El primero en todo
El primero en todo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Domingo 34to del T. Ordinario | 20 de noviembre de 2022 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Samuel 5,1-3
- Salmo 121,1-2.4-5
- Colosenses 1,12-20
- Lucas 23,35-43
Reflexión sobre las lecturas
El primero en todo
¡Qué ganas de llenarnos la boca con el prodigio que hoy celebramos! Cuanto más se acercaba esta fecha, más deseo de honrar al Señor con las palabras que pudieran expresar la incomparable admiración que hoy conmueve todo nuestro ser.
Nada se le parece. Nada es suficiente. Y es que es el primero en todo. El más elevado, el más completo. La magnitud inconmensurable y jamás imaginada, se ha acercado a nosotros y a compartido nuestra pequeñez, porque así le ha parecido bueno y necesario.
Él no se ha reducido al final, sino que agrandándose mucho más de lo que jamás llegaremos a comprender, se ha hecho como nosotros. Un padre puede experimentar una sensación aproximada cuando se hace como un niño pequeño para jugar con su bebe.
El primero en todo, por supuesto en el amor
¿Por qué quiso Jesucristo ejercer prodigio tan grande? Por amor. Un amor del que jamás seremos capaces, pero que sin embargo debe servirnos de inspiración en la vida para dispensarle a todo aquel que comparte con nosotros esta efímera estancia.
Pero qué distinto y que distante está el concepto de ser el primero en todo que tiene Jesucristo, del que puede tener cualquiera de nosotros. Para ser el primero tenía que ser simultáneamente tan poco como el más pequeño entre nosotros y tan grande como el más admirable.
Solo Dios puede llegar a dar la talla. Una dimensión de la que podemos esforzarse en tratar de expresar, pero que jamás llegaremos a abarcar, ni si quiera con palabras, porque la distancia entre Él y nosotros es infinitamente más grande que cuanto somos capaces de imaginar.
Jesucristo Rey del Universo
Esa es la fiesta que la Iglesia nos invita a celebrar el día de hoy: la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Se dice rápido y tal vez por eso ya ni nos damos cuenta de su profunda significación. A Él están obligados a someterse todos.
Él es el principio y fin de todo. Él es el alfa y el omega. No hay nadie más grande y sin embargo le dimos muerte como al delincuente más despreciable. Nadie ha sido en tal grado humillado, ni antes, ni después de Él. Por ello se eleva por sobre toda creatura y marca el centro de la historia.
Nadie ha sido capaz de sacrificio semejante. Nadie ha dado más que Él por cada uno de nosotros. Si Él nos ama así, a qué podemos temer. ¡Qué duda podemos albergar! Lo que Él diga, a dónde el señale debemos dirigirnos presurosos y confiados.
Jesucristo, principio y fundamento
Antes de Él, nada. Después de Él, nada. Él es el principio y el fin. A Él le debemos todo. Nada puede reemplazarlo, ni sustituirlo. Él ocupa el lugar más alto. Él ha de ser la razón de nuestras existencias. El principio y el fundamento.
Si esto es así, ¿cómo podríamos adherir a otra causa? ¿Por qué habríamos de comprometernos con alguien distinto? ¿No sería un grave error? ¿Cómo podríamos despreciar a quién nos ama más que nadie en este mundo? ¿Por qué lo haríamos?
Si llegáramos a cometer este error, ¿no constituiría un acto de caridad el que alguien nos hiciera ver nuestro error y nos mostrara el Camino? ¿Cómo puede ser entonces que haya algunos entre nosotros que a nombre de la tolerancia o la inclusión propongan metas distintas para ellos y para nosotros?
Dios es el primero en todo
Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al Dinero. Así de claro nos lo dice el Señor en el Evangelio de Mateo 6,24.
La vida se encarga de demostrarnos una y otra vez que el único Camino es Jesucristo y que tanto debemos practicarlo nosotros, como enseñárselo a los demás para que también lo hagan. Este constituye el mandato final del Señor antes de ascender al cielo.
Esto es lo que leemos en el Evangelio de Marcos 16, 15-16: “Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. No hay lugar a duda, ni ambigüedad.
¿Cómo se conjuga este mandato del Rey del Universo con los principios que promueve el “Sínodo de la sinodalidad” propuesto por el Papa Francisco?
Oración:
Padre nuestro, en estos días en los que nos enfrentamos a tremenda tribulación, en los que parece que una nube negra se cierne sobre la humanidad entera, promoviendo desazón y desconcierto.
Te pedimos que nos des la serenidad y la esperanza para elevarnos por sobre todas nuestras dificultades, cualesquiera que estas sean, para clamar a Ti, confiando en tu Infinita Providencia y abandonándonos en Tus poderosos brazos, con la certeza que Tú sabrás escribir trazos rectos con todos estos garabatos incomprensibles que balbuceamos y oímos.
Padre Santo, acuérdate de todos nuestros hermanos, incluso de aquellos que blasfeman y profanan Tu Santo Nombre, pero especialmente de los abandonados, los solitarios y afligidos. Si está en tus planes, danos la posibilidad de asistirlos, pero que no se haga sino Tu Santísima Voluntad.
Asiste de modo especial a nuestros gobernantes y a los que tienen el deber de conducirnos a la justicia, la paz y el Bien Común. Dales ecuanimidad y sabiduría, para que a pesar de sus intenciones subalternas les sea imposible contradecir lo que Tú has dispuesto.
Líbranos del mal y de las asechanzas del Demonio. Todo esto te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
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