Mateo 17,10-13 – el Hijo del hombre tendrá que padecer

El Hijo del hombre tendrá que padecer

Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.

Texto del evangelio Mt 17,10-13

10. Sus discípulos le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?»
11. Respondió él: «Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo.
12. Les digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.»
13. Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista.

Reflexión: Mt 17,10-13

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Mateo 17,10-13 el Hijo del hombre tendrá que padecer

Del mismo modo que Elías –Juan el Bautista- tuvo que padecer, porque no le reconocieron, Jesucristo –el Hijo del Hombre- también tendrá que padecer. Así, padecer parece el común denominador del día de hoy. ¿Será que todos tenemos que padecer?

¿Será que solo ellos dos tuvieron que padecer o es que a todos nos toca padecer en algún momento? Tal parece que no podemos pasar al otro lado sin padecer. Esta es una regla que podemos constatar muy fácilmente si miramos a nuestro alrededor.

Todos pasamos. Nadie queda. Solo Dios permanece. No hay nada, absolutamente nada, que podamos hacer para aliviar ese tránsito. El que nos lo ofrezca, nos está vendiendo “cebo de culebra”. No existe. Por lo tanto, debemos estar preparados.

Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.

¿Cómo prepararnos? ¿Qué debe ocupar el centro de nuestra atención? ¿Qué debemos hacer ahora? ¿Cómo debemos vivir? ¿Qué ocurrirá en aquél momento del que nadie puede escapar? ¿Qué vendrá después? Estas son las ideas que ocupan nuestros pensamientos desde tiempos inmemoriales.

El trago amargo del momento aquel, cuya duración no es imposible anticipar, tal vez no sea lo más importante, porque sabemos que es efímero. Queremos subrayar lo de tal vez, porque en realidad no sabemos. Hablamos sobre lo que observamos y creemos conocer.

Sabiendo que tarde o temprano llegarán el fin, ¿cómo hemos de vivir? Esa es la pregunta que surge ante lo desconocido que viene después. El hombre ha tenido mucho tiempo para especular al respecto y decidir cuánto estas ideas pueden o deben influenciar en su forma de vida.

Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.

A fin de poner Luz en estas reflexiones, viene Cristo Jesús, el Hijo de Dios, a decirnos quiénes somos, por lo tanto, cómo debemos vivir y a qué estamos llamados. Jesucristo, Hijo de Dios, es el Camino, la Verdad y la Vida.

¿Qué quiere decir todo esto? Que Él, por Voluntad de Dios, nuestro Padre, viene a poner Luz sobre aquello que debe ser el motivo y el centro de nuestras vidas. Ante la duda y la incertidumbre, Él nos muestra la Verdad. La Verdad, que por lo tanto es Única.

Hemos de abrir los ojos para verla, reconocerla, entenderla y seguirla. Pongamos nuestros ojos, nuestra inteligencia, nuestro corazón y nuestra fe en Jesús y alcanzaremos las respuestas a muchas de nuestras interrogantes y con ellas, la razón de nuestra existencia.

Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.

Estamos aquí por Voluntad del Padre y hemos de hacer Su Voluntad para alcanzar la felicidad y la plenitud. En eso consiste nuestra Salvación y solo ello garantiza que pasando al otro lado alcancemos la Vida Eterna. Solo ello dará el verdadero sentido a nuestras vidas.

Amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos es lo que nos enseña el Hijo de hombre, es decir, aquel que ha tomado toda su sustancia, todo su esencia, todo su ser. Aquel que nos representa como el emblema de lo que estamos llamados a ser.

Hay que padecer, es verdad, porque hemos de desprendernos de nosotros mismos y ello muchas veces duele. El amor es exigente. Requiere estar dispuesto a sacrificar, incluso la propia vida. El sacrificio implica padecimiento. En nada ayuda el querer negarlo o librarnos de él.

Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.

El temor al dolor y al padecimiento, solo nos conduce a negarnos a los demás, a reservarnos, al egoísmo. Y quien se guarda para sí mismo, se pierde para siempre. ¡Ese es el mensaje! Juan Bautista tuvo que padecer y el Señor Jesucristo también.

Sin embargo, el Hijo de Dios vino para hacer de este padecimiento nuestra redención. No es que tengamos que buscarlo, sino, que no le rehuyamos. Que tengamos la vista puesta en la Gloria de Dios. En el fin para el que fuimos creados. En la Vida Eterna.

Que nos desprendamos de nosotros por amor, como lo hizo Jesucristo por nosotros. Hasta donde sea necesario y un poco más. Para eso contamos con la Gracia de Dios y la ayuda del Espíritu Santo. No dejemos de invocarlo en nuestras vidas. ¡Todo lo podemos en Dios que nos sana, fortalece y salva!

Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.

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