Lucas 4,31-37 – el Santo de Dios

Texto del evangelio Lc 4,31-37 – el Santo de Dios

31. Bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba.
32. Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad.
33. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces:
34. «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.»
35. Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él.» Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño.
36. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen.»
37. Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.

Reflexión: Lc 4,31-37

No podemos dejar de sentir que estamos frente a una paradoja. Mientras en la lectura de ayer, aquellos que se suponía debían estar más cerca de Cristo casi lo desbarrancan por desconocerlo por completo, hoy día son los demonios los que no pueden evitar -como seguramente quisieran- proclamarlo. Y es que el mal, el Príncipe de las tinieblas, el Maligno, no puede evitar reconocerlo, al igual que Jesús, con mayor razón, lo ve inmediatamente donde se lo encuentra. No hay forma que este hediondo personaje se esconda y pase desapercibido para Jesús, que no lo puede ver ni en pintura y lo echa de donde se encuentre, porque ha venido a vencerlo. Esta batalla, como todas las que sostiene Jesús contra el cornudo enemigo, la vuelve a ganar. Así será siempre que nosotros también queramos. Él nos salvará de sus garras, sin que nos ocurra nada, si se lo pedimos y lo dejamos actuar. «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.»

Detengámonos por un momento en aquello de el Santo de Dios. Dios es el Santo por antonomasia. Nadie más puro, más excelso, más perfecto que Él. La santidad vendría a ser ese estado superior en el que se encuentra la Santísima Trinidad y al que nos sería imposible aspirar si no fuera porque esa es la Voluntad de Dios y porque Él lo ha hecho posible enviándonos a Su Hijo, porque solo Él tiene Palabras de Vida Eterna. El estado de santidad sería entonces el llegar a ser semejantes a Dios, el configurarnos con Cristo a tal extremo que nos convirtamos en otros Cristos. Llegar a ser Santos, es Gracia que Dios nos concede. El Papa Benedicto XVI nos dice: «El santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que éstas lo irán progresivamente transformando. Por esta belleza y verdad está dispuesto a renunciar a todo, también a sí mismo. Le es suficiente el amor de Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y desinteresado del prójimo». «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.»

Finalmente no podemos dejar de complementar estas reflexiones con la palabra autorizada de S.S. Benedicto XVI, que el 1 nov, 2007 nos dijo: El cristiano, «ya es santo, pues el Bautismo le une a Jesús y a su misterio pascual, pero al mismo tiempo tiene que llegar a ser santo, conformándose con Él cada vez más íntimamente». «A veces se piensa que la santidad es un privilegio reservado a unos pocos elegidos. En realidad, ¡llegar a ser santo es la tarea de cada cristiano, es más, podríamos decir, de cada hombre!». «Todos los seres humanos están llamados a la santidad que, en última instancia, consiste en vivir como hijos de Dios, en esa “semejanza” a Él, según la cual, hemos sido creados» «…todos los seres humanos son hijos de Dios, y todos tienen que llegar a ser lo que son, a través del camino exigente de la libertad». «Dios les invita a todos a formar parte de su pueblo santo. El “Camino” es Cristo, el Hijo, el Santo de Dios: nadie puede llegar al Padre si no por Él». «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.»

Oremos:

Padre Santo, danos el valor y la perseverancia para vivir cada día en santidad, de modo tal que al final de nuestra existencia quedemos totalmente configurados con Cristo Jesús, para mayor Gloria Tuya…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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