Mateo 28,8-15 – con miedo y gran gozo

Con miedo y gran gozo

Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos.

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Mateo 28,8-15 con miedo y gran gozo

Mateo – Capítulo 28

Reflexión: Mateo 28,8-15

El Demonio echa mano de todos los recursos que se le ponen a su alcance y uno de estos, qué duda cabe es la literatura, la prensa y los medios de comunicación en general. Como quiera que hemos de fiarnos de la información que se propaga, si queremos enterarnos de algo, tergiversar los hechos desde el preciso momento que ocurren y se dan a conocer es una práctica de la que siempre se ha valido el mal.

Distorsionar, ocultar, esconder, cambiar, engañar, mentir, atemorizar y manipular son una constante entre las estrategias empleadas por Satanás, para confundir a la incrédula humanidad y llevarla de la nariz a aquello que le conviene e interesa, que no es otra cosa que la división, la destrucción y la muerte, porque en ella encuentra su victoria frente a la Voluntad de Dios. El Maligno, que no es otro que la soberbia encarnada, se encuentra en abierta batalla contra Dios por ganarnos para su mundo tenebroso, oscuro y pestilente, donde la muerte, la mentira, las apariencias, el engaño, las tinieblas y el terror priman eternamente.

Nosotros, la humanidad entera, hemos sido creados por Dios para vivir eternamente en plenitud. Esta es la Voluntad de Dios que el Demonio se atreve a desafiar. Sin embargo, más allá de sus tentaciones y mentiras, hemos de tener la certeza que será la Voluntad de Dios la que prevalecerá, si nosotros creemos en Él, oímos a Jesucristo, Su Hijo, enviado a Salvarnos del peligro que nos acecha, y hacemos lo que nos manda.

Jesucristo ha venido a Salvarnos de este peligro por Voluntad de Dios Padre. Tanto amó Dios al mundo, que envió a Su propio Hijo a Salvarnos. El Demonio y la muerte no pueden contra Dios, así que seremos salvos si Creemos en Dios, le oímos y hacemos lo que nos manda. Esto quiere decir que la Salvación no es automática, no se impone a nadie. Requiere de nuestra voluntad. Requiere de nuestra aceptación, de nuestra anuencia. En otras palabras, a pesar de todo el esfuerzo desplegado por Dios y el Sacrificio de Su Único Hijo, si nosotros queremos, podemos perdernos para siempre.

Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos.

Pero es obvio que hay que ser necio o demente para perderse, para preferir las llamas del Infierno a la Vida Eterna en el Cielo. Esta es la disyuntiva que nos presenta la vida en este mundo, ante la cual hemos de elegir: Dios o el Dinero; Dios o el Demonio; la Vida o la Muerte; la Verdad o la Mentira; la Luz o la Oscuridad; el Amor o el Odio. Jesucristo ha venido a este mundo a enseñarnos el Camino de la Salvación, es decir, el Camino que nos conduce a Dios y por consiguiente a la Vida Eterna y la Plenitud.

Muriendo en la Cruz, de lo que estas mujeres fueron testigos presenciales, y resucitando al tercer día, ha sellado con nosotros esta alianza, que nos permite afirmar sin duda ni temor alguno que Jesús ha triunfado sobre la muerte, sobre el pecado, sobre el Demonio, sobre la oscuridad y la ha iluminado con Su propia Vida, viviremos para siempre. Esta es la fe que confesamos, la fe que nos sostiene y la que habrá de conducirnos a la Patria Celestial. ¡No tenemos nada que temer! ¡Él está con nosotros hasta el final de los tiempos!

Esto es tan cierto como las mentiras que a partir de estos hechos, tal como se narra en este pasaje, se propalaron para evitar que creamos. Pero nosotros sabemos que esta es la Verdad, que Cristo ha triunfado sobre la muerte; que el amor ha triunfado finalmente y que, por lo tanto, no importa cuán difícil pueda ser la situación que atravesamos, el amor y la vida finalmente triunfarán. Esa es nuestra fe; esa la razón de nuestra esperanza. ¡Jesucristo ha vencido al mundo!

Ordenemos nuestras vidas para dar testimonio de la Resurrección de Cristo. Hagamos como estas mujeres y dejando el miedo de lado, tal como Jesucristo nos invita a hacer, vayamos a anunciarla por el mundo entero. Pidamos al Señor que haga de nuestras propias vidas el anuncio luminoso de la esperanza que nos embarga. ¡Que nada ni nadie nos quite la alegría de anunciar este Evangelio! Jesucristo, Hijo de Dios y hermano nuestro, ha resucitado venciendo al Demonio y a la muerte y nosotros lo hemos hecho con Él!

Esta es la gran Primicia que celebramos hoy, la que nos llena de alegría y esperanza, la que da sentido a nuestras vidas. Con Dios, que es Amor, todo lo podemos. No hay obstáculo que no podamos superar. ¡La Vida Triunfará! ¡Ya lo ha hecho, en Jesucristo y lo hará en nosotros! Vivamos amando a Dios por sobre todas las cosas y a nuestros prójimo como a nosotros mismos. ¡Este es el Camino! Padre Santo, hazlo posible. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos.

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