Mateo 13,54-58 – el hijo del carpintero

Texto del evangelio Mt 13,54-58 – el hijo del carpintero

54. Viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros?
55. ¿No es éste el hijo del carpintero ? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?
56. Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?»
57. Y se escandalizaban a causa de él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio.»
58. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.

Reflexión: Mt 13,54-58

¿Cómo podemos describir en este caso la conducta humana? Nos cuesta reconocer virtudes en nuestros semejantes, más aun si estos son nuestros vecinos y conocidos. Estamos dispuestos a reconocer méritos solo hasta cierto punto, por más ilógico que esto suene. Y es que nos resistimos a reconocer lo que en el caso de Jesús es evidente. Todo lo queremos explicar con nuestra propia lógica, pero cuando la realidad supera nuestras expectativas, preferimos sospechar del protagonista, antes de atribuirle un origen sobrenatural. Procedemos de un modo irracional en realidad, porque lo lógico sería conceder que estamos frente a un suceso extraordinario, en vez de negar lo que vemos, aquello de lo que hemos sido testigos, simplemente porque, según nuestro criterio y nuestros prejuicios los milagros no pueden proceder de gente humilde y poco distinguida según los cánones sociales. Preferimos negar los hechos, a atribuirlos a alguien sin “alcurnia”. Este proceder irracional es el resultado de movimientos internos que revelan que no siempre actuamos racionalmente, sino que muchas veces nos dejamos dominar por bajas pasiones, que tienen sus raíces en la mezquindad, el egoísmo y la soberbia. No podemos tolerar que nos supere alguien que tenemos por menos, desde todo punto de vista, porque le conocemos a él, a su familia, su entorno y aparentemente su trayectoria. Es decir, que nos guiamos por las apariencias y dejamos que estas imperen en nosotros y nos dominen. ¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿ No es éste el hijo del carpintero ? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?

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Mateo 13,47-53 – recoge peces de todas clases

Texto del evangelio Mt 13,47-53 – recoge peces de todas clases

47. «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases;
48. y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos.
49. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos
50. y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
51. «¿Han entendido todo esto?» Dícenle: «Sí.»
52. Y él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.»
53. Y sucedió que, cuando acabó Jesús estas parábolas, partió de allí.

Reflexión: Mt 13,47-53

El Reino de los Cielos convoca a todos, sin discriminación de ninguna clase. Todos estamos llamados: negros, blancos, indios, chinos, judíos, palestinos, hombres, mujeres, gais, niños, ancianos, ciegos, sordos, mudos, brillantes, torpes, ricos, pobres…Tal como se puede esperar de echar la red en el mar. Todo lo que hay que hacer es buscar el lugar apropiado, esperar el tiempo adecuado y luego arrastrarla hasta la orilla, donde al final se reúnen los pescadores y escogen de entre todo lo que arrastraron, las especies que no sirven para el consumo humano, las que no tienen mercado, los peces que son muy pequeños o los que están malogrados, los devuelven al mar o en el peor de los casos los echan a la basura, porque ya no sirven. El Reino de los Cielos es entonces todo el proceso de pesca, de comienzo a fin, incluyendo la red sin la cual sería imposible pescar, así como la selección definitiva propia de quien quiere asegurarse de obtener un buen producto, con la calidad y características adecuadas. Esto es lo que de modo general espera el pescador, de otro modo no se tomaría la molestia de echar la red. A nadie se le ocurriría hacerlo en una laguna de aguas servidas o en un mar muerto. Quedémonos entonces con la idea que quien pesca sabe lo que hace y espera un resultado razonable: unos buenos peces, que habrán de servir de alimento para muchos. Cuenta, igualmente, con que saldrá alguna basura y algunos especímenes que habrá de descartar; todos ellos en una proporción menor, de otro modo usaría anzuelo. La expectativa de un experto, que lanza su red en aguas y tiempos apropiados será obtener una buena pesca, del mismo modo que en el Reino de los Cielos, una vez culminado el proceso, al final de los tiempos los ángeles separarán a los malos de entre los justos y los echarán al horno de fuego. También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos.

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Lucas 10,38-42 – María ha elegido la parte buena

Texto del evangelio Lc 10,38-42 – María ha elegido la parte buena

38. Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa.
39. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra,
40. mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.»
41. Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas;
42. y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.»

Reflexión: Lc 10,38-42

El encuentro del Señor con estas dos hermanas es ocasión para una hermosa lección. Y es que no hay forma de no quedar embelesado por Cristo y caer rendido a sus pies. Mientras más se aproxima uno a su conocimiento, a su personalidad, más cautivado queda. Esto ha sido siempre así, porque la belleza, la perfección, la pureza, la bondad, la verdad, la sabiduría son todas virtudes que nos atraen como una fuerza magnética. ¿Por qué? ¿Será tal vez porque en esencia hemos sido hechos del mismo material? ¿Será que no podemos dejar de ver en los ojos del Señor el océano del amor Divino, que nos invita a sumergirnos y refrescarnos en sus aguas? ¿Cómo ocuparse de otra cosa teniéndolo a Él al frente? Esto fue lo que sintió María nada más asomar Jesús y no pudo otra cosa que rendirse a sus pies. Este es el enorme poder de atracción que ejerce el Señor sobre quién se atreve a aproximarse a Él. No es temor, no es miedo, es amor puro e infinito. Lo sintieron también los discípulos que le acompañaron en la Transfiguración. Es una paz y una sensación de bienestar y sosiego que lo envuelve todo, al punto de sentirnos incapaces de abandonarlo. Quisiéramos quedarnos allí con Él para siempre, oyéndole, contemplándole, acariciándole, aun cuando solo sea su sombra o la huella de sus pies benditos. Un trozo de tela, una astilla de la cruz bendita, una imagen suya, aun cuando sea de piedra, de yeso o de cera, nos evoca su Grandeza, su Pureza, su Perfección, su Amor. Una estampa, un papel o una simple cruz trazada sobre la arena nos atrae, nos envuelve, nos cautiva y nos une a Él, de un modo más profundo, amplio y totalizante que el amor más grande que somos capaces de concebir en este mundo: más que el de nuestros padres, más que el de nuestros hijos e incluso más que el de nuestros cónyuges, porque Dios está por encima de todo. Él es nuestro principio y nuestro fin; él es la razón de nuestra existencia. María así lo ha entendido. Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.»

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Mateo 13,36-43 – la siega es el fin del mundo

Texto del evangelio Mt 13, 36-43 – la siega es el fin del mundo

36. Entonces despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo.»
37. El respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
38. el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno;
39. el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
40. De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo.
41. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad,
42. y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
43. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.

Reflexión: Mt 13, 36-43

Realidades que tienen que ver con nuestra existencia reveladas por Jesús de un modo sencillo y claro, de tal modo que no quepan dudas al respecto. Trataremos de asimilarlas, digerirlas y hacerlas nuestras. Es obvio que existe el Bien y el Mal, que están enfrentados en una lucha sin cuartel, que llegará a su fin cuando llegue el momento de la siega, sobre el cual solo se nos revela que llegará y estará a cargo de ángeles. La siega es el cierre, el balance final y definitivo en el que se separa la cizaña y se la quema, porque es inútil, porque no sirve, porque el sembrador no puede obtener ningún provecho de ella. Su existencia efímera, no acaba tan solo con la siega, sino con la desaparición completa de toda huella, quemada al fuego. Si ello puede parecernos natural en el caso de la mala hierba que separa el sembrador, no deja de producirnos escalofríos que este sea el destino final que habrán de sufrir los hijos del Maligno, a quienes concebimos como nuestros semejantes. ¿Por qué aquellos habrán de terminar así? ¿Qué culpa tienen? ¿Se les puede culpar? ¿Quiénes somos hijos del Reino y quiénes hijos del maligno? ¿Es que tuvimos opción de escoger o es algo que nos cae como una maldición o una bendición? Los hijos del Maligno son el enemigo que sembró el Diablo. ¡Qué duros calificativos! ¡Qué prontuario! ¿En qué momento y cómo es que se establece tal diferencia? ¿Qué es lo que hace posible que estemos en uno u otro bando? ¿Hay algo que esté en nuestras manos hacer para evitar ser contados entre los hijos del Maligno? Porque nadie en su sano juicio podría querer ser descartado y quemado con gran sufrimiento y dolor por causa de su filiación, si pudiera evitarlo. ¿A quién no le gustaría ser contado entre los justos que brillarán como el sol en el Reino de su Padre?…el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

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Mateo 13,31-35 – semejante a la levadura

Texto del evangelio Mt 13,31-35 – semejante a la levadura

31. Otra parábola les propuso: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo.
32. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.»
33. Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.»
34. Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas,
35. para que se cumpliese el oráculo del profeta: Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.

Reflexión: Mt 13,31-35

Hoy reflexionamos respecto a Reino de los Cielos, una realidad que comienza con la sola prefiguración de lo que es; con la sola idea, que en un primer momento es poco precisa para quien la concibe, pero mientras más la piensa, más entra en los detalles que la conforman, hasta empezar a hacerla realidad. Aun este proceso puede tomar años y hasta siglos y varias generaciones en concretarse. Muy pocas realidades humanas han tenido tal duración, sin embargo han existido. Baste recordar algunas dinastías o proyectos como la conquista social, política y económica de América. No fue el resultado de la acción de una sola generación, sino que varios gobiernos y sociedades tuvieron que perseverar en el empeño hasta alcanzar imponerse, sojuzgando a pueblos y naciones enteras. ¿Cómo y cuándo nació esta realidad? Anecdóticamente podríamos decir que con “el huevo de Colón” que le sirvió para sostener que la Tierra era redonda y que si navegaba constantemente a occidente en algún momento alcanzaría la India Oriental. Esta sola idea se transformó en una serie de acciones que dieron origen a la Conquista, la cristianización, el saqueo, la esclavitud, las guerras de independencia y una serie de acontecimientos que terminaron por transformar la Tierra en lo que hoy es. Desde luego, no fue esta sola idea, sino la concatenación de muchas otras ideas y hechos, unos influyendo y determinando otros, pero como luego diría Neil Armstrong al posar su pie en la Luna el 21 de julio de 1969: “es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Es sin duda demasiado osado encadenar el paso de Armstrong con el de Colón, todo proyecto humano comienza con una idea abstracta, que paulatinamente se va haciendo realidad. Según quienes han llegado a tener éxito, el secreto está en perseverar. «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.»

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Juan 6,1-15 – Recojan los trozos sobrantes

Texto del evangelio Jn 6,1-15 – Recojan los trozos sobrantes

1. Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades,
2. y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos.
3. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos.
4. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.
5. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?»
6. Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer.
7. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.»
8. Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro:
9. «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?»
10. Dijo Jesús: «Hagan que se recueste la gente.» Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000.
11. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron.
12. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recojan los trozos sobrantes para que nada se pierda.»
13. Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
14. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.»
15. Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

Reflexión: Jn 6,1-15

Parea el Señor no hay nada imposible. Dios ha creado este mundo muy rico y pródigo en todo lo que necesitamos. A Dios no se le escapa detalle y siendo esta su Creación, no es deficitaria en nada. Hay de todo en cantidades suficientes para que todos quedemos satisfechos e incluso sobre. Dios ha creado un mundo en perfecto equilibrio. Este es el tema sobre el que hoy debemos reflexionar. El Señor lo ha hecho todo Bien, como corresponde a su Divinidad. ¿O es que somos capaces de pensar que algo por ahí se le pudo escapar? ¿Qué tal vez omitió algo o cometió un error de cálculo? ¿Qué tal vez falló en las dosis o cuantías de algunos elementos? ¡Imposible! Para Dios no caben este tipo de errores, porque Él tiene todo bajo control, así que todo ha sido calculado milimétricamente para que quedemos satisfechos y aun sobre. Para Dios no hay nada imposible. Pero eso sí: todo lo que sobre debe ser recogido, porque nada se debe perder. Esta es una lección que tiene una enorme fuerza y trascendencia el día de hoy. ¿Para quién es lo que sobra? ¿Para qué unos cuantos aprovechando las circunstancias se lo apropien y queden para enriquecerse? ¡No! Lo que sobra es para compartirlo entre todos una vez que surjan nuevamente necesidades, una vez que nuevamente haya hambre. Hay todo y de todo, para todos, en cantidades suficientes. Lo que tenemos que hacer es aprender a guardar lo que sobre y a compartir. Entonces, no solamente alcanzará, sino que siempre sobrará. Esta es la actitud fundamental que Cristo nos enseña hoy. Actuar desprendidamente con respecto a todos aquellos bienes que han sido destinados para todos, para atender nuestras necesidades y compartirlos. Como el aire, las plantas, los peces… Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recojan los trozos sobrantes para que nada se pierda.»

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Mateo 10,34-11,1 – el que pierda su vida por mí, la encontrará

Texto del evangelio Mt 10,34-11,1 – el que pierda su vida por mí, la encontrará

34. «No piensen que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada.
35. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra;
36. y enemigos de cada cual serán los que conviven con él.
37. «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.
38. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí.
39. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
40. «Quien a ustedes recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado.
41. «Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá.
42. «Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, les aseguro que no perderá su recompensa.»
1. Y sucedió que, cuando acabó Jesús de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.

Reflexión: Mt 10,34-11,1

Lo excluyentes que son ambos caminos -el que el Señor propone y el que el mundo propone-, es destacado por el Señor en estos versículos. Ya nos lo ha dicho en otro lado, que no se puede servir a dos señores; no se puede servir a Dios y al Dinero. Tenemos que escoger, de otro modo siempre estaremos en conflicto y al final, lo más importante será que en realidad no habremos servido al Señor, porque Él no se conforma con migajas, porque su Camino es diametralmente opuesto y no podemos estar avanzando en ambas direcciones: ¿O vamos arriba o vamos abajo? ¿O vamos al norte o vamos a sur? Peor aún, no es tan solo que ambas direcciones sean opuestas, sino que seguir al Dinero demanda en un momento destruir el verdadero Camino, destruir, maltratar y violentar al hermano, arrebatándole lo que necesita, impidiéndole desarrollarse y aun quitándole la vida. No es retórica, sino realidad. Lo podeos constatar actualmente en la forma en que se encuentra “organizado el mundo”, en que se favorecen por encima de todo los intereses del capital. De lo que se trata es de maximizar las ganancias, por encima de todo. Cuando no es posible atender esta demanda, se generan conflictos violentos, invasiones, expropiaciones y guerras. Esa es en gran parte la historia de la humanidad, especialmente la de los últimos cinco siglos. ¿Qué ha hecho la globalización sino derribar todas las fronteras para organizar un solo mercado mundial en el que el consumo y la rotación cada vez más acelerada de mercancías haga posible maximizar las ganancias de los dueños del capital? El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.

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Marcos 6,7-13 – Les ordenó que nada tomasen para el camino

Texto del evangelio Mc 6,7-13 – Les ordenó que nada tomasen para el camino

7. Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos.
8. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja;
9. sino: «Calzados con sandalias y no vistan dos túnicas.»
10. Y les dijo: «Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta marchar de allí.
11. Si algún lugar no los recibe y no los escuchan, márchense de allí sacudiendo el polvo de la planta de sus pies, en testimonio contra ellos.»
12. Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran;
13. expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Reflexión: Mc 6,7-13

Escogemos esta frase: Les ordenó que nada tomasen para el camino, porque encierra dos aspectos muy puntuales e importantes en los que nunca habremos reflexionado lo suficiente. El primero es el tono en que se comunica Jesucristo con sus discípulos, con quienes lo siguen y quieren hacer lo que Él dispone, porque creemos en el Él. Jesús ordena. Algunas personas, por un mal entendido concepto de democracia que creen que se debe aplicar a todas las relaciones, reniegan de esta forma. Pero ello, bien pensado, en realidad constituye un disparate. Por ejemplo, los padres no pueden renunciar a educar a sus hijos, como podemos ver en tantos sitios, que los hijos pequeños hacen lo que se les antoja, lo que les viene en gana, sin que sus padres puedan controlarnos. Ya veremos más tarde, cuando crezcan el resultado de aquel estilo de educación, en el que en realidad los padres han renunciado a su deber. Luego vendrán los pesares y las quejas, pero tendrán que aceptar –a regaña dientes-, que eso fue lo que sembraron. Los padres responsables enseñan lo correcto a sus hijos, desde el comienzo, porque reconocen que esa es su responsabilidad y no se la pueden delegar a nadie, ni si quiera al colegio, como algunos pretenden. Un padre responsable y coherente no puede alinear con aquella teoría tan en boga actualmente que sus niños no sean bautizados, porque ellos han de decidir cuando sean grandes qué religión habrán de profesar, si alguna de ellas le interesa. Unos padres maduros y responsables saben inculcar a sus hijos los valores que ellos mismos han heredado y forjado, reconociendo que estos no dependen de gustos, comodidad o apetencia, sino de la necesidad de tener un norte valioso por el que ellos y sus mismos padres han luchado, por lo que no es cuestión de dejarlo al azar, ni al gusto, sino que hay que forjarlo desde niños con el ejemplo. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja…

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