Lucas 12,1-7 – teman a ése

Texto del evangelio Lc 12,1-7 – teman a ése

1. En esto, habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unos a otros, se puso a decir primeramente a sus discípulos: «Guárdense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
2. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse.
3. Porque cuanto dijeron en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablaron al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados.
4. «Les digo a ustedes, amigos míos: No teman a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más.
5. Les mostraré a quién deben temer: teman a Aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, les repito: teman a ése.
6. «¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios.
7. Hasta los cabellos de su cabeza están todos contados. No teman; valen más que muchos pajarillos.

Reflexión: Lc 12,1-7

El Señor rodeado de esta multitud que ama, ante la cual solo puede sentir misericordia y compasión, porque los encuentra como perdidos, deambulando sin pastor, lanza un discurso muy distinto a los que anteriormente dirigió a los fariseos hipócritas que los dominan. El Señor empatiza con nosotros, empatiza con los que sufren, con los extraviados. ¿Cómo no habría de hacerlo, si ha venido a salvarnos? Esto es algo que nunca debemos olvidar. El Señor ha venido a darnos esperanza, a decirnos que no todo está perdido, aun cuando atravesemos la noche más oscura; que Él está con nosotros. Que Él tiene el poder para Salvarnos de cualquiera que sea nuestro enemigo; que los poderes de la muerte y del infierno no pueden contra Él y que así como se ocupa con tanto amor de las criaturas más pequeñas e insignificantes, con mayor razón lo hace con cada uno de nosotros, porque ocupamos un lugar privilegiado en el corazón de Dios, que es nuestro Padre. Con esta ayuda, con este respaldo, con este apoyo ¿A qué podemos temer? Nosotros debemos salir cada mañana de nuestros hogares convencidos que la victoria es nuestra, que no importa lo que hoy estemos padeciendo, que no importa cuán difícil se nos presente por delante el mundo, no habrá nada ni nadie que pueda contra nosotros si nos aferramos a Jesús. ¡Ese es el mensaje que Jesús trae hoy a los queridos de Su Padre! ¡Alégrense! Les mostraré a quién deben temer: teman a Aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, les repito: teman a ése.

El lenguaje ha cambiado, tal como podemos apreciar. Jesús ya no se dirige a la escoria de este mundo. Ahora se dirige a la multitud, a la humanidad entera; a los hombres y mujeres sencillos del pueblo; a los que debemos afrontar los afanes de cada día, sin más que nuestras manos y nuestro trabajo, ayudándonos unos a otros. Hombres y mujeres del pueblo, que lo buscamos afligidos por la carga de cada día. Hombres y mujeres como nosotros, que debemos esforzarnos cada día para prodigarnos lo necesario para nuestra subsistencia. A nosotros nos dice que tengamos confianza; que habrá de ocuparse de nosotros como lo hace de los pajaritos que vemos revolotear por doquier, sin que pareciera que nadie se ocupara de ellos, porque Él tiene contados cada uno de nuestros cabellos. ¡Qué fino! ¿A qué podemos temer, entonces? Pues bien, no a las dificultades de cada día, sino a las tentaciones del Demonio, porque ese es el único que tiene el poder de destruirnos para siempre. Todo lo demás pasará, como pasa una tos, como pasa una gripe, como a un día lleno de sufrimientos, le sigue uno lleno de esperanzas. Todo pasará y hemos de afrontarlo sin mayor cuidado mientras estemos con Dios. Si a algo debemos temer es a dejarnos engatusar por el demonio, o por sus aliados, los fariseos hipócritas, que están dispuestos a engañarnos con tal de apoderarse de nuestras almas y mandarnos al fuego del Infierno. Les mostraré a quién deben temer: teman a Aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, les repito: teman a ése.

¿Cómo puede ser que el Demonio nos tiente y nos pierda? Con tantas aflicciones que tiene la vida, realmente es muy fácil, si no llevamos una vida de oración, si no frecuentamos los sacramentos y nos esforzamos por mantenernos unidos a Jesús. Vendrá este maldito a ofrecernos “dinero fácil” a cambio de ocultar algo o de aprovechar una situación en la que algún inocente o indefenso se encuentra en desventaja. Por ejemplo, quedándose con el cambio, o con un dinero recibido demás. O tal vez pagando a un directivo corrupto para que nos conceda alguna licitación. O, aprovechando mis conocimientos médicos para librar a algunas mujeres de embarazos indeseados…Eso sí, sin otorgar comprobante alguno, para que nadie lo sepa. O practicando operaciones o procedimientos para reducir peso o aumentar volumen, sin el menor escrúpulo, con tal de recibir una buena suma de dinero a cambio, sin comprobante alguno, por su puesto. Diluyendo una cantidad “razonable” de agua en el combustible que tengo a mí cargo, para obtener algún dinero adicional, sin que nadie se entere. Contratando choferes sin licencia, porque son más baratos. Mezclando la comida de hoy con la de ayer para evitar el desperdicio y la pérdida de dinero, total nadie se da cuenta. Embotellando como fino licor, en una botella de lujo, el resultado de una mezcla dudosa. Copiando textos de un libro ajeno y vendiéndolo como propio. Todo lo que hacemos en secreto un día se sabrá y se pregonará desde las azoteas, incluso las intenciones torcidas por las que “ayude” a la esposa de mi hermano o de mi mejor amigo. Todos nuestros vicios, nuestros secretos, serán revelados. ¡Eso es lo que debemos temer! ¡Condenarnos por nuestras retorcidas intenciones, mientras fingíamos bondad y desprendimiento!. Esforcémonos por llevar una vida integra, coherente! ¡No mintamos, no engañemos, no finjamos, no seamos hipócritas! ¡Amemos a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos! Este ha de ser nuestro santo propósito de cada día. Si así lo hacemos, no tendremos nada que temer. Les mostraré a quién deben temer: teman a Aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehenna; sí, les repito: teman a ése.

Oremos:

Padre Santo, danos firmeza y coherencia. No permitas que caigamos en la tentación. Haznos sinceros, veraces y honestos…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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