Texto del evangelio Mc 16,9-15 – se les apareció y les echó en cara su incredulidad
9. Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios.
10. Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos.
11. Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron.
12. Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una aldea.
13. Ellos volvieron a comunicárselo a los demás; pero tampoco creyeron a éstos.
14. Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado.
15. Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación.
Reflexión: Mc 16,9-15
A veces, influenciados por tantas ideas y concepciones escépticas, que paulatinamente van condicionándonos a creer tan solo en lo tangible, como es el dinero contante y sonante, nos invaden las dudas, sobre todo cuando lo que hacemos no pareciera retribuirnos ni un céntimo y por el contrario, si hiciéramos algunas cosas distintas y prestáramos más atención a ciertos eventos o personajes, podríamos estar recibiendo algo de dinero contante y sonante. ¿Por qué aferrarnos a estas cosas que como decía un cierto curita, pasaron hace tanto tiempo “ y sabe Dios si serán ciertas”. Y es que así, entre broma y broma se va sembrando en nosotros la incertidumbre y poco a poco llega un momento que sin darnos ni cuenta, hemos perdido la fe, hemos dejado de creer. Y, ya no nos asusta ni nos llama la atención, porque miramos a nuestro alrededor y parece que este fuera el común denominador de cuantos nos rodean. Vivimos en un mundo en el que Dios está lejísimos; pocos se acuerdan de la fe y para qué sirve, a no ser cuando atravesamos por alguna dificultad o queremos lograr salud, dinero, fama, títulos o sabiduría. Dios es como nuestra Partida de Nacimiento, que sabemos que está por algún lado y jamás la tenemos presente, a no ser cuando la necesitamos. Así, por la fuerza de la costumbre nos va resultado cada vez más sencillo arrinconarlo y prescindir de Él. Eso sí, para todos los efectos somos cristianos, solo que “no practicantes”. Muy pronto seremos los primeros en oponernos a lo que dicen los curas y a sus ideas “anacrónicas”, abrigando la esperanza que algún día muy cercano la Iglesia se adaptará al mundo moderno, tal como nos parece lo viene pretendiendo el Papa Francisco, del cual sabemos tanto como unos cuantos titulares leídos muy rápidamente y algunas frases sueltas tomadas de Facebook con miles de likes. La verdad es que no conocemos al Señor, ni creemos en Él. En realidad creemos en un Dios forjado en nuestro interior a nuestra imagen y semejanza, es decir justo al revés de lo que nos enseña la Biblia. Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado.
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