Mateo 3,1-12 – Ya está el hacha puesta a la raíz

Ya está el hacha puesta a la raíz

Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.

Texto del evangelio Mt 3,1-12

1. Por aquellos días aparece Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea:
2. «Conviértanse porque ha llegado el Reino de los Cielos.»
3. Este es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: Voz del que clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus sendas.
4. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre.
5. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán,
6. y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
7. Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién les ha enseñado a huir de la ira inminente?
8. Den, pues, fruto digno de conversión,
9. y no crean que basta con decir en su interior: «Tenemos por padre a Abraham»; porque les digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham.
10. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
11. Yo los bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El los bautizará en Espíritu Santo y fuego.
12. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga.»

Reflexión: Mt 3,1-12

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Mateo 3,1-12 Ya está el hacha puesta a la raíz

Algunas de estas figuras que el Señor usa en los Evangelios para enseñarnos el Camino, nos causan cierto temor. Nos parecen amenazantes. Por tal motivo, para algunos basta ese solo hecho para no prestarle oídos.

Es que no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír. En el fondo, tras esa máscara de delicadez y sensibilidad, ocultamos nuestra soberbia y desdén. Y es que, decimos, nadie tiene por qué forzarnos, ni si quiera Dios.

Y aunque lo digamos de labios para afuera, porque nosotros bien sabemos que en este mundo el más poderoso se impone y manda, lo cierto es que Dios no es así con nosotros. Por lo tanto, de algún modo podríamos decir que tendríamos razón en esta argumentación. Pero resulta que Dios no amenaza ni se impone por la fuerza.

Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.

Dios es totalmente respetuoso de nuestra libertad. Él no nos exige que hagamos esto o aquello, ni tampoco nos amenaza. Lo que hace aquí, con esta historia, es advertirnos, que es muy distinto. Como decir, si no aprovechas la luz del sol será imposible leer en la noche en un descampado y sin luz.

Cuando uno se va haciendo mayor, se va dando cuenta de la premura con la que hay que hacer ciertas cosas. En la juventud no sentimos esa urgencia y muchas veces perdemos el tiempo. Escogemos algo de lo que luego nos arrepentimos y volvemos a empezar, como si nada.

Cuando uno es mayor, le resulta más difícil y aprecia mejor las decisiones oportunas o se lamenta, si no supo tomarlas, porque hay cosas que resultan irremediables, como batir un record de atletismo, por ejemplo.

Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.

Todo tiene su tiempo y aun cuando a veces se nos antoje interminable la vida, la verdad es que es un suspiro, mucho más aún para Dios. Seguramente en aquél momento final muchos sentiremos no haber vivido lo suficiente y tal vez nos parezca que todo pasó en un abrir y cerrar de ojos.

En ese momento, tal vez descubramos que nada de lo que hicimos hasta allí valga la pena frente a lo que tenemos por delante. Eso es lo que nos dice el Señor. De allí en adelante empezaremos una nueva vida, que será esplendorosa si dedicamos nuestro tiempo aquí a andar el único y verdadero Camino. De otro modo, nos perderemos en las tinieblas, la oscuridad y la muerte.

Estas son las reglas. No hay ninguna amenaza. Nuestro tiempo aquí es efímero. Llegará de todos modos el final. El hacha ya está puesta en la raíz. Aquel árbol que en su debido tiempo no de fruto, será cortado y echado al fuego.

Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.

No se trata de ningún castigo, por lo tanto. Es solo el fin de un ciclo natural. Como hace cualquier agricultor, nosotros fuimos sembrados con el propósito de obtener una cosecha abundante. Esa es nuestra razón de ser. No se nos pide nada más que hacer lo que debemos.

El granjero cuida y alimenta a sus gallinas ponedoras, como el ganadero a sus vacas lecheras. Nosotros como hijos de Dios hemos sido puestos aquí, para amar. Nuestros frutos deben ser los que da el amor, a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

Estos son los frutos por los que se nos examinará al final de la vida. ¿Cuánto hemos amado? No cuanto te han amado, sino cuanto hemos sido capaces de amar, de dar, de sacrificar, de tolerar, de compartir, de acompañar, de consolar, de alegrar, de aliviar, de apaciguar. ¡Despertemos y tengamos en cuenta que esto es todo lo que importa!

Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.

Oremos:

Padre Santo, no permitas que nos extraviemos. Que no nos dejemos confundir. Que mantengamos nuestra mirada puesta en las promesas de nuestro Señor Jesucristo, que solo vale la pena vivir y morir por amor…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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Mateo 3,1-12 Ya está el hacha puesta a la raíz

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