Mateo 5,20-26 – vete primero a reconciliarte con tu hermano

Texto del evangelio Mt 5,20-26 – vete primero a reconciliarte con tu hermano

20. «Porque les digo que, si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
21. «Han oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal.
22. Pues yo les digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano «imbécil», será reo ante el Sanedrín; y el que le llame «renegado», será reo de la gehenna de fuego.
23. Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti,
24. deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.
25. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel.
26. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.

Reflexión: Mt 5,20-26

Nuestra suerte no está de ninguna manera desligada de la de nuestros hermanos. ¡Somos responsables por ellos! Así que, si hay alguien en tu barrio, en tu pueblo, en tu ciudad, en tu país y aun en el mundo que con su cinismo y maldad hace daño a los más humildes o a los indefensos, tenemos el deber de actuar astuta y eficientemente para persuadir por medios pacíficos que se abstenga de tal proceder, porque no le está permitido a nadie abusar, ni faltar a los demás. Hemos de obrar con mucha prudencia a fin de no desatar mayor violencia, porque esta solo acarrea mayor violencia y por ningún motivo debemos hacer que esta se incremente y potencie, sino todo lo contrario. Muchas veces es preciso sacrificar algo de nuestra parte, con tal de lograr mayor comprensión y empatía, tal como acabamos de verlo hacer al Papa Francisco en México, donde no se ha cansado de pedir perdón tato a los pueblos indígenas, tradicionalmente marginados y mal tratados, como a los presos, a quienes ha pedido perdón por no saber responder a sus necesidades y demandas. Él se ha echado sobre sus espaldas y por lo tanto también sobre las espaldas de la Iglesia, la responsabilidad por el maltrato violento y sistemático del que han sido víctimas los indígenas mexicanos y con ellos, los de toda América India. Esto es lo propio de un líder cristiano, como es el Papa. Este es un gesto que debía ser imitado por los poderes políticos de turno de cada uno de los países latinos, que solo han sabido contribuir al maltrato y explotación indiferente de los pueblos aborígenes, despojándolos de sus tierras y de los recursos mínimos para subsistir. No otra cosa fueron las guerras de conquista, las colonias y los virreinatos. Y tras poco más de dos siglos de independencia en promedio, las oligarquías y las cúpulas políticas de estos países han mantenido la misma situación de opresión y explotación, en beneficio de los privilegiados que ostentan el poder, cada quien a su turno, perennizando las diferencias injustas impuestas por la conquista…deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.

Donald Trump, candidato a la presidencia de Estados Unidos y un preclaro representante del poder usurpador que arrasó con los piel rojas en Norte América, tiene el descaro de hablar de aquella tierra que jamás perteneció a sus ancestros y de la que se apoderaron como aves de rapiña, como si los crímenes que se cometieron para consolidar su dominio hubieran prescrito y le dieran mayores derechos de los que ahora podrían reclamar otras poblaciones pobres y necesitadas. No hay nada que hacer, que no es sobre actitudes violentas o vociferantes que se puede edificar un futuro comunitario, como corresponde a la humanidad del siglo XXI, es preciso suscitar un diálogo incansable que lleve a limar toda clase de asperezas, fomentando la comprensión mutua y la convivencia pacífica, dentro de un marco en el que prime el Bien Común. Este se debe imponer y no la fuerza bruta de las armas, cuales quiera que estas sean, vengan de donde venga. No es la violencia ni el odio sobre el cual se debe edificar la sociedad en la que todos anhelamos vivir. Hemos de estar dispuestos a reconocer nuestras faltas y a pedir perdón, si queremos la paz. Solo entonces se podrá propiciar el diálogo y los acuerdos que permitan el desarrollo de un futuro en el que prime la armonía y la comprensión…deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.

Imitemos los gestos de humildad que ha tenido el Papa en nuestras sociedades, este es el camino para la paz y la reconciliación. Tengamos el valor de pedir perdón, reconociendo que “hacen falta dos para bailar tango”, así que si hay diferencias en nuestra pareja, en la institución de la que formamos parte o en la comunidad en la que vivimos, alguna responsabilidad ha de recaer también sobre nosotros. Dejemos de señalar a los demás, que a todos nos cabe alguna responsabilidad. Tomemos la iniciativa de reconocerlo, como el mejor camino a la distención y la reconciliación. Esto debe ser priorizado, con humildad y sin esperar reconocimiento alguno. Y, finalmente, no juguemos con la tentación, tal como nos lo recomienda el Papa. No le demos ninguna ventaja al demonio, porque perderemos. Quien se pone a coquetear con la tentación, ya cayó; eso es una constante que se repite una y otra vez y sin embargo no aprendemos y ciertamente casi no hay falta, no hay pecado que no afecte de uno u otro modo a nuestros hermanos, aun cuando solo sea dejando de entregarles este tiempo y energía a ellos, a quienes nos debemos y por quienes debemos vivir. Por eso, antes de hacer nuestras oraciones y ofrendas a Dios, debemos pedir sinceramente perdón a nuestros hermanos…deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.

Oremos:

Padre Santo, no permitas que caigamos en la tentaciones, que son muchas y nos tienen sitiados, al acecho para hacernos caer en el momento de mayor debilidad…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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