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Mateo 5,43-48 – rueguen por los que los persigan

rueguen por los que los persigan

“Amen a sus enemigos y rueguen por los que los persigan, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.”

Martes de la 11ra Semana de T. Ordinario | 19 de Junio del 2018 | Por Miguel Damiani

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Reflexión sobre las lecturas

rueguen por los que los persigan

La mitad de lo que nos manda hacer el Señor es difícil; la otra mitad es imposible. Habrá quienes piensen que estamos locos, pero seamos honestos: ¿cuántos de nosotros estamos dispuestos a saludar a nuestros enemigos y encima orar por ellos?

No salgamos al paso con una respuesta ideal, sino sincera y real. Reflexionemos por un momento y recordemos a aquellas personas que más daño nos han hecho en nuestras vidas: ¿Estarías dispuesto o dispuesta a darle la mano?

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Texto del evangelio Mt 5,43-48 – sean perfectos

43. «Han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
44. Pues yo les digo: Amen a sus enemigos y rueguen por los que los persigan,
45. para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.
46. Porque si aman a los que los aman, ¿qué recompensa van a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos?
47. Y si no saludan más que a sus hermanos, ¿qué hacen de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?
48. Ustedes, pues, sean perfectos como es perfecto su Padre celestial.

Reflexión: Mt 5,43-48

Esta es una de las principales exigencias contra la que choca nuestra sociedad laxa y permisiva. ¿Cómo se le puede pedir a alguien que sea perfecto? Es de locos, sostienen. Claro, porque acomodarse al Sistema y vivir según sus exigencias y mandatos es totalmente contrario. Sino fijémonos en algunas evidencias. De un tiempo a esta parte, los niños hacen lo que quieren. ¿Por qué? Porque les han hecho consentir a sus padres que deben ser libres y estos, en su ignorancia, confunde libertad con libertinaje, así que les dejan hacer lo que les da la real gana consintiéndoles en todo. Así van creciendo pensando que solo tiene que hacer un chasquido de dedos para que sus padres les den o les dejen hacer lo que les place. No es invento de un viejo resentido. Lo vemos en los templos, en los hogares y en los colegios. Los niños corren por donde quieren y son incapaces de mantener una postura adecuada en cada lugar. En sus hogares andan literalmente sometidos a esa máquina de adoctrinamiento que conocemos como televisión. No pestañean, ni son capaces de prestar atención a ninguna otra cosa que no sea su programa favorito y ay de quien ose quitárselo. ¿Quién va criando a estos monstruitos? La televisión con la complicidad de los padres, que a falta de una mejor oferta y antes que tener que esforzarse un poco más, pues están comprensiblemente agotados por el trabajo, prefieren tenerlos allí enganchados, porque por lo menos no molestan. ¿Pero qué hay de las sinapsis? ¿Esos surcos que se van gravando en nuestros cerebros de tanto hacer lo mismo, a las mismas horas y con los mismos mensajes? ¿Qué criamos? Consumistas, defensores y adaptados hasta la esclavitud a este sistema, como si no fuera posible si quiera reflexionar en otra opción. No, no hay reflexión posible. Y qué propone el sistema: una cultura individualista, consumista, utilitaria, práctica, desarraigada, egoísta, de espaldas a Dios, donde lo único que cuenta es la satisfacción personal, en la que los principales valores son la riqueza, la acumulación, la avaricia, el placer, el hedonismo, la competencia, la recompensa inmediata, al menor esfuerzo posible. Vivimos inmersos en una cultura de muerte y lo primero que hacemos con nuestros hijos es dejarlos al cuidado y entrenamiento de quienes la sostienen, demoliendo sus cualidades y personalidad, convirtiéndolos en un producto más del mercado, como si no hubiera más alternativa. Ustedes, pues, sean perfectos como es perfecto su Padre celestial.

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