Mateo 26,14-25 – El Hijo del hombre se va, como está escrito de él

El Hijo del hombre se va, como está escrito de él

El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!

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Mateo 26,14-25 El Hijo del hombre se va, como está escrito de él

Mateo – Capítulo 26

Reflexión: Mateo 26,14-25

Otra vez estamos frente a la moneda de dos caras. Por un lado Jesús habrá de partir conforme fue planeado, es decir, en cumplimiento de lo que estaba escrito. Esto quiere decir que en ello no hay nada improvisado; nada que debiera sorprendernos o cogernos desprevenidos. Jesús será crucificado, muerto, sepultado y al tercer día resucitará, tal como está escrito. Esto tenía que ocurrir para que se cumplieran las Escrituras.

Pero, tal parece que no tenía que ocurrir lo mismo con Judas, la otra cara. ¿Pudo Judas librarse de este papel? ¿Pudo haber escogido otra opción? Se nos ocurre que pudo haber evitado esta traición, lo que no hubiera impedido que Jesús cumpliera con Su Misión. Tal vez hubiera sido otro el que lo hubiera traicionado o tal vez la exigencia hubiera venido de otro lado. El Señor de todos modos habría de seguir hasta el final con el Plan de Salvación, pero su muerte hubiera podido llegar de otro manera.

De algún modo el Señor nos confirma que no había nada que hacer, que era necesario Su sacrificio para la salvación del mundo. Judas, en este caso, pero cualquier otro que lo hubiera traicionado, hubiera podido evitarlo, sin embargo la tentación, el error, la injusticia y el daño fueron de tales proporciones, que más le hubiera valido no haber nacido.

Él tenía que morir y resucitar para cumplir Su Misión. Alguien tenía que ser el causante mediato. Alguien tenía que confabularse; alguien tenía que traicionarlo; alguien tenía que entregarlo. Había varios a los que incomodaba y se la tenían jurada. Parecía más difícil encontrar a alguien entre los discípulos dispuesto a traicionarlo. Algunos tenían temor; otros estaban a la expectativa, pero todos huirían al incrementarse la presión y percibir la fragilidad con la que Cristo se disponía a afrontar esta amenaza.

El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!

Pero fue Judas, el encargado del dinero, quien encontró más pronto la ocasión, además obteniendo un buen partido de ella. Así pone en evidencia que la ambición y especialmente el dinero y las ansias de riqueza son muy malos consejeros. Judas, acostumbrado a medir y pesar todo en función del dinero, tal vez decepcionado de Cristo, porque no llegaba a encajar en los moldes que él hubiera esperado, ni lo llegaba a entender, fue presa fácil de la ambición y en un arrebato de practicismo, del que tanto hacemos gala hoy, se dispuso a obtener algún provecho económico de esta situación, antes que perderlo todo.

¿Cuántos obramos cotidianamente del mismo modo? Claro, hablamos de traición y nos parece totalmente reprochable y lejos de nuestro proceder, sin embargo no tenemos que detenernos demasiado para encontrar varias situaciones en nuestras vidas en las que hemos tomado decisiones “prácticas”, destinadas a obtener –a nuestro juicio-, el máximo provecho económico, sin tener en cuenta otras consideraciones de apego que tenían algunos de nuestros parientes a los bienes que enajenábamos prestamente con la intención de obtener un mayor beneficio.

Reflexionemos en la situación, actitud y proceder de Judas, que seguramente no nos es muy ajeno, ni lejano. Abandonar a la madre en un asilo puede ser uno de estos casos. Vender la propiedad que con tanto afecto cultivo el padre para dejársela a sus herederos, sin mostrar mayor respeto por sus propósitos a nombre de la mayor rentabilidad o de la ocasión, puede ser otro. Y es que, tal vez, el dinero y la riqueza son los que nos hacen tomar decisiones “prácticas” y violentas, sin reparar en más que el beneficio.

Al final, el Señor se va como estaba escrito…el padre, la madre, el hermano, el esposo, la esposa, el hijo, la hija…se van como estaba escrito, cumpliendo su misión o habiéndose esforzado hasta donde se pudo. Más allá ya resulta imposible. Pero, tendríamos que reflexionar qué hay de quienes nos quedamos. ¿Cómo asumimos el legado? ¿Qué hacemos con él? ¿En qué modo lo disponemos? ¿Con qué criterios? Quizás nunca este mejor aplicada la figura de la posta, del testimonio transmitido…¿Qué hacemos con él?

¿Lo mal gastamos, lo disponemos egoístamente, lo acumulamos, lo atesoramos o lo compartimos? Si en alguien podemos confiar es en Jesús. Él siempre obrará conforme a Sus promesas. Pero nosotros ¿qué haremos? ¿Nos aferraremos a todo aquello que aparentemente nos beneficia, sin reparar en los demás? ¿Con tal de retener lo más posible en nuestras manos, para nuestro beneficio, seremos capaces de traicionar, de decepcionar, de aprovecharnos de nuestros hermanos?

Padre Santo, ilumínanos para hacer siempre Tu Voluntad, sirviendo a nuestros hermanos y a través de ellos a Ti, por Jesucristo nuestro Señor, Amén.

El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!

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