Tarde te amé, Dios mío.

Es preciso cada día recordar que nadie nos ama como Dios…incondicionalmente y sin merecimiento alguno. Nos ama aun antes que hubiéramos nacido. Todo lo hizo Bien, todo lo hizo perfecto y nos puso allí en el medio.
Cuando llegamos a sentir este amor, somos contagiados de una paz y una alegría desbordantes, incontenibles, que solo pueden ser aplacadas saliendo de nosotros y contagiándolas a nuestros hermanos.
Dios que todo lo sabe, que todo lo ha previsto, nos ha dado la vida para que seamos felices y vivamos eternamente.
(59) vistas