Palabra de Dios

Para leer la Biblia que es la Palabra de Dios

Cómo acercarnos a la Palabra de Dios

En primer lugar, debemos reconocer con mucha pena que lamentablemente muchos, así llamados, católicos mueren sin conocer la Biblia. Pocas veces, si alguna, han tomado la Biblia para leer y reflexionar en la Palabra de Dios. ¿De quién es la culpa, cuando vemos que los evangélicos y otras sectas llamadas cristianas conocen la Biblia? No lo sabemos. Lo dejamos para la reflexión.

Hoy queremos dar nuestra pequeña cuota de esfuerzo para salvar esta deficiencia. Te daremos dos estrategias para abordar este conocimiento. Así, esperamos que tú, hermano o hermana, que estás leyendo estas líneas, no te vayas de este mundo sin haberte dado la oportunidad de profundizar en el conocimiento de la Palabra de Dios, escogiendo cualquiera de los dos métodos.

Palabra de Dios

Requisitos para la lectura de la Palabra de Dios

Pero antes de pasar a darte a conocer estos dos métodos es preciso cumplir con unos requisitos previos. (1) El primero y más obvio es tener una Biblia, porque esa es la única manera de ponerte en contacto con la Palabra de Dios. Procuremos que esta Biblia sea de Jerusalén, pues es la traducción más fiel y tiene las mejores notas al pie de página, que serán muchas veces necesarias para ubicarnos.

(2) Luego, busquemos un lugar apropiado en nuestra casa o trabajo, en el que no tengamos interrupciones. Ese será nuestro “lugar sagrado”. (3) Dispongamos de un “tiempo sagrado”, en el que sabemos que nada ni nadie nos interrumpirá. Es necesaria concentración y recogimiento. (4) Para crear el clima adecuado y alcanzar la inspiración Divina oremos, invocando la presencia del Espíritu Santo

Recomendaciones especiales

Hay algunas recomendaciones especiales que debemos tener en cuenta para lograr nuestro propósito. (1) Toma una libreta de notas en la que llevarás un pequeño diario de tu relación con Dios. Ponle el nombre que quieras. Pero allí escribirás las ideas, palabras o frases que te llaman la atención de este texto. Puede ser digital. (2) No te empeñes en entenderlo todo. No te desanimes. Recuerda que es Palabra de Dios. Algunas cosas entenderás a la primera otras te serán reveladas en otro momento.

(3) Persevera. Lo más importante es la constancia. Procura siempre dedicarle a la Palabra de Dios más o menos el mismo tiempo, a la misma hora y en el mismo lugar. Recuerda que la Palabra de Dios está llena de pozos insondables de riqueza. No es tu sed la que tiene que vencer a la fuente, sino que la fuente debe vencer a tu sed. La fuente es inagotable. Es normal que no entiendas todo. Si uno nunca termina de entender del todo a las personas, menos a Dios. Pero recuerda que Su Palabra es vida.

Método Sencillo y práctico

El primer método para acercarnos a la Palabra de Dios, que hemos denominado “sencillo y practico”, consiste en lo siguiente. Consíguete un Calendario Litúrgico. Lo encuentras en cualquier librería católica o en Internet. Y lee las lecturas que la Iglesia dispone para cada día. Normalmente es una del antiguo testamento, un Salmo y un Evangelio (del Nuevo Testamento). Los domingos y fiestas de guardar hay una lectura más.

De este modo te estarás uniendo a las oraciones y reflexiones de todos los católicos en el mundo entero. Esto es algo muy positivo. Las lecturas están ordenadas en tres ciclos: A, B y C que sirven para un año distinto. Es verdad que después de tres años no conocerás toda la Biblia, pero te habrás familiarizado bastante bien con las lecturas para cada época del año. La desventaja es que mediante este método no podemos garantizar que hayas leído toda la Biblia.

Método profundo, amplio y comprometido.

Este segundo método busca que encuentres gusto en la lectura de la Palabra de Dios y te vayas familiarizando poco a poco con todos los libros, para que finalmente termines por leerlos todos por lo menos una vez de un modo un poco más ordenado. Podrías aplicarlo en forma paralela con el anterior, si tienes tiempo o en todo caso pasar a este una vez cumplidos los tres ciclos (tres años) del método anterior. Se trata de dos abordajes distintos. Lo que busca cualquiera de los dos métodos es que la Palabra de Dios sea tu compañera para toda la vida, conociéndola y familiarizándote con ella, como corresponde a todo buen católico.

(1) Empezar por los Evangelios: (1.1.) Primero San Marcos, porque es el más narrativo, nos invita a encontrarnos cara a cara con Jesús. Cuanto leo al día…depende de tu tiempo. No te excedas más de un capítulo o menos. Lo importante es la perseverancia. (1.2.) Seguimos con San Mateo, que hace énfasis en los discursos de Cristo. (1.3.) Luego seguimos con San Lucas, que nos presenta el corazón compasivo del Señor. (1.4.) Y finalmente el de San Juan.

Pasamos al Antiguo Testamento

(2) Después pasamos al Antiguo Testamento. (2.1.) Al Libro de Los Proverbios…Es fantástico. (3) Luego regresamos al Nuevo Testamento y vamos a Hechos de los Apóstoles…28 capítulos. Fácilmente estarás 2 o 3 meses con él. Pero te estás acostumbrando a la Voz de Dios.
(4) Luego empezamos a alternar: Un día Salmos y otro día San Pablo. ¿Cuanto? De a pocos….Luego empiezas a alternar el Libro Eclesiástico y San Pablo ( No Eclesiastés).
(5) Después de terminar todas estas lecturas, pasamos al Génesis y el Éxodo. Levítico todavía no. De a pocos, relacionándolos con nuestra propia vida. (6) Luego vamos a la Carta a los hebreos. (7) Luego el Libro de Los Números y Deuteronomio. (8) Luego las cartas católicas: de Santiago, las 2 Cartas de San Pedro, las 3 de San Juan y la de San Judas Tadeo. (9) Después leemos 1ro y 2do Libro de Samuel y (10) el 1ro y 2do Libro de Reyes y (11) finalmente el Libro de Sabiduría.

Comentarios adicionales

Para llegar a este último libro, sin fatiga y administrando nuestro tiempo pueden haber pasado 3 años o más. Entonces estarás familiarizado con la Palabra de Dios, podrás seguirla según el Calendario Litúrgico y podrás profundizar en el resto de libros de la Biblia que te faltan. Habrás cumplido el cometido de leer, conocer, reflexionar y, Dios quiera, dejarte guiar por la Palabra de Dios en tu vida diaria.

Este segundo Método es el recomendado por Fray Nelson Medina, que en su enorme sabiduría seguramente es el mejor. El primero es el que sugerimos humildemente nosotros, con sentido práctico, porque es el que nos ha servido a nosotros, que nos acercamos a la Palabra de Dios luego de un Cursillo de Cristiandad y encontramos que era el que más se ajustaba a nuestras posibilidades. Empezamos meditando la Palabra de Dios correspondiente al domingo de cada semana y luego, ávidos de crecer en la fe, pasamos a la lectura diaria.

Algunos sabios comentarios y consejos

Con lo que hasta aquí has leído, ya estás listo para empezar a consolidar este excelente hábito. Con seguridad, éste te abrirá el camino a la santidad y con ello a la salvación de tu alma. ¡Qué mayor anhelo podemos tener en este mundo! Sin embargo, para quien los quiera tomar, seguidamente incluyo algunos sabios consejos de Fray Nelson.

La fe viene de escuchar, nos dice el apóstol San Pablo (Romanos 10). Si oyes con mayor frecuencia o profundidad, crecerás en la fe. Y si creces en la fe, tendrás raíces profundas y no sucumbirás. El que crece en la fe tiene docilidad al Espíritu Santo.

Otra razón nos la da San Jerónimo, que fue el primer Santo que hizo un esfuerzo gigantesco por traducir la Biblia, llamada vulgata, para divulgar la Palabra de Dios. Él dice: desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo. Es la Biblia la que nos permite conocer a Jesucristo. El Espíritu Santo nos lo presenta.

Cuidémonos de conocer la Biblia

Si nos apartamos de la Biblia, Cristo empieza a parecerse a algo que imaginamos. Así ocurrió por ejemplo en la Teología de la liberación. Hay que tener cuidado con no quedarse solo con los rasgos que nos gustan, porque entonces corremos el riesgo de desviamos.

Una tercera razón es, que mucha gente es ávida por conocer una serie de cosas y no se dan tiempo para leer la Biblia. Por ejemplo, algunos si están prestos a leer el Código de Da Vinci (Dan Braun), o las blasfemias de J.J Benítez que son horrorosas. Ambos presentan una visión despreciable y mundana de Jesucristo. Y sin embargo lo consumimos, porque están de moda. Estamos dispuestos a leernos tremendos mamotretos y no somos capaces de sacar un tiempo para leer la Palabra de Dios.

En el Capítulo 10 de San Juan nos dice: Mis ovejas conocen mi voz. A veces obramos como si no conociéramos al Señor. Recurrimos a materiales ofensivos, porque no lo conocemos. La mayor parte de las confusiones vienen de la simple ignorancia. Eso es lo que aprovechan el movimiento gnóstico o el budismo o la masonería o los rosacruces que son contrarios a la fe de Cristo.

Cuidemos nuestras almas

Por ejemplo, dicen de Jesucristo, como un gran elogio: es uno de los grandes iluminados… Y nosotros nos tragamos tal afirmación y no solo eso, sino que encima la divulgamos como gran cosa. No nos damos cuenta que todo lo que dicen es contrario a nuestra fe. Hacen elogios falsos. ¿Dónde beberé la verdad de Jesucristo? En las Escrituras. Ellas hablan de Cristo. Pero hay que leerla. Para no creer en la reencarnación y en la resurrección al mismo tiempo. Eso es ignorancia.

De la Palabra de Dios viene la fe. Hay que conocer a Jesucristo y eso lo logramos a través de las Escrituras. Escojamos uno de los métodos propuesto y empecemos hoy mismo. Empieza escogiendo un tiempo y lugar. Ten presente que esto tiene un poder catequético único. Pues tus hijos, tus familiares e incluso tus amigos te verán, se enterarán y aprenderán. Estarás predicando con el ejemplo.

Se dócil a la Palabra de Dios

A San Agustín, cuando tenía veinte años de edad y todavía no estaba bautizado, su mamá le dio una Biblia, con la esperanza de que cambie. San Agustín la leyó como crítico literario y no la entendió. Prefirió a Cicerón. Era muy arrogante y pensaba que Cicerón escribía mejor. Hay muchas cosas que entenderemos después. En Juan 5 y 6, Cristo les dice a sus discípulos que tiene muchas cosas que no puede decirles porque no las entenderían. Las entenderán después.

No debo llegar con pretensiones de entenderlo todo y manejarlo todo. Por eso hay que tomar nota; llevar un diario.

Ayudémonos con los muchísimos recursos que tiene la Iglesia Católica. Habla con tu comunidad o con algún amigo o con un sacerdote. Como decía Santo Tomas de Aquino: uno no entra de frente al mar adentro, sino que empieza por los riachuelos…poco a poco. Los frutos los notarás. Te darás cuenta lo hermoso que es. Y como San Agustín dirás: “Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva. Tarde te amé”.

 

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