Jesús marchaba delante

Marcos 10,32-45 – Jesús marchaba delante

Jesús marchaba delante

«Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo.”

Miércoles de la 8va semana del T. Ordinario| 26 de mayo del 2021 | Por Miguel Damiani

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Reflexión sobre las lecturas

Jesús marchaba delante

Sabía dónde iba y lo que le esperaba, sin embargo Jesús marchaba delante de ellos. No se escondía, tampoco se acobardaba, ni se obnubilaba. Tampoco iba blandiendo un espada, ni lanzando arengas. ¡Qué distinto es el proceder de Jesús al nuestro!

No se envalentonaba como el líder que amparándose en la multitud viene a desafiar a las autoridades o a los opresores de turno. Hay una distancia abismal entre el liderazgo de Jesús y el de cualquier caudillo político populista de nuestros días.

Jesús sabe dónde va y sin embargo se encamina con paso decidido por delante de ellos. Todos de uno u otro modo sabían que este era un desafío, que estaba yendo a la boca del lobo, por eso iban temerosos y expectantes tras los pasos de Jesús. ¿Qué podrá pasar?

Jesús marchaba delante

Le oían pero no le escuchaban

En su imaginación y por todos los prodigios que había visto de Jesús, más de uno suponía seguramente que Jesús se impondría finalmente sobre la tiranía de los gobernantes. Nada más distante a lo que Él venía advirtiendo al círculo más cercano de sus discípulos.

Él sabía lo que tenía que pasar y se los estaba comentando con detalle, de principio a fin. Todos lo oían, pero no le escuchaban. Es decir, entendían lo que querían, con su lógica mundana. La emoción les impedía entender lo que Jesús les estaba advirtiendo.

Ello explica la actitud de Juan y Santiago, que como todos seguramente pensaban que asistirían a la derrota definitiva y sin atenuantes de estos tiranos. Próximos al fin e íntimos, como se sentían de Jesús, deciden formular su pedido.

Todo ocurre conforme a la Voluntad de Dios

¿Por qué no sentarse uno a la derecha y otro a la izquierda? Si ellos se sentían capaces de todo con Él y por Él. Jesús los mira seguramente con cariño, con empatía, pero en lugar de darles una extensa explicación que seguramente no entenderían prefirió decirles escuetamente que no le correspondía a Él tal decisión y que esos sitios ya estaban reservados.

Y es que mientras Jesucristo sabía que había venido por toda la humanidad, de todos los tiempos y latitudes, los discípulos y sus compañeros estaban enfocados en aquello que sería una pequeña escaramuza con respecto a la Misión en toda su extensión.

Sí, es cierto que allí se estaba jugando la Salvación del mundo entero, pero no sería como ninguno de los discípulos lo imaginaba. Todo ocurriría como Él se los estaba detallando, conforme a la Voluntad de Dios.

La fe es la respuesta que damos a Dios

Muchas veces nos cuesta entender la Voluntad de Dios, porque no vemos el mundo desde Su perspectiva, desde Su Sabiduría infinita. A nosotros no nos toca entender, sino confiar; tener fe. Esa es la respuesta que espera Dios de nosotros.

Fe en que no puede haber para nosotros nada mejor que hacer Su Voluntad. Por eso Jesucristo nos enseña la oración más perfecta, el Padre nuestro, en la que pedimos precisamente que se haga lo que Él ha dispuesto.

Los que tenemos o hemos tenido un niño pequeño, sabemos que es lo que le conviene a nuestro hijo y lo procuramos, muchas veces incluso contra la voluntad del infante. Lo mismo hace Dios Padre por amor a nosotros.

Jesús marcha delante siempre

Nos corresponde por ello, discernir Su Voluntad y acatarla. Lógicamente le debemos obediencia. El problema reside en que por soberbia, por la pretensión de no necesitarlo, de creernos autosuficientes (idea que nos mete el Demonio), queremos hacer otra cosa.

Dejemos al Señor que nos guíe. Jesús marcha delante siempre. Es a Él a quien debemos seguir confiados, porque Él sabe por dónde nos lleva. Él es el Cristo enviado por Dios para salvarnos. Él mismo es el Hijo de Dios vivo. ¡Tengamos fe!

Oración:

Amado Padre Celestial, danos la Gracia de tener fe, que sea esta creciente y que la podamos compartir con nuestros hermanos, siendo ejemplos de acatamiento a Tu Santísima Voluntad. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén.

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