La boda
«Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán.
Puedes leer el Evangelio aquí.
Reflexión: Mateo 9, 14-15
Hoy nos quedaremos a reflexionar en esta preciosa expresión que utiliza el Señor para describir lo que ha de constituir Su presencia entre nosotros. Nos referimos a la boda. ¿Habrá una situación más alegre y festiva en la sociedad humana?
Desde tiempo inmemoriales y aun hoy, a pesar de las fuertes amenazas y ataque que recibe la familia y el matrimonio, patrocinados por inescrupulosas trasnacionales que lucran con toda clase de productos orientados al consumo masivo e indiscriminado de toda la población, sin reparar en sexo ni edad.
Aun hoy, a pesar de los millonarios esfuerzos del inescrupuloso capital por destruir a la familia y al matrimonio para luego hacer presa fácil de los individuos aislados, solitarios y desguarnecidos, aun hoy, por Gracia de Dios, existen vastos segmentos de población que se resisten a caer en estas garras y que siguen celebrando las bodas, como un gran acontecimiento familiar, que trasciende a sus protagonistas.
Las bodas han servido para sellar alianzas familiares con propósitos políticos, económicos e incluso religiosos. Pero antes que nada, entre los humildes se constituyeron en un pacto, en una alianza entre hombres y mujeres de buena fe, destinadas a sellar su unión de por vida, para sostenerse mutuamente y dar el adecuado albergue y mantenimiento a la prole que esta unión Bendita habría de producir.
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