No cometerás adulterio
“Han oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo les digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.”
Viernes de la 10ma semana del T. Ordinario | 10 de Junio del 2022 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Reyes 19,9a.11-16
- Salmo 26,7-8a.8b-9abc.13-14
- Mateo 5,27-32
Reflexión sobre las lecturas
No cometerás adulterio
Los mandatos del Señor son firmes, sólidos. Él no anda con ambigüedades. Relativizar las cosas es lo propio del demonio. Para el Señor las cosas son blancas o negras. Vida o muerte, Verdad o mentira. Día o noche. Es preciso decidir; tomar partido.
Su lenguaje sea si, si o no, no. El Señor no tolera a los tibios, a los indecisos, que quieren estar con Dios y con el diablo. Es propio de los hombres postergar una decisión con el deseo de no afrontarla. Pero ello no siempre es posible y puede acarrear consecuencias indeseadas.
Veamos el caso específico que aquí nos propone el Señor para la reflexión. Se nos ha dicho que debemos respetar a las mujeres, más aun, cuando sabemos que están comprometidas o casadas. Sin embargo, cuando se nos mete una entre ceja y ceja, difícilmente renunciamos a ella.
Nos dejamos arrastrar por la debilidad
Somos presos de nuestros instintos. No queremos controlarlos. Pero, ¿Qué es lo más elevado? ¿Qué correspondería hacer a un hombre educado, considerado, responsable, de honor? Lo sabemos perfectamente.
Sin embargo, una vez que caemos por debilidad, por deseos incontrolados, por no haber sabido comportarnos responsablemente, antes que reconocer nuestra culpa y error, queremos que se nos comprenda y perdone. Reclamamos condescendencia.
En lugar de pedir perdón y corregir aquello que está mal, queremos que todos sean complacientes y tolerantes con nosotros y que nos permitan seguir transgrediendo la norma haciéndose de la vista gorda. Apreciamos y estimamos a los que lo hacen. En cambio, aborrecemos y nos revelamos contra los que no nos toleran.
Cuidémonos del Maligno
En vez de acusar a quienes nos censuran, debíamos corregirnos y enmendarnos. ¿Por qué no lo hacemos? Eso sería lo correcto. Pero entonces surgen para apoyarnos aquellos que cayeron antes que nosotros y en lugar de apoyar la virtud, apoyan el derecho a equivocarse.
No tienen ninguna intención de enmendarse, sino que quieren seguir en el error y pretenden imponer que se acepte su transgresión. Tratándose de la hermana, la hija o la esposa, es posible que el que se siente agraviado por esta transgresión no esté dispuesta a aceptarla.
Después de todo la norma es muy clara y es para todos: no cometerás adulterio. ¿Cómo se zanja esta discusión? El más débil cede o, lo que es lo mismo, el más fuerte y/o poderoso se impone. ¿Te acostumbras a vivir con el agravio o te vengas a la primera que puedes?
El Señor no ha venido a abolir la ley
Es claro que estas fricciones o roces generan violencia y estas pueden llevar a otras transgresiones, a otras faltas a otras fricciones. ¿Cómo arreglar? Hay normas establecidas y sanciones para quienes las transgreden. Es preciso que así sea, de otro modo no podríamos convivir.
Y, sin embargo, a pesar de todo, el Señor eleva más aún la norma. El Señor no va contra las normas de convivencia pacíficas que a través de la historia hemos ido acordando. Él las eleva a un nivel sobre natural. A una altura ideal, pero no por ello menos asequible al hombre.
El Señor no ha venido a abolir la ley y los profetas, sino a darles cumplimiento. Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, ha venido precisamente para salvarnos de ese pecado de complacencia, egoísmo, imposición y violencia que nos lleva a la destrucción y a la muerte.
Cuidémonos de la levadura de los fariseos
Jesucristo viene a salvarnos del engaño, la mentira y el libertinaje. Es preciso fijar una norma razonable y responsable. Pero al mismo tiempo es necesario que sea respetada por todos. El Señor eleva esta norma al nivel más alto: el amor.
Solo desde esa perspectiva puede entenderse el sacrificio y la permanente inmolación de no ceder ni si quiera con el pensamiento. Y es que Cristo sabe que solo podremos vivir en la virtud que nos conduce a la Vida Eterna si somos capaces de dominar no solo nuestros actos, sino incluso nuestros pensamientos.
Pues es en el pensamiento donde primero se peca, consintiendo en la mente. Una vez superada esta instancia, se ponen los medios. Por eso es importante extirpar los malos pensamientos, antes que nazcan. Ello asegura una vida llena de paz y amor, como corresponde a los hijos de la luz.
No cometerás adulterio ni pecado alguno
¿Quién puede no querer el Plan de Dios? ¿Quién puede oponerse? El Demonio y todo el que se rinde ante él, esperando obtener lo que desea. El mentiroso, el engañador, el homicida le hará creer que así será. Tarde se dará cuenta que a cambio habrá perdido su alma, lo único que tenemos que trasciende todo cuanto podemos imaginar.
Como es lógico, el Señor nos propone una vida acorde con nuestra dignidad de Hijos de Dios. Él sabe el material del que estamos hechos y cuál es el propósito de nuestra existencia. Como el mejor instrumentista, ajusta nuestras cuerdas para alcanzar los más elevados y armoniosos acordes.
Despegaremos y volaremos grácilmente donde nuestro Padre tiene preparada una morada para nosotros o nos arrastraremos como sabandijas en pantanos y aguas putrefactas, como sajinos, cucarachas o serpientes.
Oración:
Padre Santo, danos sabiduría para oír a Jesucristo y poner en práctica todo cuanto nos enseña, de modo que busquemos la Verdad y la Vida Eterna. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
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