Lucas 1,46-56 – despidió a los ricos sin nada

Despidió a los ricos sin nada

Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.

Texto del evangelio Lc 1,46-56

46. Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor
47. y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
48. porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
49. porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre
50. y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
51. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón.
52. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
53. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.
54. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
55. – como había anunciado a nuestros padres – en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.»
56. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Reflexión: Lc 1,46-56

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Lucas 1,46-56 despidió a los ricos sin nada

Por absurdas discusiones en torno a la virginidad de María, que muchos -incluso cristianos-, ponen en tela de juicio, se pasan por alto estos versículos, en los que por boca de María somos informados de las características de la obra de Dios en la que ella forma parte.

Aquí, al inicio de los Evangelios, se nos pone en autos de la Voluntad de Dios, de lo que Él hará por nosotros, es decir, para nuestra salvación. El objetivo del Plan es muy claro y no tiene nada que ver con percepciones generalizadas que sacralizan el sistema en que vivimos.

Es evidente que estamos errados y que la salvación pasa por demoler todo aquello a lo que nos aferramos, cambiando totalmente de modo de vida. Por decirlo de otro modo, el mundo está de cabeza. ¡Hay que enderezarlo!

Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.

Esta será la obra de Jesucristo, el Hijo de Dios, al que muy pronto dará a luz la Santísima Virgen María. ¿Seguiremos discutiendo sobre la virginidad de María? Para Dios no hay nada imposible y si el así lo ha dispuesto, así será.

Sin embargo, detengámonos a reflexionar en torno a las palabras proféticas de la Santísima Virgen María. Jesucristo es el Hijo de Dios y viene premunido de Su poder, para cambiar este mundo, desde su raíz. Todo ha de ser echado por tierra.

Lo que nos parece más inamovible, las columnas que sostienen este mundo, serán demolidas por Jesús. Nosotros ¿estaremos con Él? ¿Podremos oponernos a lo que ha sido dispuesto por Dios? Nos unimos a la Voluntad de Dios o nos perdemos para siempre.

Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.

¡Qué duda cabe que estas columnas son la riqueza y el poder! Pues esto que parece inamovible, ha venido Jesucristo a destruirlo. Estos son falsos dioses –ídolos-, que nos hemos creado. No fuimos creados para rendirnos ante ellos.

No son el poder ni la riqueza los que deben gobernar el mundo. No son ellos los que nos darán la felicidad que buscamos. Ninguno de ellos puede satisfacer plenamente los apetitos de la humanidad, si no es a costa de la injusticia y la pobreza.

Es preciso cambiar de mentalidad; cambiar nuestros corazones. Jesucristo viene a revelarnos cuál es el Camino. Él es la Verdad y la Vida. Tenemos que estar dispuestos a seguirlo y a hacer lo que Él nos manda.

Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.

La respuesta a nuestras aflicciones, la salida que Dios nos propone, está precisamente en las antípodas de aquello que hemos consagrado en este mundo. Sin ninguna cortapisa la Santísima Virgen María nos lo revela, por Voluntad de Dios Padre.

Así, no debemos temer a estos poderes, porque Dios ha venido a derrotarlos. Tampoco pensemos en una venganza. Se trata de cambiar al mundo y darle el valor que corresponde a nuestros hermanos. Primero es la vida. Seamos generosos con los que tienen menos.

La riqueza de este mundo fue puesta por Dios para compartirla con justicia. Para que todos alcancemos a cubrir nuestras necesidades. Vivamos solidariamente, buscando justicia y paz para todos. No acumulemos nada, que todo lo que tienes de sobra, le falta a alguien.

Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.

Nuestra reflexión no estaría completa si no consideramos de modo especial a aquellos ricos, como nosotros, que sin tener gran cosa, nos aferramos a lo poco que tenemos, como si de ello dependieran nuestras vidas.

Porque, no podemos negar que nos sentimos muy tranquilos y aliviados, cuando tenemos unos cuantos billetes en la cartera, del mismo modo que nos sentimos desprotegidos cuando salimos sin un quinto en los bolsillos.

Por lo tanto, el ser rico y poderoso también tiene que ver con la actitud con que miramos a los demás y con la que enfrentamos nuestro día a día. Se trata de poner nuestra confianza en Dios y no en el dinero. De estar dispuesto a todo por amor.

Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.

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