Cuando leemos este pasaje del Evangelio de Mateo 15,29-37 nos enfrentamos a un milagro en toda regla. De siete panes y unos peces comieron todos hasta saciarse. Encima recogieron siete canastos llenos con las sobras. ¿Qué es esto sino un de los tantos milagros obrados por Jesucristo?
Pongamos más atención a estas palabras. Tal vez comprenderemos por qué nos resulta tan difícil a veces comunicar el mensaje de Jesucristo a algunas personas, a algunas amistades. Es que el Señor se ha revelado a los sencillos. Dios ha querido que así sea. Esto es precisamente lo que le alegra hoy al Señor Jesucristo, tal como podemos leer en el Evangelio de Lucas 10,21-24.
Para cambiar radicalmente nuestras vidas tan solo es necesario que Jesucristo lo consienta. Una palabra tuya bastará para salvarnos. ¿Quién tiene semejante poder? Solo Dios. Eso es lo que hoy nos recuerda el evangelio de San Mateo 8,5-11 y es nada menos que un soldado romano, es decir un gentil, un pagano, un ignorante de la doctrina de la Iglesia y de los Evangelios el que nos viene a mostrar en qué consiste la verdadera fe.
En el Evangelio de Marcos 13,33-37 el Señor nos pide: estén vigilantes, porque no sabemos en qué momento llegará Aquél que nos dio la vida para cumplir la misión que solo nosotros podemos cumplir. A cada uno de nosotros se nos ha encomendado una tarea en esta vida, la cual demanda nuestra entrega y total atención. Escomo si estuviésemos cuidando la única llama encendida en el Universo.
Hay un solo Camino por el que todos debemos transitar, un solo destino al que debemos dirigirnos: la salvación y la vida eterna. Oren en todo tiempo para alcanzarlo. En el Evangelio de Lucas 21,34-36 el Señor enfatiza lo importante que es para nuestra felicidad, para alcanzar el propósito para el cual fuimos creados, el estar sintonizados todo el tiempo con este fin. No debemos distraernos.
En el Evangelio de Lucas 21,29-33 el Señor nos invita a reflexionar en lo único que es realmente sólido, inamovible y confiable: el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Qué mejor invitación a perseverar y mantener la serenidad frente a toda adversidad, con la seguridad que a quien tiene a Dios nada más le hace falta.