Juan 3,16-21 – tanto amó Dios al mundo

Tanto amó Dios al mundo

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

juan-3-16
Juan 3,16-21 tanto amó Dios al mundo

Juan – Capítulo 03

Reflexión: Juan 3,16-21

¿Qué es lo que tenemos que hacer? Creer. Así de simple; eso es todo. Por lo menos es muy fácil de recordar, no es verdad? No es tan complicado. No tenemos que consultar libros, ni hacer grandes estudios. No importa la profesión, la raza, el sexo, la nacionalidad…Solo debemos creer. Eso es todo lo que nos pide el Señor. ¿Por qué? Porque así ha sido dispuesto por Dios. ¿Por qué? Por amor.

La idea es en verdad muy simple. No podía ser de otro modo, viniendo de Dios, nuestro Creador, Infinitamente Misericordioso. Pensemos por un momento en los navegantes de hace 2 o 3 siglos, cuando no habían tantos equipos electrónicos de orientación. Aunque ya hubiera brújula y sextante, una vez que los barcos divisaban un faro, no tenían nada más que enfilarse al mismo para alcanzar tierra. De eso estaban seguros y nadie hubiera podido imaginar que aquello fuera una trampa, pues conforme a nuestro código de comportamiento universal, basado en la “buena fe”, estábamos llamados a creer que aquella luz nos guiaba a un puerto seguro.

Es exactamente lo mismo que hace Dios por y para nosotros. Nos envía a Su Único Hijo, a Su Primogénito, para que siendo elevado en un punto en el que todos podamos ver Su luz, creamos y enfilemos a este único puerto seguro y final, el único que dará sentido a nuestras vidas, a nuestros esfuerzos y sacrificios, porque allí todo tendrá su compensación. Pero es preciso llegar allí. Para eso debemos verlo, luego creer en Él, como los navegantes confiaban en los faros colocados para guiarlos y finalmente enfilar hacia Él, que sería de necios, en un mar embravecido, ignorar la posibilidad de alcanzar la salvación en aquella luz.

Cada línea, cada versículo de la lectura de hoy, nos ratifica de uno u otro modo esta idea. Primero, es Dios quien hace posible nuestra salvación. ¿Por qué? Por amor. Él nos ha amado tanto, que lo ha hecho posible, pero de un modo inequívoco. A fin de no exponer al fracaso la posibilidad de salvarnos, envió a su emisario más confiable, a aquél que más ama. Eso es lo que hacemos cuando queremos estar bien representados, cuando realmente nos interesa el receptor de nuestro mensaje. Cuando nos interesa el público o la comunidad a la que nos dirigimos. Eso mismo hizo Dios. Entre todas Sus posibilidades escogió a Su propio Hijo para esta Misión. ¿Por qué? Porque así de grande es Su amor por nosotros.

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

Y, Jesucristo, siendo Hijo Único de Dios, siendo, por lo tanto, Él mismo partícipe de la misma Divinidad del Padre, cumplió a la perfección y a cabalidad, en todos sus términos la Misión encomendada. Jesucristo nos ha salvado. Todo lo que tenemos que hacer es creer en Él. Eso es lo que nos revela el Evangelio de Hoy. Jesucristo es nuestro faro; es la Luz, es el Camino que nos lleva a la Salvación. Él nos rescata de las aguas turbulentas y nos lleva al Reino de Dios. Ha sido levantado en lo alto para que lo veamos y viéndolo, lo sigamos. Todo está consumado. No hay nada más que hacer. Ahora todo depende de nuestra decisión.

Dios se ha manifestado a lo largo de toda la historia de la humanidad, de diferentes modos y en diferentes ocasiones para orientarnos, siendo el culmen y centro de todas estas manifestaciones Jesucristo, Su Hijo amado. Así tenemos que los ojos del Antiguo testamento están puestos en su llegada. Las Escrituras nos hablan del Mesías esperado, del Salvador prometido. Cumpliendo esta promesa, Él nació en Belén hace poco más de 2mil años, convirtiéndose en el Centro mismo de toda la historia, aunque no les guste a sus detractores.

Luego, los Evangelios y el Nuevo Testamento nos hablan de Él, de su nacimiento, vida, muerte, resurrección y ascensión al Cielo. Todo fue hecho para que volteemos la mirada hacia Él, siendo levantado en lo alto para que ilumine a toda la humanidad. Eso ha ocurrido. De eso son testigos especialmente los discípulos, así como todos los que lo seguían y a través de ellos, la humanidad entera. De eso trata la Salvación: que viéndolo, lo sigamos. Y evangelizar no es otra cosa que dar testimonio de lo que hemos visto, para que otros crean y lo sigan. Es una Buena Noticia que todo el mundo debe conocer.

Si conociéndola no la seguimos, será porque preferimos andar en la oscuridad, en la mentira, en el engaño, en la turbiedad. Es un grave y delicado problema, porque como resultado no llegaremos al Puerto al cual debíamos encaminarnos para alcanzar el propósito de nuestra travesía por esta vida, que no es otro que alcanzar la felicidad y vivir eternamente. Para ello, hemos de encaminarnos a la Única Luz que ilumina el Universo, a la Verdad. Solo quien camina por la Verdad la alcanza. Para eso es preciso Creer. Eso es lo que los Evangelios nos revelan en cada lectura, pero especialmente en la de hoy.

Finalmente hay que decir que el Señor no nos abandona. No es solo el Salvador prometido y luego la Promesa cumplida, es nuestro Guía y acompañante en toda esta travesía, si así se lo pedimos en oración. En verdad, aun cuando no se lo pidamos el siempre estará a nuestro lado, pero todo será más fácil, más fluido, si podemos reconocerlo en nuestro diario trajinar. Él va con nosotros, nos acompaña y nos ayuda atendiendo y resolviendo todo aquello que sin su presencia y su intervención sería imposible. Esos son los milagros, de los que algunos podemos dar fe en nuestras vidas. Ocurren constantemente, aun cuando algunos insistamos en no reconocerlos, en no verlos o en confundirlos con la suerte.

Todo lo que quiere Dios es Salvarnos. Para eso envió a Su Hijo. Pero algunos de nosotros nos hemos dejado confundir por el Demonio, por el Príncipe de este mundo y hemos escogido el camino de la oscuridad, de las tinieblas, que solo nos pueden llevar a la destrucción y a la muerte. Si creemos, cambiemos de vida. No basta decir creo, es preciso manifestarlo con la vida misma. Si creemos, vivamos en consecuencia. Vivamos como si este fuera el último día de nuestras existencias. Hagamos hoy aquello que sabemos que es importante y sin embargo andamos postergando. Entreguemos HOY todo lo que tenemos y somos. No busquemos ser amados, sino amar. Ser comprendidos, sino comprender…Entreguémonos íntegramente a nuestra familia, a nuestros hermanos, a nuestros amigos, a Dios.

Padre Santo permítenos hoy repetir la oración de San Francisco y vivir en consecuencia, por Jesucristo nuestro Señor, Amén.

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo unión,
donde haya error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh Maestro, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar.
Porque dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
y muriendo se resucita a la vida eterna.
Amén.

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

(3521) vistas

Imágenes Relacionadas:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *