Juan 14,27-31a – No se turbe su corazón

No se turbe su corazón

No se turbe su corazón

“Les dejo la paz, mi paz les doy; no se las doy como la da el mundo. No se turbe su corazón ni se acobarde. Han oído que les he dicho: «Me voy y volveré a ustedes.» Si me amaran, se alegrarían de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo.”

Martes de la 5ª semana de Pascua | 09 de mayo del 2023 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

No se turbe su corazón

No hay nada porque ponerse nervioso o tenso. Claro esto resulta mucho más difícil para los discípulos cercanos, porque cada vez van tomando mayor conciencia de lo que han vivido. Cada vez les resulta más extraordinario. Hasta increíble, si no fuera porque realmente lo vivieron.

Y seguramente a algunos les ocurrió lo que también nos suele pasar. Nos olvidamos. Con el tiempo y la distancia, hasta empezamos a dudar de aquello que vivimos. ¿Cómo que no se turbe nuestro corazón? Si tal parece que de lo que estamos viviendo no hay quien nos salve.

Así llegamos a razonar, sin darnos cuenta que, en el fondo esto es una blasfemia. ¡Claro que sí! Estamos dudando a pesar de todas las muestras extraordinarias que nos ha dado del poder y control que Él tiene, sobre todo. ¡Como los discípulos, lo hemos vivido!

No se turbe su corazón

Empezamos a dudar y flaquear

Sin duda esta pérdida de confianza es obra del Demonio. No sé si a todos nos pasa, pero sí sé que a muchos les ha pasado. Yo tengo evidencias palpables, únicas y reales del poder de Cristo. Por el tiempo transcurrido, cuesta ponerse en las circunstancias.

Así, que tendemos a minimizarlas y disminuir la importancia gravitante que tuvieron en nuestras vidas en aquél momento. ¡No había otra salida! La lógica decía que debía pasar lo peor y sin embargo no ocurrió. Todo salió como queríamos; como se lo habíamos implorado.

¿Qué decir? Están ahí esos sucesos que nadie como nosotros sabemos que ocurrieron. Y que realmente fueron un milagro patente. ¿O es que ahora vamos a decir que no? ¡Imposible! No turban nuestro corazón, pero razonablemente sería una canallada olvidarlos.

No había más remedio

Sin embargo, al final sí, efectivamente Dios actuó e inclinó la balanza para el lado que necesitábamos. ¡Lo sabemos! Nadie nos lo ha contado. Lo hemos vivido. No podemos negarlo. Se me ocurre un ejemplo tan trivial como pretender negar un préstamo que en el momento oportuno nos salvó del apuro. ¿No te ha pasado?

Pero hay casos en los que sabemos que la vida estaba de por medio y si no fuera por una verdadera intervención Divina, todo hubiera quedado allí. No fue así. Ahora pues, no se turbe nuestro corazón, porque de peores hemos salido con su ayuda.

¿Qué debemos hacer? Lo de aquel entonces: orar y pedir incesantemente Su compasión y Su intervención, confiando en que nos lo habrá de conceder…Y, sino, pues que se haga Su Voluntad, pues Él sabe lo que más nos conviene, pero que nos de la resignación, el discernimiento y capacidad para entenderlo y aceptarlo.

Él siempre responde

No se turbe nuestro corazón, que siempre estamos en sus manos. Que jamás nos deja. Que siempre está atento y que sin Él ni si quiera hubiéramos podido levantarnos esta mañana, ni estaríamos escribiendo o leyendo estas líneas.

Su intervención diaria es fundamental. Es determinante, siempre. Otra cosa es que no siempre estemos dispuestos a registrar la misma evidencia. Porque estamos acostumbrados a todo. Como aquel niño engreído que reclama por la mañana cuando falta su golosina favorita, sin reparar que hay millones que no tienen qué llevarse a la boca.

Por último, fijémonos en lo que con tanta humildad reconoce Jesucristo, que, siendo parte de la Trinidad, es decir que, siendo Hijo, reconoce que Dios Padre es más que Él, a quien obedece y a cuya voluntad sirve. Tenemos que aprender esta disposición y humildad. Pongámonos en manos de Dios y confiemos en Él.

Oración:

Padre Santo, te pedimos que nos permitas desatar nudos, liberando a nuestros hermanos de sus ataduras, para que, dando cauce a Tu Espíritu de Luz y Verdad que vive en todos nosotros, seamos capaces de amarte, reconociendo y manifestando alegremente las Bendiciones que de Ti hemos recibido. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén

(59) vistas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: