siempre libres

Destinados a ser siempre libres

Siempre libres

La libertad es un concepto, una idea que siempre ha cautivado a la humanidad. Es verdad que de algún modo no todos somos siempre libres. Pero esto es tan cierto como que todos fuimos creados libres por Dios. Nuestro Padre nos creó por amor para ser siempre libres, dotados de inteligencia y voluntad.

La libertad es consustancial a la dignidad de hijos de Dios. ¿Qué clase de Padre celestial sería aquel que nos hubiera creado para estar sujetos y obligados de cualquier modo? Que no lo sepamos o no alcancemos a comprenderlo, es una cosa distinta. Por eso es preciso leer la Palabra de Dios y reflexionarla. Esto es revelación pura.

Nosotros podemos creer lo que queramos e imaginar lo que nos plazca. Para eso hemos sido dotados de inteligencia, voluntad y libertad. Sin embargo, UNA sola es la Verdad y esta nos es revelada en forma constante y permanente por Dios, en cada situación que debemos afrontar en nuestras vidas.

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La Verdad nos hace siempre libres

Jesucristo nos revela que Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Salvando las elucubraciones y el discernimiento que todos estamos obligados a hacer, partiendo de la escucha y reflexión de Su Palabra, lo que Cristo nos dice es: El propósito de la Vida es alcanzar la Verdad, para lo cual Cristo es el Camino.

Nosotros hemos sido creados por amor, para alcanzar la plenitud de la Vida Eterna, en la que gozaremos de la presencia de Dios Infinito. La Verdad es que no puede haber mayor anhelo que éste en nuestras vidas. Jesucristo nos revela que esta es la Voluntad de nuestro Padre. Él ha sido enviado para mostrarnos el Camino. Y así lo hizo, muriendo en la cruz y resucitando al tercer día.

Las coordenadas y señales están dadas para que todos alcancemos el mismo propósito. Jesucristo lo hizo posible y nos mandó darlo a conocer a todo el mundo. Siguiendo la Verdad, seremos siempre libres. Amando a Dios y al prójimo como Dios nos ha amado, alcanzaremos la Vida Eterna.

Las dos ciudades

¿Qué sería de la libertad si no tuviéramos opciones? Por la desobediencia de nuestros primeros padres entro el pecado, la mentira, el dolor y la muerte en el mundo. La tentación del Demonio en la que cayeron nuestros padres fue la culpa que mereció nuestra condena, de la que Cristo vino a salvarnos.

San Agustín para describir el dilema en que nos encontramos habla de dos ciudades. La ciudad de Dios, que peregrina entre los impíos esperando la patria definitiva y eterna, tras la victoria final. Y la ciudad terrena; en su afán de ser dueña del mundo, y aun cuando los pueblos se le rinden, ella misma se ve esclava de su propia ambición de dominio.

Es de este modo que San Agustín nos aproxima al drama que vivimos en el que finalmente chocan el Bien y el Mal. Hemos de elegir entre hacer el Bien, siguiendo al Señor que nos propone el Camino del amor. O seguir la senda que nos propone el Demonio, que mediante la mentira y el engaño, tentándonos en nuestras debilidades nos conduce a la oscuridad, la destrucción, el dolor y la muerte.

Libertad y libertinaje

Como ya dijimos antes, nosotros hemos sido creados para vivir siempre libres. La única amenaza a nuestra libertad es que no sepamos escoger el camino correcto. O, para expresarlo en el dilema que nos propone San Agustín, que escojamos el camino que nos conduce a la ciudad terrena, en vez de a la ciudad de Dios.

Nosotros tenemos libertad para escoger. Sin embargo, hemos de precisar que quien hace mal uso de la libertad, es decir en su propio perjuicio y daño, incurre en libertinaje. Ello evidencia falta de madurez, falta de comprensión, ignorancia o debilidad. La tentación para sucumbir en esta mala decisión puede ser la soberbia o cualquier otro vicio inducido por el Demonio.

Con el propósito de evitar que caigamos en este sin sentido vino Jesucristo a salvaros. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Aplicando nuestra inteligencia, libertad y voluntad debemos asegurarnos de escogerlo siempre a Él. De preferir siempre la ciudad de Dios. De escoger siempre el amor.

Esclavitud o libertad

Entre dos opciones, escoger la que más nos aproxima al propósito para el cual fuimos creados, siempre será lo correcto. Ante la duda, tenemos la Palabra del Señor, que debemos leer y meditar con asiduidad. Orar y velar para que el Señor nos asista en la dificultad. Acudir a quienes nos preceden en la fe: padres, sacerdotes o hermanos mayores.

El Señor nos dice, la verdad los hará libres. Ese es el camino que debemos escoger, pues el otro nos conduce a la perdición, el engaño, la mentira, la destrucción y la muerte. Y esta muerte a la que nos referimos es a la eterna, aquella de la que ya no saldremos, porque no tendremos la oportunidad de enmendarnos.

El que, teniendo libertad de escoger, opta por el mal, por los motivos que fuera, se hace esclavo y reo de muerte. Es decir que si no enmienda su error mientras vive, si le sobreviene la muerte y no se arrepiente, se perderá por toda la eternidad. Peregrinamos por esta vida, que sabemos es pasajera, para escoger entre Dios y el Demonio; entre la libertad y la esclavitud; entre la Vida y la Muerte; entre la Verdad y la Mentira; entre la luz y las tinieblas. Tiempo tenemos. Aprovechémoslo.

Juan 8,31-32

Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si se mantienen en mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos,
y conocerán la verdad y la verdad los hará libres.»

 

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