Evangelios.
Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. No hay atajos. No hay desvíos. Él es el Único Camino. Él es la piedra que desecharon los constructores. Él es la piedra angular. Sin Él no hay nada. Con Él no hay imposibles. Él es el Hijo Único de Dios. Segunda persona de la Trinidad.
Oración:
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