Juan 7,1-2.10.25-30 – yo no he venido por mi cuenta

Yo no he venido por mi cuenta

Me conocen a mí y saben de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que verdaderamente me envía el que me envía; pero ustedes no le conocen.

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Juan 7,1-2.10.25-30 – yo no he venido por mi cuenta

Juan – Capítulo 07

Reflexión: Juan 7,1-2.10.25-30

Se acerca el día y la hora en que Jesús sería entregado, muerto en la cruz y para luego resucitar cumpliendo así la Misión que el Padre le había encomendado. Las cosas habrían de suceder como estaba escrito. Por ello, no siendo su momento, Jesucristo toma sus precauciones y va de incógnita a Jerusalén.

Parece una sutileza, sin embargo debemos distinguir que si fue de incógnita no fue por temor, sino porque habría de ceñirse a los Planes de Dios. A lo que estaba escrito, pues las Escrituras se cumplen con Él. Esto es lo que no llegan a entender los judíos y lo que no escatima esfuerzo ni oportunidad por hacerles entender.

Es por ello que a pesar de haber ido de incógnita, no pierde oportunidad de enseñar y llegado el momento grita a todo el mundo en el templo, pero especialmente a los judíos, quién es y de dónde ha venido. Entonces, no solo no niega su procedencia ante quienes no lo aceptan, sino que la proclama y reafirma publica y abiertamente, cuando llegó el momento, cuando fue oportuno.

No hay, pues, temor en Jesús, porque sabe lo que tendrá que ocurrir y tiene completa y total confianza en los Planes del Padre. Lo que sucederá siempre, en cualquier caso, será la Voluntad de Dios e incluso Él se ajusta ejemplarmente a ella, sin negarlo, ni por un segundo, sin dudas, ni temores. Esto es lo que nos enseña hoy Jesús; lo que tenemos que aprender.

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Juan 5,31-47 – él escribió de mí

Él escribió de mí

Porque, si creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creen en sus escritos, cómo van a creer en mis palabras?»

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Juan 5,31-47 él escribió de mí

Juan – Capítulo 05

Reflexión: Juan 5,31-47

¿Qué nos viene a decir Jesús en este pasaje en buena cuenta? Nos enfrenta con nuestras propias creencias. Los judíos dicen creer en Moisés, porque además han estudiado las Escrituras. Pero el Señor les dice que en realidad no las conocen o las conocen, como solemos decir, por el forro. Es decir, que en realidad no han interiorizado ni asimilado las Escrituras en las que dicen creer, porque si así fuera, Él no necesitaría más credenciales, porque las Escrituras hablan de Él.

La pregunta para nosotros, aquella en la que hoy debemos reflexionar es: ¿nosotros, en qué creemos? ¿No será que respondemos o nos desembarazamos muy rápidamente de esta pregunta y en realidad no decimos nada sólido, porque tenemos puesta nuestra pobre e incipiente fe en argumentos deleznables?

Dicho de otro modo, ¿hemos dado tiempo suficiente en nuestras vidas para responder maduramente la razón de nuestras existencias? ¿En qué creemos en realidad? ¿Hemos profundizado debidamente en este tema o simplemente respondemos cualquier cosa por salir del paso? ¿Cómo podemos creer en Cristo o rechazarlo si no tenemos ninguna base sólida que avale aquello en lo que decimos creer?

¿Si nuestra fe es tan enclenque, tan precaria, no será por el poco tiempo que en realidad hemos dedicado? ¿No será que simplemente aparentamos una u otra posición, pero en realidad no somos nada más que hojas llevadas por el viento? ¿Hoy estamos aquí, mañana allí, según donde sople el viento? ¿Es la moda la que determina nuestras creencias? ¿Es lo comúnmente aceptado, aquello en lo que las mayorías parecen creer, el sustento de nuestra fe?

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Juan 5,17-30 – ha pasado de la muerte a la vida

Ha pasado de la muerte a la vida

En verdad, en verdad les digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida.

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Juan 5,17-30 ha pasado de la muerte a la vida

Juan – Capítulo 05

Reflexión: Juan 5,17-30

Juan tiene una forma muy hermosa de dar a conocer a Jesús. Es poético, lleno de alegorías y metáforas. Quizás por eso los especialistas reconocen el evangelio de Juan como teológico. Tal vez por eso, confieso que en un comienzo me parecía un poco enredado y difícil de comprender. Había partes que me parecían verdaderos trabalenguas. Ahora creo que, no es que sea difícil y excluyente en un sentido intelectual, es decir, solo para eruditos y letrados, sino que para entenderlo fluidamente, el discípulo –y todos los somos-, ha de haber adquirido una cierta madurez espiritual; un tono en el que diríamos se comprenden más fácilmente las verdades que nos va revelando Jesús.

Reflexionando estos versículos nos parece que estamos encaminados a rescatar como idea central que todos estamos muertos. De algún modo nos parecemos a esas películas tan de moda de muertos vivientes. Y es que, mientras no conocemos y creemos en Jesús, deambulamos perdidos en el mundo de las sombras, en el mundo de la oscuridad y la muerte.

Jesucristo es la luz que atraviesa e ilumina este mundo, señalándonos el Camino. Una vez que, sumidos en este mundo oscuro, vemos la luz, debemos aferrarnos a ella, no dejarla por nada y seguirla. Es como el mito tan conocido aquel, de la caverna de Platón, que sugiere que toda la realidad se produce fuera de la caverna y nosotros estamos adentro viendo tan solo sombras, siluetas o representaciones de esta realidad.

Pues, en tanto no conocemos y creemos en Jesús, nosotros somos como aquellos hombres encadenados a la caverna de Platón, y en este sentido estamos muertos. Somos cadáveres deambulando por un país de sombras y de muerte, en el cual vivimos sin vivir. Somos como parásitos que nos comemos uso a otros por el temor a morir, con lo que en realidad lo único que hacemos es paliar un poco la muerte en vida que llevamos, atrapados en un círculo vicioso que resta todo sentido posible a la existencia.

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Juan 5,1-3.5-16 – al instante el hombre quedó curado

Al instante el hombre quedó curado

Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda.» Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. Pero era sábado aquel día.

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Juan 5,1-3.5-16 al instante el hombre quedó curado

Juan – Capítulo 05

Reflexión: Juan 5,1-3.5-16

Esta es una historia realmente increíble, que constituye una radiografía de nuestro usual proceder. Nos fijamos demasiado en las apariencias; somos adeptos a detenernos a juzgar formalidades y a condenar situaciones e incluso a personas por detalles sin importancia. Nos resistimos a ir al fondo de las cosas.

Tal vez sea nuestro temor a tener que reconocer cosas que no quisiéramos, aspectos que podrían constituir una condena a lo que hacemos, que incluso pudieran exigirnos un cambio, al que no estamos dispuestos. La comodidad, nuestra propia comodidad, no la queremos perder por nada en el mundo.

Por eso no estamos dispuestos a tolerar nada que, aun cuando solos sea intuitivamente, amenace nuestra estabilidad. ¿De qué otro modo podemos entender a estos judíos que se escandalizan al ver a este enfermo cargando su camilla siendo sábado. ¡En eso se fijaron y no en su asombrosa curación!

Esta historia nos recuerda a aquellos pasajes anecdóticos por los que todos hemos pasado alguna vez en los que nos desvivimos por demostrar lo que acabamos de descubrir o la destreza que acabamos de adquirir y quien nos observa nos llama la atención por nuestro peinado o el hueco que tenemos en el calcetín derecho.

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Juan 4,43-54 – se puso en camino

Se puso en camino

Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive.» Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.

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Juan 4,43-54 se puso en camino

Juan – Capítulo 04

Reflexión: Juan 4,43-54

Creer y ponerse en camino. Esa es la lección que recibimos hoy de este hombre. Eso es lo que espera Jesucristo de nosotros en función de la fe. Que creamos y nos pongamos en camino. Así, no basta con decir: creo. Es preciso poner nuestra fe en acción, aun cuando solo sea poniéndonos en camino, que parece poco, en comparación con los frutos de la fe, pero es más que suficiente para el Señor.

¿Cómo podemos aplicar este ejemplo a nuestras vidas? Pues poniéndonos a hacer lo que debemos en función de aquello que nos mueve a la fe. Si hemos puesto en manos del Señor aquél bien que quisiéramos alcanzar, pongámonos a hacer lo que debemos, confiando en que Jesús hará el resto y así será. Él ha ofrecido acompañarnos todos los días hasta el fin del mundo. Tengamos fe. Hagamos lo nuestro y dejémosle obrar.

No andemos buscando señales, ni pongamos a prueba a Jesús, que de lo que se trata es de vivir creyendo en Sus promesas y no de detenernos a verificar Su Divinidad, la cual ha sido sobradamente acreditada. La promesa más importante es que habremos de resucitar y vivir eternamente. Teniendo esto en mente, pongámonos en camino, que al arribar habremos de constatar que Sus promesas se cumplen. Pero tenemos que llegar y para eso es preciso empezar a andar, ya.

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Juan 9,1-41 – Para un juicio he venido

Para un juicio he venido

Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.»

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Juan 9,1-41 – Para un juicio he venido

Juan – Capítulo 09

Reflexión: Juan 9,1-41

Frente al Señor, hay que tomar partido. No podemos seguir indiferentes. Es preciso reflexionar y tomar una decisión. Estamos con Él o estamos contra Él. No hay una tercera opción. El que no recoge, desparrama. Y tampoco podemos hacernos lo que no sabemos, porque a Dios nadie lo engaña. ¡Es nuestra decisión! Estamos advertidos.

¡Qué difícil nos resulta reconocer la verdad cuando no nos gusta, cuando nos demanda esfuerzo y sacrificio! Queremos seguir tibios, regodeándonos en nuestra mediocridad. Parece que está en nuestra naturaleza conformarnos con lo que tenemos, con el esfuerzo desplegado. No queremos ir más allá. No queremos arriesgar. Tenemos miedo a perder. Y, lo peor es que no confiamos en Dios. Tememos que nos vaya a defraudar, quedándonos sin soga ni cabra.

Preferimos retener lo viejo conocido a correr el riesgo de perderlo todo, por seguir la novedad. Comenzamos a preguntarnos, ¿por qué tendríamos que creer en Jesús? ¿Quién es Él para jugarnos la vida y especialmente el futuro por Él? Y, ya sabemos que no hay peor sordo que el que no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver.

Así, frente a la novedad de Jesús nos portamos como unos necios. Empezamos a cuestionarnos todo y terminamos negando incluso lo evidente. No es otra cosa lo que hacen estos judío y terminan echando al ciego del templo porque había sido curado y nadie quería admitir lo evidente, que se encontraban frente al Hijo de Dios, el Mesías tanto tiempo esperado.

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Lucas 1,26-38 – la esclava del Señor

La esclava del Señor

Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.

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Lucas 1,26-38 la esclava del Señor

Lucas – Capítulo 01

Reflexión: Lucas 1,26-38

La Santísima Virgen María nos da aquí una lección de su disponibilidad, de su completa e irrenunciable entrega a la Voluntad de Dios. Esto es lo que debemos aprender e imitar en nuestras vidas. Es algo que solo puede brotar de un alma que sabe y reconoce su lugar, tanto como el de Dios en nuestra existencia. Se trata de una Gracia que debemos pedir cada día.

No podemos esperar la misma reacción de quién desconoce a Dios, de quien no lo tiene en cuenta en sus planes diarios. No se trata de una impostación, de un parche incoherente, de un artificio, ni de algo que por la fuerza tratamos de incorporar en nuestras vidas. Para dar tamaña respuesta y acompañarla consecuentemente en cada episodio de nuestra vida, hay que estar preparados y María lo estaba.

¿Cómo podemos nosotros prepararnos? Siendo honestos y enseñando a ser honestos a los que nos rodean y especialmente a nuestros hijos. Siendo humildes y reconociendo que no seríamos nada, ni si quiera tendríamos lo más esencial –que es la vida-, si no fuera por Gracia de Dios. Esto implica reconocer que la vida es un Don gratuito que hemos recibido de las manos de Dios con algún propósito que va más allá de nuestro entendimiento y voluntad. Si estamos convencidos de la gratuidad de este Don inmerecido e inconmensurable, ¿no debían aflorar la gratitud y el amor en primer lugar?

¿Cuántas veces hemos oído el reclamo de nuestros parientes más cercanos, tal vez nuestros padres, reprochándonos nuestra ingratitud? ¿Y cuántas veces tenían razón? ¿A qué se referían ellos? ¿No es verdad que a nuestra falta de reciprocidad? No es que quisieran que les paguemos de algún modo, sino que sintamos movidos nuestros corazones por la gratitud y les prodigáramos un poco de nuestro tiempo y atención.

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Marcos 12,28b-34 – No existe otro mandamiento mayor

No existe otro mandamiento mayor

…amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.

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Marcos 12,28b-34 No existe otro mandamiento mayor

Marcos – Capítulo 12

Reflexión: Marcos 12,28b-34

Después de todo, la doctrina de Jesús es muy simple. Mucho más de lo que se imaginan muchos. Basta menos de un minuto para formularla. O como hemos dicho varias veces, entra en un solo Tweet de 140 caracteres y todavía le sobra espacio. ¿Por qué no podemos aprenderla y seguirla? Desde luego no por falta de memoria.

Lo que ocurre es que la exigencia es tan alta, que flaqueamos, nos excusamos y preferimos mirar a otro lado. Vivimos en una sociedad en la que se exalta el placer, la comodidad, la permanente autocomplacencia, el hedonismo, el erotismo y el egoísmo. Y todo ello está sujeto a la capacidad económica, es decir a la cantidad de recursos que podemos destinar para conseguirlos.

Vivimos en una sociedad de consumo que nos ha hecho creer que todo se puede conseguir a condición de contar con la capacidad para adquirirlo. Por lo tanto, es preciso acumular el capital necesario que nos permita cubrir nuestra demanda. Cada quien lo consigue del modo que puede y está a su alcance. Vivimos en permanente tensión por atender ambas vertientes de nuestra existencia: tener, para gozar. Tener, para “vivir”, entendiendo que solo se vive cuando se goza. No es casual que digamos “esto es vida” cuando alcanzamos el placer y confort que anhelamos, aun cuando sea efímero.

Precisamente la lucha denodada en la que algunos nos obstinamos es en prolongar lo más que podemos este momento placentero. Dependiendo de la riqueza que vamos acumulando, algunos nos obsesionamos por darles todo a nuestros hijos, por complacerlos y mantenerlos alejados de cualquier sacrificio y contacto con el sufrimiento.

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