Lucas 9,11b-17 – Todos comieron

Texto del evangelio Lc 9,11b-17 – Todos comieron

11b. El los recibió, les habló del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados.
12. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: «Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto».
13. Él les respondió: «Denles de comer ustedes mismos». Pero ellos dijeron: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente».
14. Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: « Háganlos sentar en grupos de cincuenta».
15. Y ellos hicieron sentar a todos.
16. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud.
17. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

Reflexión: Lc 9,11b-17

Hoy la Iglesia celebra la fiesta de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Y la lectura tiene que ver precisamente con este papel. Mediante el gesto que el mismo Cristo realiza nos enseña como su primera función: servir. Siendo el más grande entre todos, no guarda para sí todo lo que tiene, sino que lo pone al servicio de los pobres, los humildes y necesitados, aplacando en este caso el hambre de las miles de personas que lo seguían. Todo los sacerdotes antes que Él, recibían de manos de los creyentes animales que ofrecían como víctimas a Dios, como un presente y una forma de rendirle tributo. Cristo hace algo totalmente distinto, siendo Dios, ofrece el alivio inmediato de las necesidades de aquella muchedumbre, poniéndose a su servicio. No recibe, sino da y da en abundancia, al extremo que sobra y puede ser guardado para otra ocasión. Esta es una diferencia fundamental en la que hoy debemos reflexionar. Dios ha querido venir a servirnos. Él se ha puesto a nuestro servicio para alcanzar el Bien más preciado: la Vida Eterna, la Salvación. Este es el propósito que lo mueve; ningún otro. ¿Habrá alguien en el Universo que se interese más en nosotros? No lo creemos. La gran paradoja es que este es el mismísimo Dios, aquél al que la humanidad entera, todas las razas, civilizaciones y pueblos de la historia se han empeñado en alagar y servir. ¡Fijémonos en lo contradictorio que parece resultar el mensaje! Ese Dios al que siempre hemos querido alagar, no escatimando esfuerzos en ofrecer la mitad de nuestras riquezas e incluso algunos pueblos ofrecieron sacrificios humanos, ese Dios Único, no quiere ninguna de nuestras ofrendas, sino que por el contrario Él mismo se ofrece por nosotros. ¡Eso es la Eucaristía, de lo que en este milagro de la multiplicación de los panes y los peces, tenemos un anticipo! Todo lo poco que tengamos, lo que sea, lo ponemos confiadamente en sus manos, haciendo lo que Él nos manda, y Él lo multiplica con creces, satisfaciendo así la necesidad del pueblo que buscándolo y siguiéndolo, lo ha dejado todo, sin pensar en más. Él corresponde con creces esta entrega, que es una entrega personal, que va más allá de cualquier otro sacrificio que pudiéramos ofrecer…pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

El Señor ha venido a darse a nosotros, a donarse como sacrificio para nuestra Salvación. Lo que hace esta multitud, eso es lo que espera de todos nosotros, que lo sigamos abandonándonos por completo a Su Voluntad. Él quiere que le oigamos, que le veamos, que le sigamos, porque Él es la fuente de la Vida. ¿Qué quiere decir esto? Que quien por seguirlo abandone todo, lo tendrá todo, porque lo tendrá a Él y quien tiene a Él, no le falta nada. Lo vemos en este pasaje y entre esta gente. Ellos, junto con los apóstoles son los mejores testigos. Más que solo hablarnos, que ya es bastante, el Señor nos está mostrando de modo real y palpable lo que hemos de hacer, lo que Él espera y lo que hará por nosotros. El que acude al llamado del Señor, jamás será defraudado. Todo cuanto ponga en sus manos, lo multiplicará y lo devolverá con creces. ¿Cómo no entregar nuestras propias vidas? Busquemos al Señor y acudamos prestos a Su llamado, que Él sabrá colmarnos con una medida bien apretada, bien servida y rebosante. ¿Cómo podemos saber dónde y cuándo nos llama el Señor? Pues debemos estar atentos y dejarnos inquietar, pues si sabemos posar la vista, donde quiera que miremos estará Él. Cuando le encontremos escuchémosle y hagamos lo que nos dice. Pensemos cómo la multitud que allá lo sigue, tuvieron que oír de Él y se interesaron en seguirlo no solamente para curarse, sino también para escucharlo y aprender de Él. Es preciso que le demos esta oportunidad. Si nos lo mencionan, si nos invitan a visitarlo, ya sea en un matrimonio, un bautizo, una Misa, una conferencia, un libro o una oración, no hagamos oídos sordos. Dispongámonos a oírlo con interés, que Él sabrá usar las palabras y circunstancias adecuadas para cautivarnos, pero está en nosotros el poner nuestra buena voluntad y disposición para oírle. Si lo hacemos, no seremos defraudados…pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

Entendamos que es Dios, pero que es un Dios distinto al que habíamos aprendido por experiencia, tradición o por los pocos libros que sobre Él hemos leído. Él se parece muy poco a los conceptos errados que tenemos de Él. No ha venido a pedirnos, sino a darnos. No ha venido a castigarnos, sino a Salvarnos. Atendamos lo que nos tiene que decir y hagamos lo que Él nos manda y alcanzaremos la Vida Eterna. ¿Pero dónde podemos encontrarlo? ¿Cómo nos aproximamos a Él? Hay muchas formas y basta que te propongas encontrarlo que Él saldrá a tu encuentro. Lo reconocerás. Sabrás cuando se trata de Él. Solo disponte adecuadamente y échate a buscarlo sinceramente. El Señor te espera con los brazos abiertos. Enjugará tus lágrimas, te dará descanso, sentirás paz y alivio a Su lado. Abandónate a Él. Pon todo lo que tienes y eres a Su disposición y Él lo multiplicará y te devolverá el ciento por uno. Él ha venido a entregarse por nosotros y está esperando tan solo una señal, un gesto tuyo. No lo desprecies. Reza un Padre Nuestro, una Ave María y un Gloria y pídele que te envíe la Luz de Su Espíritu Santo. Anda hoy a Misa, al templo que tengas más cercano y si puedes, Confiésate y participa en la Eucaristía y si no, por lo menos pídele que te dé la ocasión de Confesarte y Comulgar, como un modo de acercarte más a Él. Si tienes un amigo sacerdote o religioso, anda, búscalos y háblale de tus inquietudes. Si nada de eso está a tu alcance, pues síguenos, léenos cada día, que siempre nos esforzamos por poner nuestras reflexiones de los evangelios que el Calendario Litúrgico de la Iglesia ha dispuesto para cada día. Estas reflexiones de la Palabra de Dios a nosotros nos han abierto el Camino y es que la Palabra de Dios es Vida. De su lectura y reflexión jamás saldrás defraudado; por el contrario, cada día que pase te sentirás más unido a Él, más seguro, más confiado, más motivado, más acompañado, más lleno de paz y amor. Del ejercicio constante de la oración y la reflexión nacerá la perseverancia que habrá de fortalecer la Gracia de la fe. Y fe es todo lo que se necesita para seguir al Señor y alcanzar la Vida Eterna…pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

Oremos:

Padre Santo, danos la Gracia de perseverar cada día en la oración y la reflexión de Tu Palabra, haciendo de esta nuestro alimento cotidiano…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

Nada te turbe Taizé JMJ 2011

Vuestra soy

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